VOX refuerza la democracia
En política hay dos maneras de analizar una sociedad: por los hechos y por las palabras. La democracia en España sólo ha estado en peligro debido a las palabras de los independentistas, la extrema izquierda encarnada en Podemos y la extrema derecha que evoca con nostalgia a Francisco Franco. Mientras que por los hechos, algo más grave que la vacua oratoria, han quedado retratados Bildu –los defensores de ETA– y las tropas de los linces de Oriol Junqueras y Carles Puigdemont.
Hasta la fecha, gracias a VOX la democracia ha conseguido iniciar un nuevo capítulo en España donde el paradigma ya no es la izquierda o la derecha, sino algo más sencillo: el populismo. Éste puede gustarnos o no, pero nadie puede negar que en su origen –la palabra del pueblo– tiene connotaciones más democráticas que las ideologías pre-franquistas de izquierda o derecha del S. XX. En el nuevo paradigma, convendrán conmigo, el debate ahora es más amplio porque sencillamente las opciones mayores.
Que luego nuestra sociedad sea más sana o más tarada es otra historia. Pero las democracias crecen cuando las mayorías de votos gobiernan. Nadie puede negar que si hubo casi 400.000 ciudadanos que votaron a VOX en Andalucía, y alguna encuesta eleva su cuota de poder por encima de los 45 diputados en el Congreso de los Diputados –por encima incluso de Podemos– es que algo está pasando en España. La ciudadanía tiene algo que decir y debemos escucharla. Sin embargo, seamos sinceros, ni con Franco hubo tanto ultraderechista pululando por nuestro territorio. Lo que pasa es que en España nos encanta subirnos a todos los trenes, por ello, muchos de los que eran franquistas luego se convirtieron en demócratas y muchos de los que se hicieron conversos en la Transición del 78 ahora se ha adherido a VOX, y muchos nuevos que ha votado a los de Santiago Abascal simplemente quieren probar una idea donde participar.
Por tanto, atacar a VOX es todo menos democracia. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con ellos, pero a diferencia de partidos como Bildu, ERC o PDeCAT, el partido de Abascal –al menos hasta este momento– nunca ha atacado la democracia de todos. Y esto que puede molestar a algún lector obtuso, con poco conocimiento, debe ser la línea roja del sistema. Y que algunos crean que la democracia no son palabras, votar, y aceptar la decisión del pueblo, es porque no habrán entendido que la última dictadura desapareció de España hace más de 40 años. El voto es libre, de modo que cada uno lo deposite en la urna que quiera. Así es el juego.
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