El ridículo ‘new look’ de Iglesias
Robespierre, conocido por “el revolucionario incorruptible”, mostró a los intelectuales franceses que la egalité no es sinónimo de liberté. Nuestros políticos quizá conozcan tal sabia reflexión que obliga a no fiarse de las hordas desquiciadas, como esa gentuza de UP. La gente cuerda, defiende y respeta el ordenamiento jurídico, la egalité, pero los locos juran que la liberté autoriza a acabar con la Constitución. Viendo las intenciones de los comunistas, Antonio Miguel Carmona, socialista de limpia trayectoria, definió en una frase a su líder, Pablo Iglesias, para bajarle los humos: “Me parece un pobre hombre”. Yo añadiría a la caricatura, que tras hacerse rico y saborear el placer de pertenecer a la casta que antes tanto odiaba, aquel que fue mendigo, hoy se propulsa a base de fatuidad, creyendo ser el rey de reyes.
¡Y se lo cree a pies juntillas! Por eso recompuso su horrible look. Primero, visitó al dentista, con tal de agenciarse una piñata nueva. Sus viejos dientes producían rechazo entre los pocos adeptos que aún le aplauden. De seguido, sustituyó el moño, por una moña, imitando a Pasionaria. Pero como el cambio de imagen le pareció insuficiente, se colgó unos pendientes de pirata más dignos de una drag queen que de un corsario. El machito Alfa de Podemos venía de transformarse, en busca de su new look, en un Ché Guevara con peineta y castañuelas. Las redes ardieron, festejando con enorme cachondeo su estúpida, grotesca y maldita reaparición. Pero que nadie olvide que este nuevo rico, a pesar de sus retoques, sigue siendo un tipo muy peligroso.
Iglesias ya se cree otro bello Valentino, con derecho de ningunear y vejar al Rey y de traicionar a quien, en mala hora, le nombró vicepresidente 2º, para que ridiculizara a un Gobierno que lo acogió con los brazos abiertos. Un personaje así debería ser cesado de manera fulminante y deportado a las Antillas, Mayores o Menores, ubicadas en el Mar Caribe, desde donde se divisan las dictaduras de Cuba y Venezuela que le han promocionado con larga generosidad. Una vez allí, incluso podría presentarse a un concurso de belleza, que en esos tórridos paraísos tanto se estilan. Su new look resultaría asombrosamente seductor. ¿Se imaginan que fuera coronado Mister botarate?
Iglesias merece ser deportado, pues aquí gafa el bienestar, interrumpe las negociaciones con la UE y retrasa las esperanzas que hemos depositado en el futuro. El mequetrefe corrompe cuanto toca, miente a los jueces, amenaza a los fiscales, insulta a los periodistas, humilla a las fuerzas del orden que le protegen e infecta de muerte a la democracia. En el trópico será feliz. Que se largue y no vuelva, nunca jamás. En España, lo único que ha hecho, es daño. Ciao, ciao…
Temas:
- Pablo Iglesias
Lo último en Opinión
Últimas noticias
-
«Cariñoso abrazo» de la Policía a la familia del agente muerto en Málaga en un accidente con delincuentes
-
Jorge Rey revienta el verano y confirma que España no está preparada para lo que llega: «Fríos fuera de lo habitual»
-
Cuatro muertos, uno de ellos policía, en una persecución tras el robo de una farmacia en Málaga
-
El Ibex 35 se asienta por encima de los 14.100 puntos con Solaria cayendo más de un 6%
-
Lo hacen sin parar en el País Vasco y el resto de España está desconcertada: en realidad tiene sentido