Iglesias tendrá que renunciar a sus principios sobre la banca pública para seguir en el gobierno
El vicepresidente del Gobierno ya no da la batalla con la exigencia de renacionalizar Bankia y echar a Goirigolzarri con la que se plantó en las elecciones hace solo diez meses. Su reacción este viernes ha demostrado que tragará sin muchos aspavientos una vez más con lo que le imponga Nadia Calviño.
Pablo Iglesias ya no quiere una banca pública. No entra en sus planes dar la batalla por ella si eso supone la más mínima fricción con el Gobierno. El vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 es consciente de que su única supervivencia política pasa por seguir acudiendo cada martes al Consejo de Ministros. Y acepta su nueva derrota frente a la vicepresidenta y ministra de Economía Nadia Calviño con el pragmatismo de un padre de familia que tiene que pagar la hipoteca y sabe que de ello depende de seguir cobrando su nómina pública.
No hace ni diez meses que tomar el control de Bankia y echar a José Ignacio Goirigolzarri eran líneas rojas para Iglesias, como mostró en el programa electoral de Podemos para las elecciones del 10 de noviembre pasado, donde se mencionaba expresamente la destitución «con carácter inmediato» de ‘Goiri’.
Sin embargo, este mismo viernes, tras conocerse la operación adelantada en primicia por OKDIARIO, de que Caixabank y Bankia se fusionarán y que el banco público, lejos de ser controlado por el Estado, pasará a serlo por los gestores del banco catalán, la respuesta de Iglesias ha sido tan tibia que casi ni se ha oído.
En Twitter, el vicepresidente no ha hecho ninguna mención a Bankia y se ha limitado a retuitear unas declaraciones muy suaves de su delegado económico, Nacho Álvarez, donde decía que la fusión «era una noticia preocupante para la economía española».
Acabamos de conocer la posible fusión de Bankia y CaixaBank. Es una noticia preocupante para la economía española, por los siguientes motivos:
— Nacho Álvarez (@nachoalvarez_) September 4, 2020
Ex Podemos sí lo critican
De hecho, para ver la suavidad con la que Iglesias y su entorno tratan una operación de la que no fueron informados ni tampoco se les pidió permiso, basta ver cómo han enfocado la misma operación sus antiguos socios anticapitalistas, gente como Teresa Rodríguez, la líder de la extrema izquierda en Andalucía.
«Es un despropósito que ahora Bankia se vaya a manos privadas tras ser rescatada y saneada por el Estado», dijo la anticapitalista, que rompió con Podemos hace tiempo al no estar de acuerdo con Pablo Iglesias.
Es un despropósito que ahora Bankia se vaya a manos privadas tras ser rescatada y saneada por el Estado
Deberíamos usar Bankia para impulsar políticas sociales y no favorecer el nacimiento de otro gran banco privado, favoreciendo aún más la concentración de riqueza#BankiaPublica— Teresa Rodríguez ۞ (@TeresaRodr_) September 4, 2020
Es una privatización encubierta de Bankia, rescatada con el dinero de todos los españoles. Es una irresponsabilidad que nos hace financieramente más frágiles. El Gobierno-más-progresista-de-la-historia puede evitar esta concentración oligopólica. ¿Es que no hemos aprendido nada?
— Íñigo Errejón (@ierrejon) September 4, 2020
Lejos quedan los días en los que el vicepresidente del Gobierno sacaba a pasear el ‘tramabús’ por las calles de España y se paraba junto a la sede de Bankia en la Plaza de Castilla de Madrid para sacar rédito político de la caída del banco heredero de las cajas de ahorro -Caja Madrid y Bancaja principalmente- que tuvo que ser rescatado con 23.000 millones de dinero público en el año 2012.
En aquellos momentos Iglesias usaba el caso Bankia y su desastre de gestión previo a 2012 como trampolín político para capitalizar el enfado de la ciudadanía con esta operación pésima para las cuentas públicas. Sin embargo, ahora el vicepresidente pierde de nuevo ante Calviño, como ocurrió con la reforma laboral, que Podemos pactó con el PSOE en el Congreso y con EH Bildu para eliminar íntegramente, pero que la gallega y ex funcionaria de rango en Bruselas planteó como una auténtica línea roja, llegando incluso a poner la continuidad de la reforma laboral del PP como condición para su propia continuidad en el Gobierno.
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