El trabajo conjunto de anatomopatólogos y hematólogos ayuda a tener un diagnóstico más riguroso de los linfomas y las leucemias
La Fundación Jiménez Díaz organizó recientemente una nueva edición de sus jornadas anuales “Lymphoma/Leukemia, diagnosis for targeted therapy 2022”, que se celebran desde 2017 con los objetivos de abordar en profundidad temas de interés relacionados con las neoplasias hematológicas y destacar la relevancia de integrar a los profesionales responsables del diagnóstico con los hematólogos clínicos.
En esta ocasión, el encuentro giró en torno a las nuevas clasificaciones de este tipo de neoplasias publicadas hace unos meses y ofreció, además, la posibilidad de analizar casos clínicos complejos, con la participación de centros de toda España, que fueron abordados desde un punto de vista morfológico, fenotípico y genético.
Las neoplasias hematológicas son todas las enfermedades que afectan a los precursores que residen en la médula ósea, que son los que dan lugar en condiciones normales a las distintas células maduras de la sangre, los glóbulos rojos o hematíes, los blancos o leucocitos y las plaquetas. Dentro de estas, los linfomas y las diferentes clases de leucemias son las patologías más conocidas a nivel general y en las que “se reconocen formas de comportamiento crónico y otras de carácter muy agresivo, siendo en conjunto un grupo de neoplasias muy diversas en cuanto a su origen celular y su comportamiento clínico”, explica la Dra. Pilar Llamas Sillero, jefa del Servicio de Hematología y Hemoterapia del hospital madrileño.
En los últimos años se ha registrado un importante avance en la fase de diagnóstico de las neoplasias hematológicas gracias a la descripción de sus alteraciones genéticas, que permiten realizarlo con mayor precisión, lo que posibilita a su vez conocer el pronóstico y, en muchos casos, adaptar el tratamiento del paciente. “De ahí la importancia de la patología molecular como herramienta de diagnóstico”, apunta la hematóloga.
En el mismo sentido, el Dr. Miguel Ángel Piris, especialista del Servicio de Anatomía Patológica de la Fundación Jiménez Díaz, principal organizador del simposio y uno de los investigadores más destacados en el estudio y diagnóstico de los linfomas a nivel internacional, reiteró que “la patología molecular ayuda, tanto en las neoplasias mieloides como en las linfoides, a establecer un diagnóstico más riguroso”.
Unas declaraciones que la Dra. Llamas completó indicando que “el Comité Asesor Clínico (CAC) para neoplasias hematológicas acepta la existencia de al menos 120 tumores distintos derivados de células hematopoyéticas y variantes definidas mediante diagnóstico molecular”.
Retos en el abordaje de la enfermedad
Para la jefa del Servicio de Hematología y Hemoterapia del centro hospitalario, el principal reto en este ámbito es, sin duda, la individualización de la terapia. Cada paciente y cada enfermedad deben ser tratados de manera individualizada, por lo que es esencial la adecuada selección de la terapia y procedimiento a seguir. “Para definir con exactitud ante qué paciente nos encontramos, hay que valorarle de forma sistemática y periódica” indicó la hematóloga, tras mencionar que “para conocer mejor la biología de la enfermedad en cuestión, es necesario el desarrollo de técnicas diagnósticas cada vez más sensibles (test genéticos y moleculares) y, a la vez, perfeccionar las clasificaciones que nos permitan establecer correlaciones pronósticas fiables.
Por otra parte, hay pacientes que no responden correctamente, o como deberían, a los tratamientos, por lo que se requiere el desarrollo de nuevos mecanismos de acción y mejores esquemas de mantenimiento para prolongar la supervivencia, principalmente basados en la inmunoterapia y la terapia celular. “Se trata de utilizar elementos del sistema inmunitario para que se conviertan en aliados frente a las células tumorales”, apunta.
Es el caso de los anticuerpos biespecíficos o las células CAR-T, que se emplean ya en patologías como el linfoma y la leucemia linfoblástica aguda, y cuyo auge está aumentando el número de patologías para las que podrán emplearse en el futuro. En esta línea -dijo-, también se tiende a “la utilización de los biomarcadores, la determinación de moléculas y factores solubles que permitan identificar qué tipo de respuesta va a tener el paciente a una terapia determinada o predecir una recaída y así poder adelantarse a la misma”.
En definitiva, para la Dra. Llamas, en leucemia y linfoma, el panorama del futuro es “absolutamente apasionante”. “Se trata de mantener el trabajo en equipo, el espíritu de esfuerzo, la curiosidad y asegurar la infraestructura y los medios que nos permitan seguir avanzando”, concluye.
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