Un churro, un euro: la economía entra en barrena
El IPC se dispara hasta el 7,6% en febrero y registra su tasa más alta desde 1986
España necesita vender 200.000 millones de deuda este año con su principal comprador (BCE) en retirada
Masacre eléctrica: el mercado prevé que el precio de la luz seguirá por encima de 450 euros/MWh en junio
El dueño de una churrería de Alcalá de Henares (Madrid), desesperado, asegura que la subida de la luz, del aceite de girasol y de la harina le ha metido en pérdidas. Y que no le va a quedar más remedio que subir el precio de los churros, que no descarta que lleguen al euro por unidad. Un auténtico disparate nunca visto pero que ilustra, como botón de muestra, no sólo el IPC disparado que ya tenemos, sino que lo peor está por llegar. La CEOE ya trabaja con un escenario de que la inflación supere el 10%.
Y es que se nos está quedando un país precioso. La luz, la gasolina (el diésel ya alcanza los 2 euros por litro) y los alimentos están ya por la nubes -atención al pollo-, y más que van a subir, lo que perjudica especialmente a las rentas más bajas… y a los autónomos y pymes, que están hundidos porque no pueden absorber toda esta escalada de sus suministros y no tienen más remedio que trasladarla a sus precios y arriesgarse a una caída de la demanda. Que es lo que tiene toda la pinta que va a ocurrir: la estanflación (estancamiento económico con inflación), el peor escenario económico posible que España no vivía desde las crisis petroleras de los 70, está llamando ya a la puerta.
Es cierto que esta situación no es exclusiva de nuestro país, sino que es global, provocada por la invasión de Ucrania y las sanciones económicas impuestas a Rusia. Pero también lo es que aquí la crisis ya había comenzado bastante antes del conflicto y que, como es habitual, somos los peores de la clase: el IPC ya está por encima del de nuestros socios europeos y lo mismo ocurrirá con el paro -que aún no se ha recuperado de la pandemia- cuando el PIB se venga abajo.
Empieza el levantamiento social
A todo esto, el Gobierno de Pedro Sánchez está tocando el violón, como siempre. Pues va a tener que salir de su ensoñación de que la economía se está recuperando y de que España va bien. Y va a salir de golpe esta misma semana con el paro que ha convocado una plataforma del transporte que, aunque es minoritaria, puede bloquear infraestructuras clave como las de CLH (los combustibles), los puertos o los mercados mayoristas como Mercamadrid o Mercabarna. Ya ocurrió en 2008. No estaríamos hablando de subida de precios, sino de riesgo de desabastecimiento. Palabras mayores.
Y ojo, que pretenden provocar un levantamiento social al estilo de los chalecos amarillos franceses (de hecho, van a ir vestidos así). Esto puede ser una bola de nieve a la que se sumen los agricultores -que han convocado una macromanifestación el próximo domingo-, los pescadores -varias flotas ya están amarradas porque les cuesta dinero salir a pescar-, la industria intensiva en electricidad, la construcción y pongan ustedes todos los sectores que quieran. El cabreo del pueblo, que ya venía desde los desastrosos efectos económicos del covid, es mayúsculo. La gente ya no aguanta más. La peor pesadilla de un Gobierno.
Por si todo esto fuera poco, esta semana Sánchez ha sufrido un enorme mazazo que se lo puede llevar por delante incluso antes que el descontento popular. El BCE ha anunciado que reducirá sus compras de deuda pública a partir de mayo… cuando nos ha comprado todos los bonos que ha emitido España desde 2020, y tenemos que colocar 200.000 millones este año porque nuestro país es el que más ha aumentado su deuda en la pandemia (un 26,3%). ¿Cómo lo vamos a hacer? ¿Quién nos va a financiar con este panorama?
Reducir el gasto público ni se plantea
Pero en Moncloa lo siguen fiando todo al maná de fondos europeos, e incluso se plantean pedir más dinero todavía. Sí, servirán para mitigar un poco la que se avecina -si es que alguna vez el Gobierno los empieza a repartir, que esa es otra-, pero no bastarán para evitar la crisis. Y lo que hace falta de verdad, ni se plantea: una reducción radical del gasto público para embridar nuestro desbocado déficit público Por cierto, en un raro ataque de lucidez, María Jesús Montero ha descartado subir impuestos con la que está cayendo, aunque no se fíen; si el déficit vuelve a crecer, como tiene toda la pinta, se lo replantearán. Y lo que tampoco se plantean es bajárselos a la luz o a la gasolina pese al desmadre de los precios.
Volviendo al gasto público, de momento, el Ejecutivo va en dirección totalmente contraria a la sensata, como buen kamikaze: esta semana, lejos de hablar de ajustes, ha aprobado un plan de 20.319 millones, que se dice pronto, para que los reparta la economista mejor preparada del gabinete, Irene Montero. Para echarse a temblar. Para que se hagan una idea, eso es lo que recaudan los impuestos a los carburantes en dos años.
Es el precio que paga Sánchez con nuestro dinero para agotar la legislatura. Aunque hay quien dice que podría aprovechar precisamente la debacle para acometer los necesarios recortes, lo que provocaría la salida de Podemos del Gobierno y le forzaría a convocar unas elecciones anticipadas que pueden salvarle la vida con un PP en horas muy bajas tras su nuevo intento de suicidio colectivo. Podría ser. Pedro Sánchez es un inútil y no tiene principios, pero es el mejor salvando a Pedro Sánchez.
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