Los monos sabios
No es exagerado afirmar que el suelo patrio, España, está hoy impregnado de procesos judiciales que afectan, mayoritariamente, al PSOE. A los casos de corrupción ya conocidos se suman otros nuevos casi a diario, brotando como setas -esclata-sangs, que dirían en Mallorca—. Aparecen nuevos nombres, nuevos implicados, detenidos, procesados, presos o pendientes de juicio. Sin embargo, hay una pieza que aún no ha sido cazada: Pedro Sánchez.
Este presidente, mentiroso, traidor y autócrata, insiste en presentarse como quien nada sabía, nada veía y nada oía. Los tres monos sabios, originarios de la filosofía china, convertidos en coartada política. Para Sánchez, Ábalos, Cerdán, Koldo, Aldama, Leire, Alonso y tantos otros -incluidos su hermano y su esposa, Begoña Gómez- son poco menos que perfectos desconocidos. Resulta difícil concebir una jeta más resistente que la de este personaje que nos toca padecer: un bandolero de la política, aupado en su partido mediante prácticas turbias, votos introducidos tras una cortina y un desprecio absoluto por la ética democrática.
Junto a él aparece otro actor imprescindible de esta degradación moral: José Luis Rodríguez Zapatero, moviendo los hilos de una red paralela de intereses y corrupción vinculada al narcorrégimen venezolano y a negocios opacos en China, Panamá o la República Dominicana. Hidrocarburos, telefonía, oro, el rescate de Plus Ultra… Demasiadas sombras para seguir hablando de coincidencias.
Conviene recordar que nuestro Código Penal también conoce a sus propios monos sabios: el autor, el cómplice y el encubridor. Son autores quienes cometen el delito directamente, por medio de otro, inducen a cometerlo o cooperan de forma necesaria. Cómplices, quienes colaboran de manera no esencial. Encubridores, quienes sin haber participado ayudan a eludir la acción de la justicia ocultando pruebas o facilitando la fuga.
Será la justicia, y solo ella, quien determine las responsabilidades penales. Pero el sentido común jurídico -ése que no necesita toga- empuja a pensar que resulta contra natura que Pedro Sánchez no esté ligado, de un modo u otro, a alguna de estas categorías penales. Y no deja de ser irónico que, siendo tan aficionado a China, haya adoptado con tanto fervor la actitud de sus monos sabios.
Schopenhauer, pesimista lúcido, sostenía que la mentira es intrínseca al ser humano, que el intelecto se usa para disfrazar la voluntad y esquivar verdades incómodas. Pero también advertía de algo esencial: la verdad siempre se impone, aunque antes sea ridiculizada, negada y combatida.
Y aquí es donde llegamos al punto decisivo. Si en España se acepta que una contradicción tan evidente -una realidad judicial desbordante y un presidente que finge ignorancia absoluta- puede convivir sin consecuencias, entramos de lleno en el principio de explosión: cuando la lógica se rompe, todo vale; cuando una contradicción se tolera, el sistema entero colapsa. La política deja de ser razón y se convierte en detonación.
Confío en que el tiempo, las investigaciones y la justicia impongan la verdad de estos monos sabios penales. Porque si no sucede, si la lógica de la razón no prevalece, el resultado no será solo nefasto: será la voladura controlada -o quizá no tanto- del Estado de derecho.
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