El ‘kiki’ más caro de la historia
Lo que se vivió el martes en una sala vis a vis de la prisión catalana de Lledoners fue histórico, no sólo por lo que allí se gozó, también por lo que costó. Sólo la lencería de encaje que debió llevar Oriol Junqueras, que no fue precisamente barata ni por su tamaño ni por las delicadas telas escogidas, seguro que costó al erario público el equivalente a unas mil vacunas de las que el Govern niega a la Guardia Civil o a la Policía Nacional. Piensen que todos los vicios y caprichos de los dirigentes separatistas los acabamos pagando los españoles, basta con ver la vidorra que se pega Carles Puigdemont en Waterloo y cuyos lujos los sufragamos entre todos, de una manera o de otra. Que la imaginación de la Generalitat y las instituciones que dominan los separatistas para financiar chiringuitos es infinita.
Pero volvamos a la orgía de Lledoners. Por suerte, seguro que la ropa interior de Pere Aragonès habrá compensado el elevado coste de la de Junqueras. El presidenciable de ERC, todo un apparatchik con cara de apparatchik, tiene pinta de llevar calzoncillos Ghlain Klain o Kalvin Clhein comprados en un mercadillo dominical de algún pueblo lleno de destilerías de ratafía y lazos amarillos, gobernado por un alcalde separatista de esos que se dedican a pintar en las paredes de los colegios públicos el “Llibertat presos polítics”. Pero no olvidemos que otro de los participantes en la fiesta, Jordi Sànchez, es un ex ‘progre’ metido a salvador de la patria catalana. Y ya sabemos que estos especímenes son de morro fino. Así que volvemos a tener un problema de presupuesto.
A Elsa Artadi, pija entre las pijas, no le puedes ofrecer un vaso de Duralex con vino de tetra brik en una reunión en una sala de vis a vis, por lo que la dirección de la prisión habrá tenido que habilitar una partida presupuestaria para “material de vidrio para el taller de reclusos, con su correspondiente pack de mantenimiento”. O sea, copas de cristal de Bohemia y champán Dom Perignon. Que en Waterloo no se bebe otra cosa y Artadi, como persona de confianza del presidente ‘exiliado’, no va a ser menos. Josep Maria Jové, más conocido como el ‘hombre de la Moleskine’, también fue invitado a la ‘pasión de Lledoners’. No solo para ser el notario de lo que allá aconteciese, sino por su dominio de la pluma estilográfica. Por supuesto, seguro que le facilitaron una de oro y trufada en brillantes, porque sería tan histórica como la que usó Artur Mas para firmar el decreto de convocatoria de la pseudoconsulta del 9-N de 2014, y que el entonces ‘president’ cedió al Museo de Historia de Cataluña.
El último participante en la sesión vis a vis de Lledoners fue un tal Josep Rius. Como desconocemos los méritos de este diputado, suponemos que le invitaron para que llevara la palangana. Que estaba decorada con rubíes, zafiros y diamantes amarillos formando una estelada. No entraremos en quién dio y en quién recibió, porque queda claro que los que tuvimos lo nuestro hemos sido todos los españoles, que pagaremos la fiesta y el reparto del botín que allí trataron. De hecho, el martes por la tarde sentí diversas punzadas en diversas partes de mi cuerpo, sobre todo a la altura del bolsillo en la que guardo la cartera. Y no calificaría la sensación como placentera.
El ’Hotel Lledoners’, nombre popular que recibía hasta el martes dicha prisión por haberse convertido en un establecimiento confortable para los dirigentes separatistas condenados por sedición, ha mutado en ‘Meublé Lledoners’. Imagino a miles de parejas de separatistas, con sus piercings con lazos amarillos en lugares inimaginables, haciendo cola para inmortalizar su pasión en la misma sala vis a vis en la que sus seis héroes (Aragonès, Junqueras, Jové, Sánchez, Artadi y el palanganero Rius) celebraron el que ha sido, sin lugar a duda, el ‘kiki’ más caro de la historia de Cataluña, España y, me temo, del planeta Tierra.
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