Trump, el macabro negocio del pato Donald
The Donald (como se le conoce en Norteamérica) cada paso que da suelta una cagada, cosa propia del ave acuática —verbigracia, el cisne Sánchez o Pedro Nono— que cuando pisa tierra firme estampa su mierda paso a paso. El último brote esquizofrénico de Trump, ese aprendiz de nazi que se regocija con la enfermedad de Hillary y aprovecha el mal de la dama para reptar a la Casablanca, le revela visiones de lo que serán sus primeros pasos —primeras cagadas— al ser investido presidente. Tan pirado anda el gachó de las raíces violentas que, careciendo de vida psíquica, la suple con las visiones de un zumbaó. He aquí una trilogía de sus sueños preferidos, mutados en atractivas promesas electorales:
1. Establecer en el despacho oval un imperio —racista y homófobo— que purgue, persiga y castigue a cuantos crean que tienen derecho a infringir los dignos valores y la recta moral de los norteamericanos.
2. Aumentar/duplicar —para el pato Donald viene a ser lo mismo— el contingente de las Fuerzas Armadas, lo que, sin tapujos, inflaría el macabro negocio militar hasta sembrar el terror entre aquellos que desafían a los Estados Unidos, pues el extremista neoyorquino ha decidido inventar un nuevo orden internacional, basado en eliminar del mapa terráqueo a todos los que no se sometan de inmediato a su sinrazón.
3. Como nacionalcapitalista de nuevo cuño y casta, persiste en sus fines aunque, en este delicado momento preelectoral en el que tanto se juega haya perdido de vista, momentáneamente, sus delirantes objetivos. Sin embargo, no olvida, en sus alocuciones políticas, recordar a esos millones de tarados que le votarán, que va a cumplir con la promesa de vengar la destrucción del World Trade Center, las Torres Gemelas del Bajo Manhattan.
El coágulo de Hillary Clinton, del que el oligofrénico Donald Trump se mofa, se encuentra junto a la oreja derecha, en una vena entre el cráneo y el cerebro. El parte médico de la dama afectada deja claro que el coágulo no ha causado, por ahora, daño neurológico ni infarto cerebral. Al parecer, la secretaria de Estado norteamericana hace progresos excelentes y el equipo médico que atiende a la futura presidenta de los Estados Unidos está convencido y, así lo asegura, de que se recuperará por completo y bastante antes de lo esperado. Ojalá ocurra según prevén los concienzudos y sobresalientes galenos que mitigan los males de Hillary Clinton, mujer ecuánime, pacífica, cornuda y dotada con ciertas luces, que tampoco muchas. El pato Donald podría buscarse una ciénaga oscura y pestilente en los pantanos de Florida e invitar a ese otro palmípedo descerebrado de Pedro Nono para que el caimán tuviera materia mucilaginosa con la que sobrevivir y así, devolvernos la paz, a los de allí y a los de aquí.
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