Separatistas: la avaricia les delata

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Por fin, los separatistas de ERC se han quitado la careta para mostrar blanco sobre negro su auténtica catadura. Hace mucho tiempo que lo escribí: son separatistas, sí, pero en modo alguno se les puede considerar de izquierdas, entendiendo como tal que la izquierda asiente sus razones sobre la igualdad, que es mucho entender.

Los dirigentes separatistas catalanes son en su gran mayoría gente reaccionaria, antigua, feudalista, más interesada en su propio beneficio que en llevar a cabo el sueño etílico e imposible de conseguir un Estado propio a costa de hacer saltar por los aires el más antiguo del mundo. El tal Pere Aragonés, nieto e hijo de franquistas, se ha presentado en Madrid bajo el paraguas de la gran Europa Press para pedir, diez años después de que lo hiciera el condenado Artur Mas, el «cupo catalán».

Habían cogido la perra con las balanzas fiscales y tras doblar, una vez más, el pulso al Gobierno de Sánchez, hemos conocido el resultado de esas balanzas. Que Madrid supera con mucho la aportación que hace Cataluña a la caja pública española; con ello se comprueban sus mentiras históricas con aquello del «España nos roba». Les quiero decir una cosa a estos prepotentes y fatuos separatistas de «izquierda» (sic): sin Franco, Cataluña no hubiera alcanzado el nivel de desarrollo industrial en los largos años del desarrollismo. Esto no es una opinión, sino una constatación fehaciente sobre hechos y cifras ocurridos.

Dice el tal Aragonés que las comunidades más pobres deben solventar el hecho de que ellos no quieren aportar nada o casi nada al erario público/fiscal español sobre la base de «recortes» y mejor administración interna. Lo dice un tipo que preside un gobierno regional que está en quiebra y que debe más de 80.000 millones de euros al resto de España.

Quieren la independencia, desde luego, pero acto seguido exigen que se financie esa independencia. Repito, separatistas, son; pero egoístas históricos, también. Se les ve la hucha y sólo un gobierno entreguista como el de Sánchez (también por precio político) se permite en la Europa del siglo XXI tamaños vuelos gallináceos.

¡Farsantes!

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