El tren de Negrín
Madrid fue, por razones políticas, bélicas y propagandísticas, el escenario clave de la Guerra Civil. Desde noviembre de 1936 a marzo de 1939 fue sometida a casi un completo cerco por las fuerzas franquistas. Al asedio exterior de los sublevados, que la convirtió en la primera ciudad de la Historia objeto de ataques aéreos sistemáticos, con aquel mes de noviembre particularmente cruento, con 305 muertos frente a los 722 de todo el año 1937, se sumó el asedio interior con no menos de 8.500 víctimas de la represión de las fuerzas leales al Gobierno, muchas de ellas en Paracuellos y Torrejón, pero también en las más de 300 checas repartidas por toda la ciudad.
A la guerra le siguió una no menos dura posguerra, con casi 300.000 procesados por los vencedores y cerca de 3.000 fusilados sólo en Madrid entre 1939 y 1944. Sin olvidar a los 449 madrileños exiliados en Francia que serían después deportados a los campos de concentración nazis, en los que 247 fueron asesinados.
Este es, a grandes rasgos, el balance que la contienda fratricida dejó en nuestra región, escenario también de cruentas batallas como las del Jarama y Brunete. Una historia terrible, compleja, llena de crueldad, pero a la vez con gestos de humanidad imborrables, como los del dirigente anarquista Melchor Rodríguez o el cónsul noruego Félix Schlayer, que aún iluminan de esperanza el recuerdo de aquellos tiempos oscuros.
En torno a los vestigios de la guerra en Madrid se han trazado planes de recuperación y difusión, tanto por la Comunidad como por el Ayuntamiento de la capital. Se han exhumado fosas de represaliados: la primera en Alcalá de Henares, que apuntaba a la represión republicana y, en concreto, a la desatada en sus propias filas, como la misteriosa muerte de Andreu Nin a manos de agentes de Stalin en esta localidad; y la última, con los trabajos recién comenzados en Colmenar Viejo, de fusilados por los franquistas. Y se han hallado restos de combatientes, los más recientes en Brunete, del bando republicano, en un proyecto por completar que sin duda merece ser culminado. Los restos de españoles caídos por y en cualquier circunstancia no pueden ser abandonados, como hace cualquier nación que se precie de tal nombre.
A estas iniciativas se va a sumar ahora el proyecto presentado por el ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso para rescatar del olvido el trazado en Madrid del llamado tren de Negrín o tren de los 40 días, creado durante la contienda por el gobierno republicano entre Torrejón de Ardoz y Tarancón (Cuenca) para abastecer al Madrid sitiado.
El proyecto fue propuesto al Gobierno regional por el mayor estudioso de aquel ferrocarril estratégico, José María Olivera Marco, con el fin de señalizar sus numerosos vestigios y crear una ruta histórica en esta antigua vía férrea ligada a la épica de la resistencia del Madrid republicano. Ya ven que no hay sectarismo por parte del gobierno de Ayuso, sino respeto a la verdad histórica y a sus huellas, por más que algunas voces desde la izquierda hayan calificado de “etérea” o “partidista” la propuesta.
La iniciativa fue presentada al Gobierno de Sánchez por la Consejería de Presidencia que encabeza Enrique López, dentro de los fondos estatales de la “memoria histórica” destinados a las comunidades autónomas. Es el único proyecto de los aprobados en la convocatoria de 2022 que persigue una realización material en beneficio de diversos municipios, aquellos por los que discurrió en Madrid el tren entre marzo de 1938 y abril de 1939: Torrejón de Ardoz, Mejorada del Campo, Loeches, Pozuelo del Rey, Nuevo Baztán, Orusco, Valdaracete, Estremera y Fuentidueña de Tajo. La creación de un nuevo atractivo en todas estas localidades será sin duda un elemento de dinamismo económico y de creación de empleo.
Al principal objeto del proyecto, que es impulsar la visita al recorrido del histórico tren bélico como reclamo turístico de la comarca, se ha sumado la búsqueda de fosas de represaliados ligadas a los campos de prisioneros utilizados por el gobierno republicano como mano de obra forzosa, incluidos los condenados a un batallón disciplinario de su propio ejército.
El ministerio de Félix Bolaños terminó aceptando la propuesta, basada en sólidos testimonios documentales y orales que justifican el inicio de los trabajos. No podía pretextarse para denegarla lo incierto del resultado, sobre todo por parte del Gobierno de Sánchez que, en 2020, por ejemplo, subvencionó once proyectos de búsqueda de fosas en los que en cuatro no se encontraron finalmente restos humanos. Además, del total de 128 personas exhumadas en los siete restantes, apenas se logró identificar a 11, según datos provisionales.
La búsqueda se llevará a cabo por la veterana Fundación Indortes con la ayuda de uno de los grandes expertos en localización de fosas, Luis Avial Bell, que tiene en su haber el hallazgo de un centenar de la Guerra Civil, de víctimas de ambos bandos, y del franquismo. Avial, que posee cinco medallas al mérito policial, ha hallado también trece víctimas de crímenes recientes en desinteresada colaboración con la Policía Nacional, la Guardia Civil o los Mossos.
El pasado de la Guerra Civil nos interpela en Madrid a cada paso. Y nos mueve a preguntarnos qué debemos hacer con él, a qué puede servirnos o ayudarnos. Porque sus vestigios, sus parajes, sus cicatrices no son mudos. Son extraordinariamente elocuentes para quien quiera escucharlos. Proyectos como el “tren de Negrín”, alejados de todo sectarismo, capaces de resaltar lo épico de un hecho histórico, pero también lo trágico, nos ayudan a recordar, a reaprender, a reconocer el legado de concordia y reconciliación que nos dejaron los que vivieron y sufrieron aquellos días de sangre y fuego.
Aquí, en la forma de encarar y asumir este pasado, Isabel Díaz Ayuso está también abriendo un nuevo camino, como en tantas otras cosas.
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