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GANÓ EN EL 'INFIERNO DEL NORTE'

Peter Sagan devora la Roubaix con un ataque épico a 60 kilómetros

Peter Sagan se ha hecho con su monumento más codiciado. El tricampeón del mundo de ciclismo ganó su primera Paris-Roubaix, la carrera de los adoquines, firmando una exhibición de antaño. El eslovaco atacó a 60 kilómetros de meta dejando atrás a todos los favoritos, cazó a la fuga y se jugó el triunfo en el sprint con Dillier para levantar los brazos en el mítico velódromo.

Sagan leyó a la perfección la carrera y atacó cuando y donde debía aprovechando un despiste del equipo dominante Quick Step. Luego su valentía, unida a la falta de entendimiento atrás, hicieron el resto para ponerle un toque épico a un triunfo que se labró siendo el más fuerte del día.

En los primeros kilómetros de la prueba se estuvieron probando diferentes intentos de fuga que fueron neutralizados, hasta que varios competidores, entre los que se encontraba el español Marc Soler (Movistar Team), consiguieron una ventaja de hasta 8 minutos con el pelotón.

El recorrido, uno de los más conocidos de todo el calendario, contaba también con la entrada del bosque de Arenberg, recorrido calificado como ‘Infierno del norte’, en el que hay dos kilómetros solo de adoquines, y en el que muchos corredores, como Soler, se vinieron abajo, perdiendo sus posibilidades de cara a la victoria final.

Las caídas también fueron una constante durante toda la carrera. En una de ellas, algunos de los favoritos a la victoria final, Geraint Thomas, Martin y Kristoff, tuvieron que retirarse a consecuencia de los golpes producidos. El grupo posteriormente se dividió en tres: la cabeza de carrera, los perseguidores, liderados por Stybar, y el pelotón.

Después de una de las caídas, el ciclista belga Micchael Goolaerts, del Verandas, sufrió un paro cardíaco. El corredor tuvo que ser reanimado con un desfibrilador, y posteriormente fue trasladado a un hospital cercano.

Tras casi 100 kilómetros de escapada, finalmente se redució la ventaja entre los escapados y el pelotón, estando a poco más de 20 segundos entre los grupos de cabeza de carrera. Sagan estaba al acecho, esperando cualquier oportunidad que se le presentase y alcanzando a la escapada. A menos de 60 kilómetros para el final, tomó el mando de la prueba y comenzó a tirar del resto.

Van Avermaet lideraba el grupo perseguidor, y era el único que podía discutirle la prueba a Sagan, pero el ritmo del campeón del mundo era imposible de seguir. El corredor del Bora iba avanzando para llegar al velódromo de Roubaix, meta de la carrera, con un ritmo infernal, con la intención de una llegada en solitario al final. Solo el suizo Dillier (AG2R) le aguantaba el paso, aunque con dificultades.

Finalmente, teniendo al grupo perseguidor a más de un kilómetro, la batalla estaba entre Dillier y Sagan. En el velódromo, el eslovaco tiró fuerte y, en su séptima participación, se hizo con una de las pocas clásicas que le faltaban a su extenso palmarés.