Un estudio del Ministerio rebate a Montero: quienes no se sienten ni hombre ni mujer rechazan el «todes»
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Un estudio encargado por el Ministerio de Igualdad rebate a Irene Montero. La ministra insiste en usar el lenguaje del «todos, todas y todes» pero, sin embargo, una encuesta oficial a 2.000 personas de toda España que no se sienten ni hombre ni mujer revela que el uso exclusivo de la terminación «-e» es minoritaria en el cómputo global de ese colectivo.
«Un 35% de las personas indica que hace un uso indiferente de los pronombres; seguido de un 19% que hace un uso alterno del pronombre ella y elle; un 15%, de él y elle; mientras sólo un 9% afirma utilizar el pronombre elle de manera exclusiva», recoge el estudio por el que el Ministerio ha pagado 15.000 euros . «A lo largo de los grupos de debate focales y las entrevistas individuales, también se abrieron debates sobre el uso del lenguaje neutro que revelaron que no existe un criterio unificado», admiten los autores.
El estudio encargado por el equipo de Irene Montero, de 133 páginas, consultado por OKDIARIO, refleja varios testimonios de este tipo de personas. Muchos de ellos reconocen que no les convence el «elle». «En el masculino es donde me siento más cómodo, estoy acostumbrado y ni siquiera tengo necesidad de cambiar mi nombre, esa no es mi forma de abordar mi condición no binaria. No me siento mal si me tratas en neutro, de ningún modo, pero estoy acostumbrado en masculino», expone uno de los encuestados.
«Yo, la verdad, es que no suelo usar mucho el pronombre no binario con -e, porque me resuena bastante raro en la cabeza gramaticalmente y sí que funciono con el respeto. Si me respetas, si me tratas bien, usas mi nombre, que mi nombre es lo que de verdad me identifica, bien. A la hora de hablar no tengo un género que me afecte o no, la verdad, prefiero el femenino, la verdad, si tengo que elegir, pero no sé…», coincide otra persona interrogada.
«A veces el masculino, a veces el femenino, de forma peculiar el neutro, personalmente lo que intento es evitarlo siempre que me sea posible» y «En realidad me da igual que la gente utilice cualquier pronombre», son otros de los testimonios.
«Empiezo a permitirme explorar con la -e, y ahora mismo, la verdad es que, por comodidad, suelo usar el masculino, porque hablar con conceptualizaciones propias a mí no me cuesta, y a lo mejor en ciertos entornos como el profesional es muy fácil, pero sales de ahí y la gente no sabe. Entonces, para mí es mucho más cómodo usar el masculino, que no hay problema, que usar el neutro», apunta otro encuestado. «El neutro lo suelo usar en espacios más de confianza, espacios activistas, donde sé que no va a haber ningún problema, ni la gente va a cortocircuitar, y el masculino en mi día a día porque es lo más fácil, lo más cómodo», agrega.
Otra persona profundiza: «Me genera conflicto cuando las personas utilizan el término no binarie con la -e, porque a veces, me da la sensación de que intentamos a todas las palabras ponerles la -e cuando en nuestro lenguaje ya hay palabras que no están marcadas por el género».
«4 iluminadas»
El estudio también hace hincapié en que nombrar a estas personas como «no binarios» no es correcto. Apuestan por «no binaries». No obstante, tampoco hay consenso en eso. «Yo digo también ‘no binarie’, pero también digo que no me gusta nada el término. Porque una vez más, fueron cuatro iluminadas de Estados Unidos que dijeron no binaria, en negativo. Y no hemos debatido como sí hicieron en América latina. No me gusta nada el término, pero lo uso para que me entiendan».
En otra ocasión, un participante en el estudio admite que la -e le genera problemas. «Es frustrante que no te reconozcan y que te estén constantemente cuestionando. Que no respeten tus pronombres y se mofen de ti por usar el vocabulario y pronombres neutros. O porque fluctúas entre géneros y no lo entiendan», apostilla otro.
Discriminación
La investigación del equipo de Irene Montero encargada a la empresa 4Motion Systemic muestra igualmente que el 80% de las personas ni hombre ni mujer se ha sentido discriminada en su entorno familiar y la mayoría de ellos identifica los entornos educativos, sanitarios y laborales como los más hostiles. Esa incomprensión empieza por la propia familia, ámbito en el que sólo el 19% de los encuestados asegura haber encontrado apoyo y comprensión, y se extiende también al entorno académico, sanitario y laboral.
Un 55% de las personas encuestadas ha rechazado o pospuesto acudir a servicios sanitarios, el 65% ha experimentado discriminación en el acceso a espacios públicos y un 80% en las relaciones familiares. El 95% de este colectivo tiene menos de 35 años.
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