Cayetana, esa marquesa furiosa
La expresión del rostro es como el algodón, que no engaña. Un rictus inamovible delata una tensión interna adquirida, muy probablemente, desde la más tierna infancia. No es el primer caso de los últimos meses en que un “niño bien” (niña en este caso) deja por escrito su pataleta rabiosa por haberse ido en un arranque de soberbia y no haber sido ni reclamado ni echado de menos. La vida ha seguido tal cual, tras sus airosas despedidas y eso, querido Watson, les ha resultado muy doloroso. “Pero vamos a ver, ¡que soy yo, el/la imprescindible!, ¿no veis lo mal que os va sin mí?”. Este es el resumen de los libros a los que aludo. Y en todos los casos la respuesta es la misma: “Todo discurre exactamente igual sin ti, ni mejor ni peor. Eras una ficha más, perfectamente prescindible. A Rey muerto, Rey puesto”. Qué difícil de asimilar. Ni las clínicas más vips, ni los masajes, ni los mejores vinos ayudan a entender que no son la fiera que creían. Algunos están tratando de reinventarse en una segunda parte que no deja de ser un mal calco de la primera, y otras siguen convencidas de que con ellas España sería el Nirvana con una princesa rubia algo desgreñada como Atenea. Su Zeus seguro que ha tenido mucho que ver en esta aventura literaria. Demasiado tiempo libre…
Tras una imagen que podría incluso pasar por frágil y aniñada, y que se nota que se esmera en mantener -algo así como el juego del eterno Peter Pan, Campanilla más bien-, esta mujer tiene puño de hierro. Su acento extranjero tampoco ayuda mucho a entenderla como un bien de la tierra, y no es un comentario xenófobo, no me vale este argumento. Ella habla argentino, tiene ese acento tan fácil de reconocer y tan distinto al nuestro. Se sabe culta y lo es. Es una mujer bien formada, que ha demostrado holgadamente que sabe resolver las situaciones difíciles con argumentos adecuados, lucha por defender sus principios y es capaz de enfrentarse a quien sea, sin miedos de ningún tipo. La soberbia es buena consejera en este sentido. Pero de todos los bienes que ella sabe que tiene, al que se aferra con más fuerza es a su condición de aristócrata, algo que en política no ayuda mucho. ¡Qué contraste tan brutal con la llanura de Ayuso! ¿A alguien le interesa de qué extracción social exactamente viene la presidenta de la Comunidad de Madrid? No le hace falta, porque todas las capas sociales se identifican con ella. No pasa lo mismo con la rubia campanilla. Su altivez de clase es un lastre, que no ha sabido manejar, e insiste en ponerlo sobre el tapete, una y otra vez. Que sí, Cayetana, que además de todo (o, sobre todo) eres marquesa y muy superior, lo hemos entendido. Pero ahora, eso no es relevante, de verdad que no. Lo inminente es mantener un partido unido, evitar rencillas, y tu libro no sólo no ayuda, sino que pone de manifiesto por qué ya no estás entre ellos y por qué lo mejor que puede pasar por el bien de España es que ejerzas tu marquesado como mereces, entre paños bordados y fiestas de postín que eleven aún más esa Casa Fuerte.
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