Opinión

La política de no movilidad del pacto de izquierdas

Los atascos se han convertido en algo cotidiano en las islas en los últimos años. Cualquier día laborable (en verano o invierno) se puede convertir en una tortura para un conductor balear o foráneo. Y aunque no se lo crea este mal de cabeza no es una casualidad sino el resultado de la que se podría denominar la política de no movilidad del Pacte. Los 8 años del pacte se podrían resumir en una guerra contra el transporte privado y en una severa alergia contra la construcción de nuevas infraestructuras de transporte o la ampliación de las ya existentes. Una batalla por tierra, mar y aire contra la movilidad de los ciudadanos.

Por aire

Eel aeropuerto de Palma ha sido ejemplo de una batalla contra la mera insinuación de un aumento de capacidad. Hoy en día existe una tendencia constatada desde hace muchos años de que los turistas realizan visitas más cortas y frecuentes. Cualquier ranking de competitividad de los destinos tiene en cuenta la conectividad y las frecuencias con las que dispone un destino.

Pues bien, pese a que el número de turistas que pernoctan en la isla está limitado pretendemos limitar también sus viajes sin ser conscientes de dos cosas: primero, más vuelos no implican más turistas si se produce una disminución de la estancia media de los mismos y, segundo, si la población balear no deja de aumentar y además incrementa su demanda de vuelos a medida que mejora su renta, entonces necesitaremos más oferta de vuelos si no queremos incrementar el coste de nuestra insularidad. Pero recuerde, el actual pacto no quiere que AENA haga obras en sus aeropuertos de Baleares si implican aumentar la plataforma para aviones o mejora su potencial número de llegadas.

Por mar

Pero también parece existir un ansia para acotar nuestro acceso y movimientos en el mar. No sólo se han congelado el número de amarres futuros, si no que el acceso a la práctica del deporte náutico balear nunca parece haber estado más en peligro como ahora. El Real Club Náutico de Palma o el Portixol son ejemplos paradigmáticos de cómo entiende el actual Govern la política de protección al pequeño propietario de embarcaciones o a los deportistas de vela o canoa.

Pero no sólo son las pequeñas embarcaciones, también es legendaria la lucha contra los cruceros de turistas o hasta hace poco el casi acoso al chárter náutico. Aunque parezca que se defiende el sector náutico, los navegantes sabemos que cada vez hay más áreas protegidas, bollas, restricciones de acceso o fondeo en calas y limitaciones a la pesca deportiva.

Movilidad intraurbana

En los último 16 años la población de las Baleares ha aumentado un 27% (de 970.294 habitantes a 1.232.270) y durante este periodo el número de inauguraciones de grandes infraestructuras ha sido prácticamente cero. El desdoblamiento de la carretera a Campos, la salida hacia el Molinar de la autopista de Palma y algún tramo más del que debía ser el segundo cinturón de Palma son todas las inauguraciones en más de década y media. Eso sí se han electrificado los trenes y se han ido introduciendo energías renovables en los transportes públicos, pero la realidad es que nunca habían existido tantos atascos ni nunca había quedado tan dañada la imagen de las Baleares por la saturación en el transporte público y privado en las islas.

Y que me dicen de la movilidad urbana. Los taxis de Palma (o de todas las islas), no cabe explicar el desastre. Clientes en las recepciones de hoteles rabiosos esperando durante horas taxis ante un Ayuntamiento como el de Palma incapaz de tomar una sola decisión. Embotellamientos ya no sólo en la Vía de Cintura sino en múltiples pueblos de la isla.

¿Por qué no se hacen las circunvalaciones necesarias? ¿Por qué obras como el túnel de la carretera de Andraitx, Jaime III o el Paseo Marítimo de Palma duran eternidades? Y no se preocupen, porque si continúa el Pacte ya tenemos sus promesas electorales: zonas de cero emisiones en los centros de las ciudades (pueblos), duplicar la zona ORA en Palma, más zonas cerradas al tráfico bajo el eslogan de la ciudad de los 15 minutos (verdaderas chicanes en el centro de palma) y, como no, el famoso tren de la bruja que aparece y desaparece cada cuatro años.

En resumen: sacar los coches de la ciudad, restringir su acceso y martirizarnos con limitaciones y multas para que todos vayamos andando, en patinete, bicicleta o con suerte en transporte público a trabajar, a hacer la compra o a visitar a familiares y amigos.

Y recuerde todo esto no ha ocurrido por accidente, es el resultado de una política premeditada de crecimiento cero y de una mal entendida sostenibilidad que se ha traducido en una política de congestión, atascos, prohibiciones y menor movilidad.

ANTONIO ALCOVER es profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Baleares