Opinión

Obsesionados con Franco

El sábado fue 20 de noviembre, día en el que tres o cuatro nostálgicos recuerdan la muerte de Francisco Franco en 1975 y de José Antonio Primo de Rivera, asesinado por el bando rojo nada más empezar la guerra civil. Para la inmensa mayoría de españoles esa es una fecha que ya no recordamos porque han pasado casi 50 años de la muerte natural del que le ganó la guerra a los comunistas que intentaron convertir España en una coalición de repúblicas soviéticas leninistas, controladas por la URSS, y 85 años del asesinato por parte de la extrema izquierda revolucionaria de uno de los mayores ideólogos del anticomunismo español. Del 20N ya sólo se acuerdan cuatro nostálgicos del franquismo y toda la inmensa extrema izquierda española, incluidos proetarras, secesionistas y golpistas que no son capaces de olvidar a las dos figuras que los derrotaron, uno ideológicamente y el otro militarmente, hecho este sin parangón en el resto del mundo.

Ya se celebran muy pocas misas en esa fecha. La Fundación Francisco Franco apenas ha logrado organizar este año once misas «en sufragio por el alma de Francisco Franco y todos los caídos por Dios y por España” y a ellas cada vez acude menos gente. Yo, que nunca he sido franquista, he vivido toda mi vida en democracia y habitualmente voy a misa, si me alojara en un hotel cercano a la Catedral de Granada y al día siguiente, domingo, tuviera otras obligaciones, perfectamente podría haber hecho como Pablo Casado y haberme metido con mi familia en la misa que se celebró a las 19:00 horas del sábado 20 de noviembre en la Capilla del Sagrario de la Catedral de Granada, sin acordarme de la fecha que era. Sólo que, a diferencia de Pablo, yo ni me habría salido antes de acabar ni por supuesto habría puesto ninguna excusa más allá de explicarle a los ultras de extrema izquierda obsesionados con Franco que los católicos vamos a misa y rezamos por todos los difuntos.

La iglesia española ya parece haberse olvidado, pero uno de los motivos por los que empezó la guerra civil fue porque la extrema izquierda revolucionaria los estaba masacrando a ellos, quemando sus iglesias, conventos y monasterios, asesinando y violando a curas y monjas. Entre el 10 y el 11 de mayo de 1931 un centenar de edificios religiosos fueron quemados en Madrid, Málaga, Sevilla, Cádiz, Córdoba, Murcia y Valencia. Durante el golpe de estado del PSOE de octubre de 1934, primer intento de llevar a cabo en España una revolución comunista, los rojos asesinaron a 34 sacerdotes y religiosos e incendiaron la Catedral de Oviedo, así como numerosos edificios religiosos. Se han identificado unas 7.000 víctimas religiosas asesinadas por los republicanos, de las cuales 13 eran obispos, más de 4.000 sacerdotes, más de 2.000 religiosos y casi 300 religiosas. Eso sin contar conque muchísimos asesinados por los rojos, por ejemplo, en Paracuellos, lo fueron sólo por ir a misa. Poco se acuerda ya de Franco la iglesia católica. Pocas misas son 11 para tanto como le deben.

Pedro Sánchez ha acercado al PSOE tanto a la extrema izquierda, que sus postulados ya no se distinguen de los de sus socios comunistas, proetarras, secesionistas y golpistas, todos obsesionados con Franco y volcados en demonizar todo lo logrado durante la Transición. El comodín de Franco lo mismo sirve para tapar la ruina económica a la que nos aboca su Gobierno, las colas del hambre, la pobreza energética, la inflación y el déficit desbocados; como para cubrir sus vergonzosos pactos con Bildu, el acercamiento y excarcelación de todos los etarras y hasta los indultos a los golpistas. Sí, Franco es la cortina de humo que tapa todas sus vergüenzas, pero no es sólo eso. El proyecto de ley de Memoria Democrática que están tramitando pretende impedir que artículos como éste puedan ser publicados para que la gente olvide que Franco les ganó la guerra que empezaron ellos. Pues si quieren memoria habrá que esforzarse en que nadie olvide tantísimos crímenes cometidos por el comunismo antes de 1936, durante la guerra civil y después de 1975 con los terroristas comunistas de ETA, el Grapo y el FRAP que, como Sánchez y sus socios, fueron los únicos que se opusieron a la Transición y a la democracia.