Iglesias se queda con las ganas porque solo le apoyan los independentistas y los proetarras
Pablo Iglesias ha recibido el rotundo rechazo del Congreso a su moción de censura a Mariano Rajoy. La propuesta ha sido tumbada por 170 votos en contra (PP, Ciudadanos, UPN, Foro y Coalición Canaria), 97 abstenciones (PSOE, PDeCAT, PNV y Nueva Canarias) y únicamente 81 votos a favor, los del propio Unidos Podemos, más ERC, Bildu y Compromís. La de Unidos Podemos ha sido la tercera moción de censura de la democracia, y la tercera fracasada.
Iglesias ha visto confirmada de esta forma la muerte anunciada de una moción que no sumaba, ni de lejos, la mayoría absoluta (176 escaños) que se requiere para su aprobación. Pero, más allá, la imagen del Parlamento votando en contra de la censura ha evidenciado la absoluta soledad parlamentaria de Podemos y, en consecuencia, que no existe a día de hoy mayoría alternativa a Rajoy.
Que la moción se aprobase o no era lo de menos para Pablo Iglesias. El líder de Podemos fió a esta estrategia tres objetivos: reconciliarse con sus propias bases, desgastar al Ejecutivo y reivindicar el liderazgo de la oposición. Ninguno de esos propósitos parece cumplido.
Rajoy se refuerza
Paradójicamente, el presidente del Gobierno ha sabido revertir la iniciativa para reforzarse. Como ya avanzó OKDIARIO, Rajoy no esquivó el debate con Iglesias y protagonizó con el líder de Podemos un agrio ‘cara a cara’. Rajoy reprochó a Iglesias el presentar a sabiendas una moción fallida con la única finalidad de alimentar su show parlamentario, y le recordó por qué no debe ni puede gobernar: porque en definitiva, le resumió Rajoy, su gobierno sería «letal» para los españoles.
Es más, el jefe del Ejecutivo recordó a Iglesias que las urnas ya le habían censurado en dos ocasiones. “Los españoles no quieren que usted los gobierne y lo han dicho con claridad cada vez que se han manifestado al respecto», le espetó en un momento del debate. Hay más razones, consideró Rajoy, para que Iglesias no esté en La Moncloa: su «sobreactuación indignada», su «palabrería», su «obsesión por dividir» o su intención de gobernar para una minoría. «No puede gobernar quien pide perdón por no pegar a los fachas», ironizó el presidente.
También, añadió Rajoy, porque el líder de Podemos es incapaz de defender la «soberanía» del Estado y aclarar cuáles son sus verdaderas intenciones para Cataluña, la celebración de un referéndum ilegal de independencia. Rajoy retó a Iglesias con una pregunta: «¿Todos los españoles tienen derecho a decidir sobre lo que quieren que sea su país?». Y la respuesta cayó en saco roto.
Sin salirse del guión, Podemos empleó la moción para desgastar al Gobierno en su flanco débil, los escándalos de corrupción. En un discurso largo y tedioso, primero Irene Montero, y después Iglesias, el partido se centró en el diagnóstico de un Ejecutivo «con amigos en la cárcel» y cómplice con los jueces.
Iglesias tardó más de una hora en ofrecer alguna propuesta, pese a que el reglamento de la moción indica claramente que la intervención del candidato tiene por finalidad exponer su programa de gobierno. De las 11 medidas contra la corrupción, siete-como la ley de financiación de partidos o acabar con el secreto bancario-ya están aprobadas, o en trámite de serlo.
Con Cataluña, Iglesias despejó sus cartas: «Convencer a los catalanes para que se queden, pero sin imponer nada». Lo que viene a ser, le reprochó después Rajoy, «un referéndum para la secesión de España».
Cómplice con el PSOE
Iglesias aprovechó la segunda sesión, este jueves, para buscar la complicidad del PSOE y se encontró con un partido profundamente receloso de su oferta de acuerdo. El secretario general de Podemos mutó el tono para, en un discurso edulcorado y hasta cursi en ocasiones, tender puentes con el partido al que, en su día, acusó de estar manchado de cal viva.
El portavoz socialista, José Luis Ábalos, defendió la abstención y reprochó a Iglesias que utilizase la moción para derribar a su partido. Como era previsible, le recordó también que hace un año «tuvo una oportunidad estupenda» para relevar a Rajoy del Gobierno. Ábalos se mostró dispuesto a buscar acuerdos con Podemos para «desmontar las medidas más injustas y lesivas» del Gobierno, pero aclaró las diferencias con Podemos. Sobre todo, en la cuestión catalana. El portavoz defendió una solución pactada y «en los límites de la ley» e Iglesias le recordó que Sánchez prometió en campaña la idea de un Estado plurinacional.
El líder de Podemos pretende un acuerdo que, en cualquier caso-y como ya sucedió hace un año-excluye a Ciudadanos. Con Albert Rivera protagonizó Iglesias uno de los intercambios dialécticos más duros del debate en el Congreso.
El presidente de Ciudadanos marcó las fronteras que, en la nueva política, le separan de Iglesias y le acusó de no hacer propuestas, de repetir medidas y finalmente, de pretender la «demolición de España». «Me da más miedo su incompetencia que su ideología», le espetó en un momento dado. Rivera dibujó a un Podemos extremista e instó a Iglesias a reflexionar por qué solo ha logrado recabar el apoyo de ERC y Bildu.
En su réplica, el líder de Podemos se empeñó en presentar a Rivera como un producto de márketing político, un «vendedor de productos bancarios», que trabaja «para que nada cambie».
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