Puig se radicaliza y da la espalda a las concesiones de la sanidad y educación valencianas
El debate sobre el estado de la Comunidad Valenciana ha puesto de manifiesto la debilidad de Ximo Puig frente al ala más extrema del PSPV–PSOE y sus socios nacionalistas de Compromís. El presidente regional ha radicalizado su discurso, lo que demuestra que la batalla interna del socialismo valenciano la están ganando los radicales de izquierda, y ha utilizado como chivo expiatorio el sector de las concesiones, sin cuya participación el gobierno autonómico no sería capaz de prestar servicios básicos como la sanidad o la educación.
«El presidente valenciano es prisionero de su debilidad personal entre los socialistas y en un gobierno bipartito (PSPV-PSOE con Compromís) pero que además, necesita el apoyo de Podemos para aprobar cualquier iniciativa», señalan fuentes parlamentarias a OKDIARIO.
De ahí que durante el debate que debería marcar la política de su gobierno para el próximo curso, no sólo no reconociera que la gestión pública de sus consejeros es un auténtico caos, que no ha cumplido ni una sola promesa de las realizadas en ese mismo foro hace año y que los valencianos están cada vez más molestos con sus decisiones.
Es que, además, dio un paso adelante en la constatación de que la Comunidad Valenciana navega hacia un horizonte que tiene demasiado en común con la Cataluña de hace 15 años: ataque a la iniciativa privada, bloqueo de inversiones, subida de impuestos (tasa turística e impuesto de sucesiones entre otros) y ir coartando la libertad de sus ciudadanos para expresarse en cualquiera de las lenguas oficiales, con la progresiva obligatoriedad del uso del valenciano en Educación, Justicia, Función pública, Cultura, etc.
Sorprendió a muchos cuando en su primera intervención dio por finiquitadas las concesiones sanitarias del modelo Alzira –hospitales públicos de gestión privada que funcionan con buenos resultados desde hace 20 años– y los conciertos en Bachiller para Educación. Pero es que además, insistió en promesas que ya ha demostrado, una vez superado el ecuador de su legislatura, que no es capaz de cumplir: construcción de nuevos hospitales, reforma de instalaciones obsoletas, eliminación de barracones en colegios, reducción de listas de espera en Sanidad o saneamiento de las cuentas públicas
Por no poder, no ha podido ni mantener en buenas condiciones algunas de las infraestructuras heredadas. El pasado miércoles, día del discurso del presidente valenciano, se confirmaba que la Ciudad de la Justicia, epicentro de los juzgados de toda la Comunidad Valenciana, seguirá prácticamente cerrada al menos una semana y, por tanto, todos los procesos judiciales paralizados, como consecuencia de un incendio que se produjo el pasado domingo y que tardó en contenerse porque no sonaron las alarmas ni se activaron los protocolos como correspondía.
Y mientras en el parlamento valenciano el presidente Puig confirmaba que, pese al informe del Síndico de Cuentas y los informes de gestión de la propia Consejería de Sanidad que avalan el modelo Alzira es acabar como más eficiente, que ahorra gasto a la administración y presta un servicio con un mayor grado de satisfacción entre los pacientes, reconocía que seguirá enviando pacientes a hospitales privados –y pagando mucho más por ellos– y en la mayor parte de las intervenciones, donde las listas de espera superan los 12 meses.
Por otro lado, mientras continúan los recortes en prestaciones educativas y sanitarias para los ciudadanos, la consejera más polémica del Gobierno valenciano, Carmen Montón, se corta el pelo, dice, por una buena causa. Las redes sociales echaban humo este fin de semana tras la iniciativa: “menos dar el pelo y más dar la cara”.
De hecho, son muchas las asociaciones de enfermos de cáncer afectadas y enfadadas con la consejera de Sanidad por su persecución a todo lo privado. Bueno, hay excepciones. Se está trabajando en un nuevo modelo de concierto con el IVO; está en marcha un más que caótico concurso para la externalización de la diálisis, y falta por ver qué ocurre con el contrato de las resonancias magnéticas de la Comunidad Valenciana, cuyo retorno a la público también fue anunciado hace unos meses pero que extrañamente no fue mencionado por el Molt Honorable President en su discurso. Y esto es raro, raro, raro.
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