Cultura a golpe de cheque

Cultura a golpe de cheque

Es un hecho innegable que desde la creación del arte como concepto —aproximadamente a finales del siglo XV— al margen del mecenazgo de la Iglesia, los coleccionistas y mecenas privados han estado unidos a los artistas. Nombres como el de la familia Médici, que pusieron bajo su ala a Miguel Ángel, son un ejemplo de las grandes figuras impulsoras de las artes de su momento. Una costumbre que hoy, inmersos en una de las épocas más trepidantes en cuanto a lo que a mercado del arte se refiere, no ha desaparecido. Simplemente han cambiado de nombre.

Al igual que existen grandes obras de arte con precios astronómicos —como la vendida hace apenas un par de semanas de Jean Michel Basquiat por 110 millones de dólares— también existen obras que no pasan por subasta y que han sido adquiridas por los coleccionistas más exquisitos de todas partes del mundo. Keneth Griffin ha adquirido obras como Interchange de Willem de Kooning o nº17 A de Jackson Pollock por 300 millones cada una. Magnates como Steven A. Cohen adquirieron obras de grandes figuras del arte moderno como Picasso por 155 millones. Sin embargo, ocasionalmente encontramos figuras anónimas que adquieren obras de Andy Warhol —Silver Car Crash, 105 millones de dólares— o el Retrato de Adele Bloch-Bauer de Gustav Klimt por 87 millones. También encontramos coleccionistas más reconocibles como puede ser la familia real de Qatar que compró piezas de Munch o Paul Cézanne.

La mayoría son coleccionistas bastante consolidados y con un gusto refinado. También hay nuevos coleccionistas como el japonés Yusaku Maezawa. Últimamente está en boca de todos el millonario mexicano David Martínez, que adquirió una de las obras más famosas de Pollock por 140 millones de dólares americanos. Obras como estas son adquiridas principalmente por coleccionistas de países europeos o de Estados Unidos, pero cada vez más van surgiendo coleccionistas de otros focos, como pueden ser los países árabes, Asia o algunos países de América del Sur. Lo que está claro es que, para aquellos que adoramos el arte, estas obras están fuera de nuestro alcance, puesto que piezas de esta categoría se adquieren únicamente a golpe de cheques astronómicos.

Puede parecer algo conflictivo que piezas que representan un testimonio importante de la historia de la humanidad queden recluidas para la vista de unos pocos pero esto no siempre es así. Coleccionistas como el ya mencionado Keneth Griffin donó algunas de sus obras al Instituto de Arte de Chicago. De hecho, cada vez más los coleccionistas van haciendo donaciones a grandes instituciones. Así todos podemos disfrutar de ellas.

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