El mito de Cassandra

El mito de Cassandra

La libertad de expresión es un derecho propio de las democracias. El artículo 20 de la Constitución Española —esa que recibe elogios o descalificaciones según convenga— dice muy claramente que “se reconoce y protege el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. Bien es cierto que este mismo texto también dice, un poco más abajo: “Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos (…) y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”.

En el caso de Cassandra Vera, yo no veo que se falte a ninguno de estos derechos por haber contado varios chistes de discutible gusto sobre el asesinato del jefe de Estado de la dictadura franquista. La propia nieta de Carrero-Blanco ha dicho públicamente en reiteradas ocasiones que los tuits de Cassandra Vera no la humillan en absoluto. A partir de este llamamiento a la cordura por parte de Lucía Carrero-Blanco, uno puede darse cuenta hasta qué punto las leyes y los tribunales están matando moscas a cañonazos con el caso de esta chica. La resolución de un año de cárcel por unos chistes no puede más que remitirnos a la vergüenza de una ley propia de un Estado policial.

Históricamente, en España tendemos al exceso y a la exageración, pero organismos como la Audiencia Nacional deberían ser paradigma de equilibrio y sensatez a la hora de aplicar sentencias, y no incurrir en constantes contradicciones al condenar a esta tuitera a la vez que absuelve a Arkaitz Terrón por chistes similares. Ninguno de ellos debería estar condenado por hacer humor negro, dice muy poco de la calidad de nuestra democracia. La resolución parece aplicada por el propio gobierno de Franco.

Siendo estudiante de Historia, y habiendo elegido ella misma su nombre, doy por hecho que esta joven conoce el mito de Casandra —con una sola s—. En la mitología griega, Casandra fue bendecida por Apolo. El dios estaba enamorado de la joven y le concedió el don de la profecía a cambio de que ella se entregara a él, pero Casandra, una vez que empezó con las predicciones, decidió incumplir su parte del trato, por lo que Apolo la repudió, condenándola a que nadie creyera sus augurios. Casandra predijo que la llegada de aquel caballo de madera a Troya no traería nada bueno. Nadie la creyó. Tal vez Cassandra Vera, como César Strawberry, es sólo un augur que pronostica las deficiencias y la falta de sentido común de la ‘Ley Mordaza’. PSOE, Podemos y Ciudadanos deberían ponerse de acuerdo al menos en esto, y tal vez así pronto veamos modificada esta ley infame.

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