Un médico alerta sobre las sartenes que usamos todos los días: puedes estar en peligro y no lo sabes
Durante mucho tiempo, las sartenes de teflón han sido las protagonistas indiscutibles de la cocina. Permiten freír alimentos sin que se peguen y utilizar menos aceite, lo cual es un gran punto a favor de la limpieza y la salud. Sin embargo, detrás de esa practicidad, se esconde una preocupación cada vez más extendida: los posibles efectos de los compuestos químicos de la superficie antiadherente. En 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) promovió la suspensión del uso de algunos de estos compuestos, como el perfluorooctanoico (PFOA), tras clasificarlo como tóxicos y potencialmente cancerígeno.
En la misma línea, el cardiólogo Aurelio Rojas advierte de que incluso un simple rasguño en una sartén de teflón puede liberar miles de partículas microscópicas. «¡Cuidado con tus sartenes de teflón! Investigaciones recientes han descubierto que un simple rasguño en una sartén de teflón puede liberar millones de partículas microplásticas y químicos tóxicos, como los compuestos perfluoroalquilados (PFAS), conocidos como los «químicos eternos». ya que no se degradan fácilmente en el medio ambiente ni en el cuerpo humano. Esto significa que una vez que entran en el agua, suelo o el cuerpo, pueden permanecer allí durante años
Recientes investigaciones corroboran que están presentes en la sangre del 99% de las personas a las que se analiza. Estos compuestos están vinculados a varios problemas de salud graves, como cáncer, infertilidad, trastornos hormonales, problemas inmunológicos y efectos negativos en el desarrollo infantil», señala en una publicación en su perfil de Instagram.
¡Cuidado con las sartenes que utilizas a diario!
El origen del teflón se remonta al año 1938, cuando un químico de la empresa DuPont lo descubrió de manera accidental. Su nombre científico es politetrafluoroetileno (PTFE) y rápidamente se hizo muy popular en el ámbito industrial por su resistencia al calor, a la corrosión y, sobre todo, por su capacidad antiadherente. A mediados del siglo XX, a alguien se le ocurrió trasladar esas características al mundo culinario. En poco tiempo, las sartenes recubiertas de teflón se convirtieron en un fenómeno global.
Para fabricar el teflón y darle sus propiedades antiadherentes se utilizan sustancias químicas conocidas como PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas). Estos compuestos no se degradan fácilmente ni en el medio ambiente ni en el cuerpo humano, razón por la cual se les ha bautizado como los «químicos eternos».
El problema es doble. Por un lado, si una sartén se raya o se somete a temperaturas muy altas, puede liberar partículas microscópicas que pasan a los alimentos y, de ahí, al organismo. El estudio citado por Aurelio Rojas advierte de que un simple rasguño en una sartén de teflón puede liberar hasta 9.000 partículas de microplástico tóxico.
Aunque todavía se necesitan más estudios para comprender todos sus efectos, cada vez hay más investigaciones que vinculan la exposición prolongada a PFAS con problemas de salud graves. Entre los riesgos que señalan los expertos se encuentran:
- Cáncer: varios estudios epidemiológicos han observado un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer, como el de riñón y el de testículo.
- Trastornos hormonales: los PFAS pueden actuar como disruptores endocrinos, interfiriendo en el funcionamiento normal de las hormonas.
- Infertilidad: algunos trabajos han encontrado correlaciones entre altos niveles de PFAS en sangre y dificultades reproductivas, tanto en hombres como en mujeres.
- Problemas inmunológicos: la exposición crónica puede debilitar la respuesta del sistema inmunitario, haciendo al organismo más vulnerable frente a infecciones.
- Retraso en el desarrollo infantil: se ha observado que los niños expuestos en el vientre materno pueden presentar alteraciones en el crecimiento y el desarrollo cognitivo.
Impacto en el medio ambiente
Más allá de la salud, el problema de los PFAS es que, una vez se liberan al agua o al suelo, permanecen durante décadas. Estudios en ríos europeos y estadounidenses han encontrado concentraciones de estos compuestos que superan los límites considerados seguros.