Investigación
Crisis diplomática

Sánchez bloquea la relación entre los servicios secretos español y marroquí en alerta 4 antiterrorista

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha cortocircuitado las buenas relaciones entre los servicios secretos hispano-marroquíes cuando la fase de alerta en la lucha antiterrorista se encuentra en el “nivel cuatro reforzado” en una escala de cinco -un riesgo próximo a “muy alto”, lo máximo en el argot policial-, desde junio de 2015. El traspiés de La Moncloa con el traslado a un hospital de Logroño del líder del Frente Polisario ha sido calificado por los expertos policiales como una frivolidad que puede, incluso, agravar la tensión en las medidas de seguridad.

El Ministerio del Interior por medio de la Mesa de Valoración calibra periódicamente el nivel antiterrorista en función de las amenazas externas. El organismo evaluador, presidido por el secretario de Estado de Seguridad, está formado por representantes de Policía Nacional, Guardia Civil, CNI y Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO).

Esas cuatro instituciones del Estado que coordinan y desarrollan la lucha antiterrorista, centradas principalmente en el peligro yihadista, son las más afectadas tras la ruptura diplomática de Marruecos con España.  Se trata de los equipos policiales que mantienen un contacto directo con los servicios de información y de la Seguridad marroquí en el intercambio de información sobre las redes fundamentalistas y otras organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico o a la trata de inmigrantes.

Según fuentes de los servicios secretos, si el apagón informativo sobre las células yihadistas y el seguimiento a sus activistas más radicales perdurara de manera indefinida, la seguridad de España y Europa se vería afectada gravemente. No hay que olvidar que Marruecos fue el segundo país musulmán que más jóvenes -cerca de dos mil- aportó al Estado Islámico y que sus fundamentalistas, sobre todo de la zona de Tetuán, han aparecido en los atentados más cruentos.

El jefe de la inteligencia exterior de Marruecos (Dirección General de Estudios y de la Documentación-DGED), Yassine Mansouri, es quien controla la información que llega a Rabat de sus agentes en España y en otros países europeos, que viven infiltrados en mezquitas o en círculos yihadistas. El poder del omnipresente Mansouri está ligado a los años en que compartió clase con Mohamed VI en el prestigioso College Royal de la capital marroquí.

Las fuentes consultadas por OKDIARIO, no obstante, esperan que los contactos directos entre los segundos escalones policiales y de los servicios secretos sigan manteniéndose porque el flujo informativo en materia antiterrorista también beneficia a Marruecos. Pero aclaran: “Los marroquíes colaboran, pero jamás nos han permitido interrogar a los terroristas del 11-M que fueron detenidos en Marruecos”. Los atentados islamistas en Casablanca (2003) y Madrid (2004) fueron perpetrados por la misma célula yihadista.

Tropezar en la misma piedra

Las mismas fuentes recuerdan que para explicar la situación de bloqueo actual hay que remitirse a las consecuencias producidas tras un incidente similar que afectó gravemente a las relaciones entre Francia y Marruecos. En febrero de 2014, un grupo de agentes de la policía judicial parisina se presentó en la Embajada en París con una orden judicial de detención del jefe de la Dirección General de Seguridad Nacional (DGST) y de la Dirección de Supervisión del Territorio (DST), el general Abdelatif Hamouchi, que se encontraba de visita oficial en territorio galo. El magistrado lo acusaba de torturas tras ser denunciado por dos ex presos y un miembro del Polisario. El jefe de la Policía y de los servicios secretos marroquíes se resistió a su arresto mostrando su pasaporte diplomático y abandonó inmediatamente la capital francesa.

Aquel episodio, que afectaba al todopoderoso Hamouchi -el asesor personal de Mohamed VI en materia de terrorismo-, provocó una ruptura en las relaciones policiales entre Francia y Marruecos, situación que aprovechó España para crear el eje Madrid-Rabat y hacer de intermediario con Francia. Aquel privilegio le permitía coordinar la información reservada que proporcionaban los marroquíes.

A partir de ahí, fue tal el vínculo establecido con Hamouchi que fue condecorado por el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con la Cruz al Mérito Policial por los esfuerzos de Marruecos por mantener la seguridad en el mundo. Meses después, la ciudad de Marrakech organizó el Foro Mundial Antiterrorista en el que España hizo valer sus excelentes relaciones con Marruecos en materia de información anti yihadista.

Un ex comisario experto en la lucha antiterrorista recuerda a OKDIARIO su última visita a Rabat en 2017 donde la delegación española fue recibida por el mismísimo Hamouchi: “Algo impresionante. La sede central de la DST marroquí estaba ubicada en un palacio y los oficiales se cuadraban cuando se cruzaban por los pasillos con su director. Hamouchi no sólo hablaba perfectamente español, sino que además mostraba un gran conocimiento de nuestro país. No era un integrista porque, aunque los musulmanes estaban en Ramadán, nos sirvieron comida a los europeos. Entonces, la Policía española instruía a los agentes marroquíes en la escuela de Kenitra, pero ahora no sé cómo acabara todo esto. Al menos por un tiempo. Los marroquíes son ultranacionalistas y muy susceptibles con todo lo relacionado con el Sahara. Nosotros lo teníamos siempre presente”.

