Carta a Albert Rivera

Carta a Albert Rivera

Querido Albert,

Vaya día el del 10-N… Intuí tu dimisión el domingo, cuando saliste a valorar el resultado electoral de nuestro partido. El lunes, en algún rinconcito personal, deseé que no pronunciases esas palabras en nuestra sede de Madrid, pero los que hemos compartido tu trayectoria sabíamos que tu sentido de la responsabilidad iba a estar por encima de cualquier sillón.

Estos días nos vas a permitir que, sin restar un ápice a la autocrítica, seamos menos duros con nosotros mismos para digerir con calma el golpe de tu despedida. No somos máquinas, somos gente normal haciendo cosas extraordinarias; era así, ¿verdad? Ha habido muchas lágrimas, pero tu ejemplaridad nos obliga a levantar la cabeza cuanto antes para seguir trabajando por nuestro país. Eso, te prometo, es lo que vas a ver de nosotros.

Cientos de veces he repetido en mi cabeza que la política en ocasiones es injusta, pero no en los resultados, porque los votantes son siempre soberanos, pero sí en el trato. El precio de intentar cambiar las cosas, de no tener mochilas políticas y de modernizar España para convertirla de una vez en un país de presente y futuro para todos -con nuestros errores y aciertos-, ha sido sufrir los insultos y el cainismo de quienes tienen claro que vivir del statu quo actual o contra él les favorece, aunque a los españoles nos vaya cada vez peor.

Llevamos mucho tiempo sabiendo que este era el final que deseaban el sanchismo y sus compañeros de viaje. ¿A cambio de qué? ¿De volver a bloquear España y de fragmentar aún más nuestro Congreso? ¿De que el nacionalismo y los extremos hayan crecido en escaños y votos? ¿De que Pedro Sánchez se mantenga 10 minutos más en la Moncloa mientras deja a las familias, los autónomos, los emprendedores o los pensionistas solos frente a otra crisis económica?

Tú, que sientes un dolor especial por Cataluña -y sabes que yo también, como todos los que tenemos familia o amigos allí-, fuiste la razón por la que entré en política. Me convenciste de que merecía la pena luchar por la libertad, por acabar con la corrupción y el nacionalismo que destruyen todo lo que tocan, por exigir de una vez por todas la igualdad real entre hombres y mujeres, por defender sin complejos los derechos de los más vulnerables… Por dejar un país mejor a nuestros hijos. Ese es y seguirá siendo el motor que hará que me levante cada día con más fuerza que el anterior.

Sólo tengo palabras de agradecimiento hacia ti, porque me diste la oportunidad de hacer crecer este proyecto y me enseñaste muchas cosas, como que la libertad no se negocia y que la honradez es el único camino. Asumiremos los errores y nos levantaremos de nuevo para convencer a los españoles. Les debemos el construir con ellos el mejor proyecto para mejorar nuestra democracia.

Puedes dejar la primera línea tranquilo y orgulloso de haber impulsado un partido de centro liberal que ya gobierna para 20 millones de ciudadanos. Pero, sobre todo, has demostrado respeto, honradez, una enorme capacidad de trabajo y un sentido de Estado del que todos debemos aprender. Sólo te pido que no te vayas muy lejos, porque te voy a echar mucho de menos. Gracias por tanto, jefe. ¡Viva la libertad!

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