Opinión

La noche que Sánchez se quedó sin el Goya

  • Pedro Corral
  • Escritor, historiador y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

Hubo periodistas y comentaristas serios que abundaron este fin de semana en la difusión del off the record de Feijóo en su comida con periodistas del pasado viernes acerca de los contactos con Junts después del 23J. No había motivos para sospechar que estuvieran haciendo el juego al ya habitual «equipo de opinión sincronizada», dedicado a mantener la respiración asistida al proyecto ya sin vida constitucional de Pedro Sánchez.

Cuestión aparte es la manipulación que el sanchismo en bloque ha hecho de esta información, que no ha dudado en verter sobre las playas electorales gallegas como una nueva marea de pellets. Es verdad que esta marea era más fácil de limpiar que las apocalípticas bolitas de las que ya nadie se acuerda.

Bastó para ello que saliera Feijóo ante los medios a poner los puntos sobre las íes, por ejemplo, sobre la del término «amnistía» que nunca aceptó por inconstitucional y por quebrar la igualdad de los españoles ante la ley, al contrario de lo que está haciendo Sánchez. Aquello se reveló como una temeridad por parte del sanchismo, con su punto de mezquindad: tratar de salpicar a Feijóo con el mismo chapapote tóxico que Sánchez se desayuna cada día a paladas para mantenerse en el poder.

Con grandes luces describió la jugada Patxi López, que en un muy célebre y poco cerebral tuit resumió a las mil maravillas el proyecto de su líder al tratar de endosárselo al jefe de la oposición: «Ahora que Feijóo rompe España, se carga el Estado de Derecho y se vende a independentistas y terroristas… ¿Cuándo va a pedir perdón?». Con ello, atolondradamente, Patxi López activaba la cuenta atrás del perdón que su secretario general debe a los españoles por hacer todo de lo que él mismo le ha acusado en público.

Hay que reconocer que en el PP gastamos una talla de ingenuidad mayor de lo normal para andar por la política aviesa que hoy se estila. Y a mucha honra, añado. Pero tampoco voy a ser tan ingenuo, valga la redundancia, para no descubrir que todo el ruido de este fin de semana no ha sido más que el reflujo bilioso de todo lo que se dijo y redijo en el debate de investidura del dirigente socialista, el pasado 15 de noviembre, oportunamente regurgitado ante las elecciones gallegas.

Empezando por la entrevista de Sánchez en La Voz de Galicia, publicada el domingo pasado pero realizada el viernes anterior, un día antes de la filtración del off the record de Feijóo, a la que sorprendentemente iba enroscado su titular: «Si Feijóo no dependiera de Vox, habría aprobado la amnistía». Nada distinto de lo que Sánchez le había dicho desde la tribuna del Congreso al líder del PP en el debate de investidura: «Si no fuera por la ultraderecha, ustedes hubieran accedido a la amnistía».

Fue un momento después de las risotadas que se marcó Sánchez en aquel pleno al reprocharle a Feijóo que hiciera valer ante Junts la dignidad que él no tuvo, pudiendo haber sido presidente del Gobierno si se hubiera plegado como el dirigente socialista ha venido haciendo desde mucho antes del 23J.

«Esta es muy buena. El señor Feijóo no es presidente porque no quiere. Es más, ha llegado a proclamar que es el primer español que renuncia a ser presidente del Gobierno pudiendo serlo», dijo entonces Sánchez entre carcajadas fúnebres, oficiando el funeral corpore insepulto de su propia dignidad en el templo de la soberanía nacional.

Todo eso, revuelto en la olla más pestilente del sanchismo, donde se cocina la inmunidad penal a cambio de poder, fue el plato recalentado que se sirvió este fin de semana contra Feijóo. Y ello sin caer en la cuenta de que el supuesto reproche deshonroso al líder de la oposición era en realidad un broche de honor a una forma de entender la política que la cuestionada moralidad de Sánchez y sus corifeos ya nunca más podrán concebir.

Pero lo que parecía una maniobra en consonancia con aquel argumentario de Sánchez en el debate de investidura, era en realidad una película con guion de Puigdemont, que salió a reivindicarse la semana pasada en los momentos más críticos de su alto patronazgo sobre el Gobierno de España.

El jueves pasado el dirigente prófugo de Junts había arremetido contra el PP, en una carta a los eurodiputados, después de su éxito en el Parlamento Europeo, al aprobarse la enmienda de Javier Zarzalejos que permitirá prohibir los indultos y amnistías por estos delitos en el proyecto de directiva de la UE para la lucha contra la corrupción.

Ese mismo jueves, la Cámara de Estrasburgo reclamaba que se investigaran las conexiones de Putin con el independentismo catalán. Conexiones a las que el propio Sánchez dio crédito en 2022 en la tribuna del Congreso al espetar a Junts, qué tiempos aquellos, que «han jugado con fuego y han coqueteado con Putin».

El fin de semana pasado se escandalizaron los mismos que venían reuniéndose clandestinamente ya desde marzo de 2023, antes de las elecciones municipales y autonómicas, con el dirigente huido de la Justicia, como confesó Santos Cerdán, hábil negociador, conocido por su arte de interpretar la voluntad de su interlocutor, hasta el punto de empujarle a este a exigir todo lo que al final le va a conceder. Los mismos que tampoco han querido revelar el contenido de su pacto con Bildu.

Abierta por Puigdemont la espita para crear la niebla atlántica tras la que ocultar la derrota en Europa de sus planes con Sánchez, cargó en su carta contra el presunto oportunismo de los jueces que llevan las causas contra el secesionismo por terrorismo y por la conexión rusa.

Obvió Puigdemont que la atención de la Justicia española a estos supuestos no es de ayer sino de hace varios años. También olvidó destacar que el partido de su socio Sánchez votó en el Parlamento Europeo a favor de investigar las sombras «putinescas» del procés.

Sánchez se fue a la gala de los Goya, de espaldas al dolor y la indignación de España ante el asesinato de los dos guardias civiles en Barbate, esperando que alguien le diera un premio por la película de ambiente siciliano, impunidad a cambio de votos, como la mafia, que ha montado con Puigdemont.

La malhadada película ha recibido durísimas críticas tanto en España como en Europa. Por eso Sánchez se empeñó en darle la vuelta al guion con motivo de las elecciones gallegas ante el temor de que sean un ventarrón que contribuya a acelerar el derribo de su supuesto «icono», al que sólo le dicen que le quieren en «su» televisión.