Si Hamouchi y Mansouri, al margen de la crisis actual, siempre demostraron una proximidad con sus vecinos del otro lado del Estrecho, ocurre todo lo contrario con el ministro del Interior, Abdeluafi Laftit que, en privado, siempre se refiere a España de manera despectiva. Se podría calificar como el halcón del régimen marroquí.

A partir del grave incidente en París con Hamouchi, España pasó a representar ante Rabat los intereses de los servicios de información franceses. Se producía toda una paradoja: la Francia que, durante años ochenta, proporcionaba con cuenta gotas la información que atesoraba sobre ETA, por primera vez, necesitaba a España para su seguridad interior.

Pero los franceses recuperaron pronto su posición de fuerza. Por encima de todo, prevalecían los intereses crematísticos de Marruecos. Francia significa para el propio monarca Mohamed VI su segunda “patria” aunque sea en materia económica. No sólo dispone de un castillo a 75 kilómetros de París, sino que hace un año adquirió un palacio por 80 millones de euros en el centro de la capital gala, a diez minutos andando de la Torre Eiffel.

Además, el cerebro de sus finanzas, André Azoulay, también reside en la capital parisina. El asesor e inversor financiero de Mohamed VI fue el gran artífice de que el rey alauí figurara en la revista Forbes, ya en 2007,  como el séptimo monarca más rico del mundo, por delante de Alberto de Mónaco e Isabel II.

Saber para vencer

Ese pesimismo llega tras el cortocircuito provocado por el Gobierno de Sánchez y la ruptura diplomática anunciada por el Gobierno de Rabat. Los servicios secretos españoles, cuyo lema es “saber para vencer”, seguirán contando con sus delegaciones y su telaraña de agentes repartida por Ceuta, Melilla, Rabat, Casablanca, Tánger y Tetuán, entre otros puntos estratégicos, pero el apagón informativo durará varios meses.

Algo similar le sucederá a la Policía y la Guardia Civil, que siempre han mantenido unas excelentes relaciones con la Seguridad alauí que también controla Hamouchi. El Ministerio del Interior dispone de delegados en Rabat y en las principales ciudades marroquíes, que intercambian información sobre terrorismo, narcotráfico y tráfico ilegal de personas.

Madrid y Rabat desde hace años mantienen un pacto no escrito por el que los funcionarios de Mohamed VI nos proporcionan información privilegiada sobre esas tres lacras que castigan a Europa, mientras España impide que la oposición al régimen alauí -tanto violenta como pacífica- instale en territorio español sus bases para incomodar los intereses de Marruecos. De ahí, la respuesta tan desproporcionada y peligrosa de Rabat tras conocer la presencia en España de Galhi.

Alexander de Marenches, jefe de los servicios secretos franceses durante los mandatos presidenciales de Pompidou y Giscard d’Estaing y amigo personal de Hassan II y Juan Carlos I, definía a los dos monarcas en sus memorias “Secretos de Estado” como “los guardianes del estrecho de Gibraltar”. Incluso, animaba a ambos a “unir los dos continentes con un enlace fijo, puente o túnel” que, según el “rey de espías galo”, había desunido Hércules, en un momento de cólera, en referencia a la leyenda mitológica.

Hassan II y el jefe del espionaje francés conde de Marenches ya no viven para presenciar de cerca el conflicto fronterizo en Ceuta entre España y Marruecos. Sin embargo, Juan Carlos I, que seguirá el conflicto puntualmente a través de la televisión desde su exilio en Abu Dhabi, seguramente se hará la siguiente reflexión: “Conmigo y con mi hermano Hassan no habría estallado la crisis hispano-marroquí en Ceuta ni Ghali estaría en un hospital de Logroño. Con tan sólo una llamada telefónica mía a Rabat habría quedado todo resuelto”.

La directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Paz Esteban, de 62 años -38 de ellos destinadas en el Centro-, debería haber seguido los consejos del conde de Marenches antes de plegarse al dictado de Sánchez. Seguro que guarda en su biblioteca uno de sus ejemplares como libro de cabecera. El jefe del espionaje francés  -todo un icono de la inteligencia internacional del siglo XX- aconsejaba a sus homónimos: “El director general nunca tiene que agradar… Me viene a la memoria una frase del mariscal De Villars a Luis XIV: ‘Majestad es muy difícil servir y complacer a la vez’”.

Y esas últimas palabras se las tendría que recordar Paz Esteban al presidente Pedro Sánchez cada vez que despache con él en La Moncloa y, mucho más, cuando pase revista a informes de sus espías en tierras magrebíes.  La jefa del espionaje español que, según su currículum oficial elaboró como analista algunos informes sobre el atentado en Madrid del 11-M, debería conocer el protagonismo que tuvo Marruecos en la génesis y comisión de la matanza de Atocha. La mayoría de los terroristas procedían de la otra orilla del Estrecho, aunque residían en Madrid desde hacía años. Incluso, habían sido investigados durante la operación Dátil tras los atentados del 11-S en Estados Unidos y tras el atentado de Casablanca.

La misma lección debería aprender el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que entre 2019 y 2020 realizó siete viajes oficiales a Marruecos. El responsable de los agregados policiales en la Embajada española de Rabat y en otros puntos del país magrebí debería leer lo que escribe Marenches sobre los casos del general golpista Mohamed Ufkir y del ex jefe de los servicios secretos marroquíes, Ahmed Dlimi: “No tenemos que inmiscuirnos en los detalles de la política interior de un país porque eso afectaría la amistad que mantenemos a nivel de países y gobiernos”.