De Luisiana a Canet
El niño de Canet resiste la coacción: sigue yendo al colegio y su familia está «firme y serena»
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La asamblea que apoya al niño de Canet exige al fiscal frenar el acoso a profesores castellanoparlantes
Cesar Cervera nos recordaba el otro día en Abc el caso de una niña afroamericana (Ruby Bridges) que, en la América de los 60, tuvo que ser escoltada por los federales para ir a su colegio en Luisiana, tras declarar el Tribunal Supremo que la segregación racial era ilegal.
Contaba el periodista esa magnífica historia a propósito del niño acosado en Canet por los indepes pero no nos decía lo que hubiera pasado si, en vez de ser el republicano Eisenhower el presidente de los americanos, hubiera sido nuestro Sánchez. Con su permiso y con los nazisnalistas del Govern en el papel de Ku Klux Klan, ya les cuento yo lo que habría sucedido.
En primer lugar, los del KKK no serían enemigos de Sánchez, sino sus aliados, y ambos habrían superado esa manía, que tanto nos enfrenta, de llamar a las cosas por su nombre. Mejor llamar inmersión a lo que es segregación. Así, el problema no se resuelve, pero se edulcora.
Como los del KKK seguirían con su inmersión, aquella niña y los hostigados pedirían que se cumpliese la Ley, pero ya saben, las leyes y las sentencias, para Sánchez, son revanchistas. Lo democrático y lo que favorece la convivencia, según él, es el diálogo y el perdón para los delincuentes. Así, para convivir, nada de jueces, policías ni parlamentos. Eso son cosas de americanos. Mejor una Mesa de diálogo, una talk table habría propuesto allí.
Y no sólo eso, como buenos aliados que serían, y creyendo que así mejorarían sus relaciones, les aumentaría el presupuesto a costa de los que sí cumplen con las normas. Pero ya sabemos que a los fanáticos no se les compra con dinero y pronto volverían a las andadas, incluso acosando a niños de cinco años. Aun así, nuestro Sánchez no caería en la tentación de mandar a los federales como Eisenhower. Mejor pactar retiradas de guardias civiles, o desmantelamientos de comisarias.
Con suerte para aquella niña de Lusiana, era Eisenhower y no Sánchez quien les presidía y, gracias a ello y a la determinación de su madre, pudo ir al colegio. El niño de Canet no ha tenido la misma suerte. Según Sánchez su problema no es asunto de su Gobierno; el suyo es organizar huelgas de juguetes.
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