Curiosidades
Barcelona

El negocio que no para de crecer en Barcelona y que pone los pelos de punta a los vecinos

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Pasear por Barcelona ya no es lo que era. En muchas esquinas donde antaño se respiraba el aroma de pan recién horneado y se hablaba con el tendero de toda la vida, hoy uno se encuentra con locales impersonales, casi idénticos entre sí. La ciudad está atravesando una metamorfosis silenciosa que altera profundamente su tejido comercial, su esencia y la relación de sus habitantes con el espacio urbano. Las jubilaciones de pequeños comerciantes y la falta de relevo generacional en Barcelona han dejado vacíos que rápidamente han sido ocupados por otro tipo de negocio: uno más rentable, más estandarizado y mucho menos arraigado al barrio.

A esta transición natural se suma el efecto arrasador del turismo masivo y la presión inmobiliaria. El precio de los alquileres para locales comerciales ha aumentado considerablemente, y en ese contexto, ciertos modelos de negocio han encontrado la fórmula perfecta para expandirse sin freno. Uno de los más notables (y también más polémicos) es el de las panaderías con cafetería, conocidos como «hornos con degustación». Esta modalidad se ha convertido en protagonista de un fenómeno que está cambiando el alma de los barrios barceloneses.

El negocio que prolifera en Barcelona

En apenas una década, el número de panaderías-cafetería en Barcelona se ha multiplicado por cuatro. En 2013 apenas se contabilizaban unos 80 establecimientos de este tipo; hoy ya superan las 300. Este auge no es casual ni espontáneo, sino que responde a una lógica de mercado donde prima la eficiencia, la estandarización de procesos y la rentabilidad a corto plazo. Las grandes cadenas como 365 Café, Granier o Santa Gloria han sabido aprovechar el cambio de hábitos de consumo, la búsqueda de comodidad por parte de los clientes y la facilidad para acceder a locales que quedaron vacíos tras el cierre de negocios tradicionales.

Del horno artesanal a la franquicia en serie

Uno de los aspectos más críticos de esta transformación es la pérdida del oficio tradicional. Los obradores han desaparecido de muchos barrios, y con ellos se va la figura del panadero artesano que conocía a sus clientes por su nombre y sabía qué tipo de pan quería cada uno. En su lugar, entran dependientes de cadenas franquiciadas que operan bajo reglas estrictas de merchandising. Lo que se gana en homogeneidad y rapidez, se pierde en identidad y calidez.

Este modelo de negocio, además, resulta extremadamente rentable en Barcelona. No requiere demasiada mano de obra especializada, los productos duran mucho, ya que en su mayoría son ultraprocesados y congelados, y los márgenes son amplios, especialmente en los productos de cafetería. Para los fondos de inversión que están detrás de muchas de estas cadenas, esto representa una fórmula casi perfecta: bajo coste operativo, alta rotación y ubicación estratégica.

Impacto en el tejido social y comercial de los barrios

Pero esta «eficiencia empresarial» tiene consecuencias para la vida de barrio. El reemplazo de comercios tradicionales por franquicias de panadería-cafetería está transformando el paisaje urbano y homogeneizando la oferta comercial. Donde antes había diversidad, ahora se repiten los mismos letreros, las mismas vitrinas con croissants congelados y cafés con leche servidos en vasos de cartón.

La preocupación entre los vecinos no es infundada. Las asociaciones de residentes denuncian que este tipo de negocios, aunque legales y perfectamente adaptados a las normas urbanísticas, contribuyen a acabar con la vida de los barrios. Se pierde el comercio de proximidad que sostenía relaciones humanas, creaba comunidad y daba empleo a personas del barrio.

El papel del turismo y el encarecimiento de los locales

El turismo tiene un papel central en esta ecuación. Barcelona es una de las ciudades más visitadas de Europa, y con la llegada de millones de visitantes al año, los locales con alta rotación y productos de consumo rápido se vuelven mucho más rentables que un negocio especializado.

Este fenómeno ha llevado a que muchas panaderías-cafetería elijan ubicaciones estratégicas en zonas turísticas, desplazando a los comercios tradicionales. El aumento del alquiler de locales comerciales es otra pieza clave del rompecabezas. Los propietarios prefieren alquilar a cadenas con solvencia financiera garantizada antes que a pequeños emprendedores o negocios familiares.

La respuesta institucional

El Ayuntamiento de Barcelona es consciente de la situación, pero también se enfrenta a sus propios límites legales. Mientras los establecimientos cumplan con las ordenanzas municipales, resulta difícil imponer restricciones. Las licencias para este tipo de negocio son fáciles de obtener, ya que se enmarcan dentro de la categoría de panadería con degustación, un concepto que no requiere mayores trámites que cualquier otro comercio alimentario.

Frente a esta realidad, diversas entidades vecinales han empezado a movilizarse. Piden al consistorio políticas más firmes de protección al comercio local, incentivos para que los jóvenes puedan retomar negocios familiares y limitaciones a la expansión de cadenas franquiciadas. También reclaman una revisión de los criterios de concesión de licencias y una fiscalidad más justa que favorezca a los pequeños frente a los gigantes de la franquicia.