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Parece de película pero es real: la NASA halla una molécula que solo produce la Tierra en un planeta a 124 años luz

Una reciente observación realizada por el telescopio espacial James Webb detectó una molécula que, en la Tierra, solo se produce por actividad biológica. El hallazgo tuvo lugar en un planeta fuera del sistema solar, que orbita una estrella enana roja y presenta condiciones que podrían permitir la existencia de agua en estado líquido.

Aunque no se trata de una prueba definitiva de vida extraterrestre, este descubrimiento marca un paso significativo en la investigación científica sobre la posibilidad de vida más allá del planeta Tierra.

¿Qué molécula exclusiva de la Tierra halló la NASA y en qué exoplaneta?

El planeta K2-18b, ubicado a 124 años luz de la Tierra, ha vuelto a ser centro de atención científica tras la publicación de un estudio en Astrophysical Journal Letters. La molécula que han encontrado, gracias a los datos obtenidos por el telescopio espacial James Webb, es dimetil sulfuro (DMS).

En la Tierra, el DMS tiene un único origen conocido: la actividad biológica. La observación no representa una confirmación de vida fuera del sistema solar, pero plantea interrogantes relevantes.

Por su parte, este planeta fue descubierto en 2015 por el telescopio Kepler, y orbita una estrella enana roja en un sistema dentro de la Vía Láctea. Su posición dentro de la llamada zona habitable lo convierte en un objeto de estudio recurrente.

Investigaciones previas ya habían sugerido que su atmósfera podría contener océanos de agua líquida y compuestos como dióxido de carbono y metano. Sin embargo, el hallazgo más llamativo hasta la fecha es la detección de dimetil sulfuro.

¿Qué es el dimetil sulfuro y por qué es importante para los investigadores?

El DMS es una molécula que en la Tierra se genera únicamente a través de procesos biológicos, especialmente por el deterioro de fitoplancton marino y microorganismos acuáticos. No se conocen mecanismos abióticos capaces de producirla de forma natural en nuestro planeta.

Por esta razón, su posible presencia en K2-18b ha llamado la atención de la comunidad científica internacional.

La investigación liderada por el astrofísico Nikku Madhusudhan, de la Universidad de Cambridge, no afirma categóricamente que el DMS esté presente, sino que existen indicios consistentes con su existencia en la atmósfera del exoplaneta.

Para ello, se utilizó el espectrómetro de infrarrojo medio del telescopio James Webb, acumulando más de ocho horas de observación adicional. También se baraja la posibilidad de que la señal detectada corresponda a una molécula similar, como el dimetil disulfuro (DMDS).

Dudas, limitaciones y siguientes pasos ante el hallazgo de esta molécula

El propio Madhusudhan ha insistido en la cautela al interpretar los resultados. La detección de una sola molécula con posible origen biológico no es suficiente para confirmar la existencia de vida.

Otros expertos coinciden en que el hallazgo necesita verificaciones adicionales. En particular, la comunidad científica plantea tres interrogantes clave antes de considerar esta molécula como una biofirma concluyente:

Según la astrofísica Sara Seager, incluso si se respondiera afirmativamente a las dos primeras preguntas, la tercera es la más difícil de resolver debido a las limitaciones actuales para estudiar exoplanetas. Aun así, el descubrimiento se considera un estímulo para mejorar las metodologías y expectativas en futuras investigaciones.

K2-18b: un planeta peculiar con océanos y atmósfera rica en hidrógeno

K2-18b tiene un diámetro aproximadamente dos veces y media mayor al de la Tierra y completa una órbita en solo 33 días. Su cercanía a la estrella que orbita, combinada con una atmósfera rica en hidrógeno, sugiere que podría tratarse de un mundo hycean, un término que fusiona hydrogen y ocean.

El modelo atmosférico sugiere la posible existencia de un océano profundo bajo una densa capa de gases. Estas características han renovado el interés en este tipo de planetas, poco representados en nuestro sistema solar.

La existencia de moléculas orgánicas en este tipo de entorno sería un paso significativo en la búsqueda de condiciones compatibles con la vida.

La Universidad de Cambridge, en un comunicado, ha matizado que no se puede descartar que una reacción química aún desconocida sea la responsable de generar estas moléculas en la atmósfera del planeta. En todo caso, la observación constituye una evidencia que invita a seguir investigando.

Desde NASA se ha emitido un mensaje institucional en el que se señala que la detección de biofirmas es una tarea compleja que requiere muchas horas de observación por planeta. Además, la evolución de las atmósferas y estrellas complica aún más la interpretación de resultados. Según la agencia, ningún hallazgo individual constituye por sí solo una prueba de vida.

Un ciclo de entusiasmos y desilusiones para la astronomía

La búsqueda de señales biológicas en otros planetas ha estado marcada por múltiples episodios de entusiasmo seguido de desilusión. Desde las teorías sobre canales en Marte hasta experimentos en sondas como Viking, la ciencia ha demostrado que las interpretaciones prematuras pueden desorientar.

Por suerte, el telescopio James Webb, en funcionamiento desde 2022, representa un salto tecnológico en la capacidad de análisis espectral a gran distancia.

Sin embargo, incluso con instrumentos de esta envergadura, los datos siguen siendo limitados. No es posible observar directamente a K2-18b, y la información se deduce a partir de la alteración del espectro de su estrella durante los tránsitos planetarios.