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El truco para que tu perro no se vuelva loco cuando va a saludar a otro con correa: lo dice un veterinario

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Sacar a pasear a nuestro perro no sólo es necesario  para su salud física y mental, sino también una oportunidad para socializar con otros animales y personas. Sin embargo, aunque muchas veces pensamos que dejar que nuestros peludos se saluden entre ellos es bueno, no siempre es así, especialmente si van atados. Muchos dueños desconocen qué hay que tener en cuenta antes de dejar que su perro interactúe con otro durante un paseo.

Es importante recordar que la educación de un perro no se limita a enseñarle dónde hacer sus necesidades o a respetar ciertas normas dentro del hogar. También abarca su comportamiento fuera de casa, en especial cuando se encuentra con otros perros. En este contexto, el adiestrador Tuire Kaimio, consultado por el portal finlandés Kotiliesi, hace una advertencia clara: no es buena idea permitir que los perros se saluden cuando están atados con la correa. Su razonamiento es sencillo pero revelador: el uso de la correa puede interferir en la comunicación natural entre los canes y aumentar el riesgo de tensiones o malentendidos.

¿Cómo llevar a un perro con correa?

Cuando dos perros se encuentran en libertad, pueden acercarse con mayor naturalidad, observarse, olerse y, si alguno no quiere el contacto, irse sin problema. La correa, en cambio, limita este margen de maniobra y puede hacer que un perro se sienta atrapado, sin posibilidad de escapar si se siente incómodo. Esta sensación puede intensificar su reacción, llevando a situaciones de tensión o incluso a enfrentamientos. Kaimio insiste en que es preferible que los perros se conozcan sin correa, en un entorno controlado como un parque canino, donde puedan explorar y comunicarse sin ningún tipo de restricción.

La entrenadora Liisa Tikka, también experta en comportamiento animal, complementa esta visión añadiendo que no todos los encuentros son adecuados, y que hay que observar el entorno y las circunstancias antes de permitir un saludo. Por ejemplo, si el cruce entre perros se da cerca de un carril bici o de una carretera, lo más prudente es evitar cualquier interacción. En estas zonas, el dueño suele acortar la correa por seguridad, lo cual restringe aún más el espacio del animal e impide que la situación fluya con naturalidad.

Tikka subraya la importancia de dar espacio a los perros cuando se les permite interactuar entre ellos. Una correa larga, por ejemplo, proporciona mayor libertad de movimiento y permite que ambos animales se acerquen y se observen sin sentirse forzados. Este tipo de encuentros se suelen desarrollar de forma más relajada y espontánea, reduciendo la posibilidad de que surjan conflictos.

Además, tanto Kaimio como Tikka coinciden en que los dueños deben aprender a leer el lenguaje corporal de sus perros. No todos disfrutan de la compañía de otros, y no todos los saludos entre ellos son necesarios o beneficiosos. Algunas señales como el cuerpo rígido, las orejas hacia atrás, el rabo entre las piernas o gruñidos bajos pueden indicar incomodidad o rechazo. En estos casos, lo mejor es evitar el contacto y continuar el paseo.

Otro factor a tener en cuenta es la personalidad del propio perro. Algunos son más sociables y tolerantes, mientras que otros pueden mostrarse más inseguros o territoriales, especialmente si han tenido malas experiencias previas. Obligar a un perro tímido o temeroso a interactuar con otro que se le acerca de forma efusiva puede generar una respuesta defensiva e incluso agresiva. Aquí entra en juego la observación del dueño y su capacidad para anticipar y gestionar este tipo de situaciones.

Además, los expertos señalan que incluso en zonas habilitadas para el esparcimiento libre de perros, como los parques caninos, es crucial observar cómo se desarrollan las dinámicas grupales. Un ambiente libre no siempre garantiza interacciones armoniosas. Algunos perros pueden mostrarse dominantes o invadir el espacio de otros, por lo que se requiere supervisión constante por parte de los tutores. Una mala experiencia en estos espacios puede dejar una huella emocional en el animal difícil de borrar.

La educación del perro y del dueño también debe ir de la mano. Las personas tienen que aprender a interpretar el comportamiento de su mascota y a actuar con responsabilidad frente a otros animales y personas. Un paseo relajado y respetuoso depende tanto de la actitud del perro como de la consciencia del tutor sobre lo que ocurre a su alrededor.

En definitiva, permitir que un perro salude a otro durante el paseo no es una cuestión de sí o no, sino de cómo, cuándo y en qué condiciones. Atender a las señales del propio animal, evaluar el entorno, usar el equipo adecuado y tener siempre presente que cada perro es diferente, son factores fundamentales para tomar la mejor decisión. La socialización no debe imponerse ni convertirse en una obligación, sino en una oportunidad positiva cuando se da en el momento adecuado y de la forma correcta.