Manita de trámite
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Fue una goleada gris. Una goleada de trámite. Una goleada prosaica, lograda más por la inercia que por el fútbol. El Real Madrid se deshizo del Legia de Varsovia en una faena de aliño, con precisión quirúrgica pero sin brillo. Los goles cayeron por su propio peso, como un borracho que anda dando tumbos por la calle. Después de la exhibición del Villamarín, el equipo de Zidane volvió a mostrar su versión más apática y desabrida. Sólo Morata y Lucas Vázquez, que entraron en el segundo tiempo, fueron capaces de espabilar al equipo y darle un poco de vértigo al juego de su equipo.
Apenas tres retoques daba Zidane al once que se la sacó en el Villamarín. Danilo concedía un merecido descanso a Carvajal en el lateral derecho, James volvía al equipo en lugar de Kovacic y Marco Asensio entraba por Isco, aclamado por crítica y público tras su exhibición ante el Betis. Marco Asensio, sí, un muchacho de 20 años que debutaba con el Real Madrid en su competición fetiche: la Copa de Europa.
Partía el Legia como víctima propiciatoria. Muchas crónicas ya estaban escritas con tinta de goleada antes de empezar el duelo. Parecía lógico. Pero de salida se topó el Real Madrid con el muro de Varsovia. Ni que a los polacos los entrenaran Maguregui y Clemente juntos. A la salida de un córner, cómo no, crearon los de Zidane su primera ocasión clara, pero el remate en escorzo de Varane rebotó en Cristiano Ronaldo.
Una pérdida incomprensible de Kroos provocó una inesperada contra del Legia, que culminó Jodlowiec con un disparo defectuoso y centradito. Repitieron susto los polacos con un tiro Odjidja que repelió el palo derecho de Keylor Navas. El Real Madrid, que llegaba al área rival más sobrado que Marc Márquez en MotoGP, se tomaba el partido con la intensidad de un entrenamiento. Cualquier parecido con la actitud del Villamarín era pura coincidencia.
Zidane empezaba a ponerse nervioso, como Melendi en un avión. Su equipo era tan superior que estaba cometiendo errores de distensión. El riesgo era mínimo porque el partido era como un combate de boxeo entre Mike Tyson y Mikel Iceta. No había color por mucho que los blancos jugaran al trantrán.
Al cuarto de hora, casi por inercia, cayó el primero del Real Madrid. Fue una jugada de Bale arrancando desde la derecha. Digamos que un calco al gol de Isco pero desde el otro lado. El galés recibió en banda, se fue haciendo hueco hacia el dentro y acabó sacándose un zurdazo que se coló junto al palo derecho de Malarz. La lata estaba abierta.
Un duelo desigual
El segundo fue en el 19. Benzema se internó por la izquierda tras una diagonal de Asensio. Remontó hasta la línea de fondo y asistió a Marcelo, que marcó el segundo tras una carambola en un defensor polaco de cuyo nombre no puedo acordarme. Pero el Real Madrid seguía empeñado en darle emoción a un duelo sin historia, así que Danilo hizo un penalti tan tonto como innecesario y el Legia hizo su golito. Lo marcó Radovic, que engañó a Keylor.
No hilaba juego el Madrid, quizá con demasiados futbolistas en el área y pocos acompañantes a Kroos. Aun así le valía para acumular un sinfín de llegadas. El fútbol era algo impreciso, pero tampoco hacía falta mucho más. Después de otro sustito del Legia provocado por un despiste de Bale, llegó el tercero del Real Madrid. Era el minuto 35. Danilo remontó por la derecha y asistió al área a Cristiano Ronaldo. El luso, que podía haber rematado a gol, vio la llegada de Marco Asensio y se la puso al chico para que marcara en su debut en Champions. Bien por CR7.
Al descanso brillaba el 3-1 en el electrónico y en la reanudación el Legia salió dispuesto a repartir estopa. Atacaba el Real Madrid en busca de la goleada perdida. Pero lo hacía con un juego deslucido y deslabazado. Demasiados jugadores esperándola al pie y muy pocos moviéndose entre líneas. Zidane se hartó y metió de golpe a Morata y Lucas Vázquez por Bale y James Rodríguez. Buscaba más intensidad, más trabajo, más alma. Y lo hicieron.
Apenas llevaban tres minutos en el campo cuando Morata penetró por la izquierda en una maniobra propia de extremo puro y puso el centro al área donde apareció como un avión Lucas Vázquez. El gallego, que es un jugador de un valor impagable por su compromiso, empaló una volea que se coló entre las piernas de Malarz. Zizou había vuelto a revolucionar al equipo con los cambios.
Lucas y Morata espabilan al Madrid
Lucas y Morata devolvieron el ímpetu al Real Madrid, que encerró al Legia en su área. Que cayeran más goles sólo parecía cuestión de tiempo. También metió Zidane a Kovacic por Asensio, desfondado porque le tocó trabajar por él y por todos sus compañeros, o al menos por muchos que dimitieron de correr.
Pero apenas quedaban ya diez minutos para el final del duelo, que se iban pasando a un ritmo lánguido, como el resto del partido, hasta que otra aparición de Morata en ataque provocó el quinto de los blancos, que marcó el propio canterano. Fue el tanto con el que el Real Madrid selló una goleada de trámite.
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