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EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Ravel vs Turina, con Chabrier de observador

El pianista británico de ascendencia surcoreana Hyung-Ki Joo interpretó el 'Concierto para piano' de Ravel como solista en Bellver bajo la dirección de Joji Hattori

En la segunda parte aguardaba el temperamento español sin intermediarios: Joaquín Turina

‘Estius Simfònics’ regresa al Castillo de Bellver

Joji (pronúnciese yoyi) Hattori es desde los tiempos de José Ramón Bauzá el principal director invitado de la OSIB. Desde el 2014 ha pasado a ser el director habitual en el Concierto de Año Nuevo. De un tiempo a esta parte acostumbra a asomarse al Castillo de Bellver durante el ciclo Estius Simfònics. Tiene su club de fans entre el público de la Simfònica, sus incondicionales vaya.

Una de sus principales aportaciones, tal vez la única, ha sido acercarnos el afamado espectáculo cómico-musical de la pareja de virtuosos, Igudesman & Joo, siendo A Little Nightmare Music su espectáculo más conocido y el más celebrado también. Creo recordar así de memoria que fue el 2020 el año que se presentaron en el Festival de Pollença para darnos a conocer ese espectáculo en la versión reducida (piano y violín), pero no fue hasta el año 2022 su regreso a Palma y esta vez para presentarnos en Bellver A Little Nightmare Music en su versión completa acompañados por orquesta.

Es probable que no fuera casual, porque la mujer de Pablo Mielgo estudió en la escuela de Yehudi Menuhin, siendo compañera de Alexei Igudesman. Una de las aportaciones principales de Mielgo, que también nos viene de los tiempos de José Ramón Bauzá, es echar mano de su impagable agenda. El hecho es que el año pasado pudimos disfrutar del espectáculo al completo y situándose en la tarima Joji Hattori. Este año tocaba ir un poquito más allá, invitando esta vez al pianista británico de ascendencia surcoreana Hyung-Ki Joo para ejercitar su condición de solista liberado de su bis cómica.

El programa de mano parecía estar diseñado con tiralíneas atendiendo a sus recorridos. De nuevo con Joji Hattori subido a la tarima. Me atrevo a decir que el verdadero guiño del programa era finalizarlo con España, que es la obra más conocida del compositor francés Emmanuel Chabrier. De hecho, la única. Estamos ante una rapsodia para orquesta, escrita después de viajar a España durante unos meses. Cuaderno de impresiones en definitiva, aunque maravilloso cuaderno de impresiones que viene a conectar con el inicio del concierto en la noche del jueves 20 de julio. ¿Por qué?

Intentaré razonarlo, aunque sea una simple especulación. Veamos. Chabrier escribió su rapsodia España en 1833. Maurice Ravel nacería 42 años más tarde y habiendo sido discípulo de Chabrier, al componer en 1899 Pavana para una infanta difunta, que no deja de ser una obra de juventud, acabaría reconociendo que estaba demasiado influenciada por Chabrier. De inicio, hablamos de una composición para cuarteto de laúdes, no bien acogida, y que en 1910 Ravel decidió hacer la versión orquestal. Recordemos que la obra de Chabrier respondía a su fascinación por España, lo que ocurrirá de nuevo, solo que en este caso hablando de Ravel, para quien su partitura era el intento de plasmar la imagen de una infanta española bailando como en los cuadros de Velázquez. Así que tenemos principio y final, abrazados.

Siguiendo con el tiralíneas si Chabrier compuso después de viajar a España es igualmente cierto que Ravel compuso el Concierto para piano, acabada su exitosa gira por los Estados Unidos. De ahí que el jazz esté presente en buena parte del recorrido. Pero antes, dibujándose la pavana, esa danza del siglo XVII que inspiró a Ravel la escritura de un protocolo real.

Para interpretar el Concierto para piano de Ravel regresaba Hyung-ki Joo, ahora para ejercer de solista. Estuvo sublime en sus intervenciones.
En la segunda parte aguardaba el temperamento español sin intermediarios: Joaquín Turina, como el temperamento cierto, no prestado. La oración del torero (1925) responde en cierto sentido a una revelación que solamente es perceptible por quien entiende la tauromaquia. Una intimidad que le llevó a escribir la partitura para cuarteto de laúdes, ampliándole a finales de 1926 a orquesta de cuerdas, del mismo modo que Ravel transcribió en definitiva su pieza para piano solo (Pavana) para la versión orquestal en 1910.

Otro que tal, Chabrier, derivando su composición a rapsodia sinfónica.

En definitiva, un recorrido de duelos, entre Maurice Ravel y Joaquín Turina, dejando para el final la concreción de Chabrier: España. Imagino que en un futuro regresará Alexei Igudesman para ratificar lo hecho por Hiung-Ki Joo: que más allá del show, estamos ante solistas de gran envergadura.