Análisis

China no puede más con la guerra comercial: busca frenar las tensiones con diálogo

Xi Jinping, presidente de China y Donald Trump, presidente de EEUU, en el G20 @Getty
Xi Jinping, presidente de China y Donald Trump, presidente de EEUU, en el G20 @Getty

La escalada proteccionista que ocupa, diariamente, las portadas de los principales diarios económicos suscita el miedo en muchas economías que, por su estructura económica, se ven más expuestas ante un deterioro del escenario comercial. Economías como China o Alemania, las cuales poseen gran parte de su PIB muy supeditado al sector exterior y el buen avance de la globalización, muestran una desaceleración más intensificada, llegando a bordear, en el caso de Alemania, una recesión cada vez más inminente.

Y es que, China, uno de los principales afectados, y protagonista, de la batalla comercial ya no aguanta más la exposición que está acabando con su economía. La economía china, que ya preveía una desaceleración en sus elevados ritmos de crecimiento económico, ha mostrado una variación del PIB muy pesimista, pues si observamos los registros y hacemos una lectura de lo cosechado, está en su peor nivel de los últimos 30 años. Una situación forzosa para un país con grandes objetivos económicos.

China, desde comienzos de los años 90, ha estado pisando el acelerador en sus crecimientos. Durante esa década, la economía china registró un promedio de crecimiento cercano al 10%. Un promedio que se hundió en el año 1998 y 1999, cuando China atravesaba la crisis asiática, retomando nuevamente el dinamismo del PIB a finales del año 1999, año en el que la economía china comenzó a crecer a un ritmo promedio del 9% entre la década 1999-2010. Una década de grandes logros que facilitó el crecimiento de una economía que lograba la libertad tras años de represión, que culminaron en el 70, con la muerte de Mao.

A partir del 99, China comenzó a registrar niveles de crecimiento muy distantes en el contraste con otras economías. La economía asiática, que había estado controlada durante muchos años por el dictador y que, con la liberalización, conseguía adoptar las reformas necesarias que, posteriormente, le convertirían en la segunda economía del mundo. Un gran impacto de unas reformas que le llevaron a pasar de una representación en el PIB asiático del 16% en los años 90, a una representación cercana al 40% en el 2010. Un crecimiento precedido por las intenciones de un gobierno que pretendía, como objetivo prioritario, duplicar el PIB en el país para 2020, reduciendo los niveles de desigualdad y pobreza en el país.

Aunque el gigante asiático haya ido gestando una desaceleración desde el 2010, la guerra comercial, dada la gran apertura de China en el mercado internacional y que gran aporte le ha dado a su economía, ha provocado que, ante la fuerte caída en la demanda global y la gran ralentización de las exportaciones y el comercio, el PIB del país asiático se haya visto lastrado por debajo de las expectativas. Unas expectativas que ya contaban con un registro en los crecimientos cercanos al 6%, y que, con el paso del tiempo, los reajustes han ido situando las previsiones por debajo del umbral mencionado.

El sector exterior en China representa un gran peso del PIB nacional. Concretamente, cerca del 40% del PIB chino se encuentra supeditado al sector exterior. De ese PIB, cerca del 20% del mismo se encuentra supeditado a la exportación de bienes y servicios, condicionando que una paralización y un mal funcionamiento de las mismas pueda lastrar el PIB fácilmente. Por otro lado, en un contexto global, las exportaciones de bienes y servicios representan el 57% del PIB mundial, de acuerdo con los datos que recogía en 2018 el Banco Mundial, lo que, ante la ralentización, no solo la economía china se ve afectada, pues el mundo también sufre la paralización de uno de los principales agregados al crecimiento y el desarrollo económico global.

Pese a las continuas reuniones entre ambos mandatarios en las diversas cumbres realizadas, siendo la última la del G7, en Francia, el Gobierno Chino no ha conseguido alcanzar esa tregua comercial definitiva con los Estados Unidos. Para Trump, la supremacía del gigante asiático en los mercados internacionales y el gran superávit obtenido, frente al déficit comercial que registraba Estados Unidos, es una situación preocupante. Una situación que el presidente norteamericano pretende llevar hasta el extremo, exigiendo la cesión de China en aquellas prácticas que los Estados Unidos consideran injustas.

Ante esto, las continuas sanciones que se han ido aplicando a los productos asiáticos han continuado reforzándose con las continuas baterías arancelarias que Washington ha ido aplicando a los productos de origen chino, llegando a imponer tarifas al 96,7% de los productos exportados con destino a los Estados Unidos. Una situación que pone de manifiesto la dificultad de lograr un acuerdo entre ambos países ante el gran deterioro que han sufrido las relaciones bilaterales entre ambos países, que se encuentra en su peor momento desde la Smooth-Hawley Tariff Act de 1930.

Por parte del Gobierno Chino, la situación se hace insostenible, rogando a los Estados Unidos una tregua comercial y paralizando todas las propuestas arancelarias que preparaba el país para hacer frente en la nueva batalla tras la cumbre del G7. Pese a que Estados Unidos sigue levantado en armas, preparando la aprobación de los nuevos aranceles adicionales a los productos chinos, China ya ha mostrado, nuevamente, su postura cordial y de diálogo entre la negociación de las que, hasta ahora, han sido –y son- las dos principales economías del mundo. Una postura que, desde Pekín, esperan que cale en Donald Trump, impidiendo que las tensiones sigan en aumento.

China, la más perjudicada

La economía china no quiere continuar con una guerra comercial que, como saben, afecta más a su economía que a la estadounidense. Además, Estados Unidos, en su relación bilateral con México, ha suplido las importaciones colocando al país azteca como su nuevo y principal socio comercial, mientras se desarrollan las negociaciones con China. Una situación que ha llevado a otros países, como se preveía, a beneficiarse del suceso y ganar terreno en los mercados internacionales.

Sin embargo, desde China se espera una reacción positiva por parte de Estados Unidos ante esta nueva cesión, en busca de una relajación en las tensiones comerciales.

El escenario comercial, en resumen, está sacudiendo a la economía en su conjunto y, como decíamos, existen economías que, por su mayor exposición, viven una mayor intensificación de la desaceleración. China sabe de sobra quién está siendo el gran perdedor en esta guerra comercial e insta a Estados Unidos a adoptar una postura negociadora de cara a no seguir afectando los interés chinos y, como comentaban en la rueda de prensa, los interés globales.

Sin embargo, la pelota ahora está en el tejado de Trump, donde la situación es mas ventajosa y donde, muy probablemente, continuarán tensando la situación hasta lograr que el gigante asiático, cada vez más debilitado, acepte los requerimientos de Washington, poniendo fin, esta vez sí, a la guerra comercial.

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