O los vencemos o nos vencen
«No se puede pactar con las dificultades. O las vencemos, o nos vencen» Giuseppe Ungaretti
Desde la misma noche del 23J se fue instalando en la opinión pública la idea de que el proyecto de liquidación del sistema del 78, liderado por Pedro Sánchez y el PSOE, había ganado las elecciones. Y es que existe un número importante de españoles que acepta sin pestañear que quien perdió en las urnas pueda sumar con quien sea y como sea para lograr una mayoría parlamentaria que le permita llevar a término su proyecto de demolición de la democracia. Los perdedores en las urnas llaman a eso “mayoría social”. Yo lo llamo anomalía democrática.
Y es que han tenido su efecto los largos años de adoctrinamiento para enfrentarnos a los españoles y provocar la ruptura entre nosotros. La consecuencia es que hoy tenemos una sociedad compuesta por 7.760.709 de españoles apesebrados y/o que odian más a la derecha democrática de lo que quieren a la democracia, que son los que han votado al PSOE; 3. 014.006 de españoles que votan la doctrina e ideología comunista porque prefieren que gobiernen quienes odian las sociedades plurales y democráticas antes de que lo haga la derecha democrática; 333.362 de españoles racistas que odian a España y están dispuestos a matar a los españoles que defiendan la Nación – ya lo han hecho-; 392.634 de españoles racistas que dieron un golpe contra la democracia y están abanderados por un prófugo de la justicia; y más 462.883 de españoles racistas que dieron un golpe contra la democracia y que fueron indultados por Sánchez porque prometen volverlo a hacer.
Estos datos dan fe del éxito obtenido por la estrategia desarrollada, con ahínco y sin complejos, para liquidar el débil vínculo de ciudadanía que veníamos construyendo desde la Transición y que se quebró desde el momento en el que llegó Zapatero al poder, primero en el PSOE y después en el Gobierno de España. Los efectos del éxito de esa estrategia rupturista es que hoy existen más de once millones de españoles que actúan como militantes en contra de la Nación que les hace ciudadanos y les reconoce todos ellos los derechos y libertades que utilizan para destruirla.
Cierto es que en la sociedad española también existen más de once millones de españoles que hemos manifestado en las urnas nuestro deseo de frenar la deriva para destruir el orden constitucional que han implementado Sánchez y todos los socios/cómplices del PSOE desde que consiguieron que el impostor llegara a la Moncloa.
Pero estos millones de españoles sin complejos estamos en desventaja, puesto que mientras que la coalición destructiva lleva a gala su proyecto y sus componentes caminan férreamente unidos, quienes hemos votado distintas opciones políticas con el objetivo de frenarlos seguimos esperando que los que fueron depositarios de nuestros votos hagan algo más que mirarse de reojo y/o hacer discursos explicando lo malo que sería para España que se repitiera el gobierno de destrucción nacional.
Estamos en una situación de emergencia nacional ante la que no caben discursos ideológicos al uso; estamos ante una emergencia nacional que debe enfrentarse uniendo a todos los españoles que permanecemos dispuestos a defender nuestra nación, no solo ni principalmente por razones sentimentales – lo que no es desechable -, sino porque la sabemos instrumento imprescindible para garantizar la igualdad entre todos los ciudadanos.
No es el momento de volver a explicar que Sánchez está dispuesto a hacer gobierno cediendo a todas las peticiones que le hagan los que le llevaron y le mantuvieron en la Moncloa desde la Moción de censura destructiva. Quienes hemos votado para restaurar en plenitud el orden constitucional ya lo sabemos; y los más de once millones de españoles que han votado al PSOE y a todos sus cómplices también lo saben, por mucho que entre esos votantes haya algunos millones que prefieren seguir engañándose con el latiguillo de que «lo importante es que no gobierne la derecha…» para no ser conscientes de la cruda realidad y de las consecuencias de su voto. A todos ellos habrá que obligarles a mirarse en el espejo y asumir su responsabilidad; pero esa llamada/recordatorio está muy por debajo de lo exigible en este crucial momento.
Este es el momento de la pedagogía y de la acción. De la pedagogía para clarificar el peaje en términos de libertades, seguridad jurídica e igualdad que pagaremos todos los españoles (también quienes han votado el conglomerado destructivo de la nación) si se lleva a término el proyecto del PSOE. El momento de la pedagogía para que los ciudadanos comprendan que se está produciendo un cambio de régimen en nuestras propias narices y al margen de nuestra voluntad mientras permanecemos enfrascados en los debates de la periferia del núcleo del problema o como si no pasara nada, como si estuviéramos en una situación de normalidad, de alternativa y/o de cambio de gobierno. La condición humana es así, siempre prefiere escuchar las voces que le dicen que «no va a pasar nada…»; entre otras cosas porque así uno se evita tener que reaccionar, hacer algo, implicarse… o, incluso, rectificarse a sí mismo. Por eso es el momento de descorrer la cortina y actuar con patriotismo y con valor. Que nadie pueda decir «yo no lo sabía».
Ante una situación de emergencia nacional en la que lo que está en juego es el propio sistema democrático no caben ni las medias tintas ni los discursos propios de los añorados tiempos de aburrida democracia. La primera obligación de quienes han recibido el voto de millones de españoles para frenar el golpe que se venía gestando desde la Moncloa es tomar conciencia y decir la verdad. Tomar conciencia del riesgo y liderar la defensa de la Nación antes de que sea demasiado tarde y el precio a pagar vuelva a ser sangre, sudor y lágrimas. «No pasará», dirán algunos de quienes me lean… Tantas cosas nos dijeron que no iban a pasar para impedir que nos moviéramos. Tantas cosas han ocurrido mientras mirábamos perplejos y pensábamos «bueno, alguien lo parará».
Pues no; nadie hará por nosotros lo que nosotros no estemos dispuestos a hacer. Lo peor aún no ha pasado; lo peor ocurrirá si no nos implicamos. Lo peor pasará si seguimos pensando que «alguien lo impedirá». Nosotros, cada uno de nosotros, somos ese «alguien» que ha de frenar a los enemigos de la Nación. Cada uno de nosotros somos ese «alguien» que ha de tomar de la solapa y obligarlos a comportarse a aquellos que fueron votados por los españoles sin complejos para liderar la defensa de la nación.
Es la hora de alzar la voz en cada pueblo, en cada plaza, en cada rincón, en cada momento. Es la hora de alzar la voz a favor de España. Movilicémonos antes de que se cumpla en nosotros la cita de Cicerón que recordaba Teresa Freixes en un magnífico artículo publicado en La Razón: «Los pueblos que ya no tienen solución, que viven ya a la desesperada, suelen tener estos epílogos letales: se rehabilita en todos sus derechos a los condenados, se libera a los presidiarios, se hace regresar a los exiliados, se invalidan las sentencias judiciales. Cuando eso sucede, no hay nadie que no comprenda que eso es el colapso total del Estado; donde esto acontece, nadie hay que confíe en esperanza alguna de salvación».
No se me ocurre nada más estimulante, más coherente y más respetuoso con aquellos que dieron su vida para impedir que triunfaran los enemigos de la democracia que librar la batalla a favor de España para demostrarles que su sacrificio no fue en vano.
Ya es hora de que aceptemos que los enemigos de la Nación nos han declarado la guerra. Así que, o los vencemos, o nos vencen.
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