Los ‘indepes’ visitan la ciudad
La preocupación por la internacionalización del procés ha sido una constante para las instituciones del Estado, esto es el diseño y puesta en marcha de una estructura exterior destinada, no a la promoción cultural o comercial de Cataluña, sino a la promoción de un proceso de ruptura nacional. Esta semana he tenido ocasión de viajar a Estrasburgo para asistir in situ a la presentación oficial de Carles Puigdemont y Toni Comín ante el Parlamento europeo. Debo reconocer que mis preocupaciones pueden ser exageradas. En realidad creo que la presencia de los fugados en la Eurocámara resulta beneficiosa para los intereses de España a juzgar por el nivel de hastío y desinterés que, en tiempo récord, ha suscitado entre los europarlamentarios la matraca independentista. No es descartable que de alargarse mucho la resolución del suplicatorio, como le ocurre al personaje de Christo en la película La playa, sean desalojados (con su escaño incorporado) por los propios funcionarios europeos y abandonados a su suerte en los pasillos de la institución hartos de su microscópica cosmovisión, verborrea y quejidos.
El Tribunal de Justicia de la Unión Europea reconoció, en una sentencia polémica que ha supuesto en giro jurisprudencial de 180 grados, el derecho de Oriol Junqueras a tomar posesión de su escaño. Un reconocimiento neutralizado por el Tribunal Supremo español tras informar a la justicia europea de que Junqueras no goza de inmunidad alguna al estar sentenciado en firme y condenado a 13 años de prisión. No obstante, la decisión garantista de los magistrados de la Unión ha posibilitado la entrada al Parlamento por la puerta de atrás de los fugados Puigdemont y Comín. Durante un tiempo, que fuentes bien informadas estiman entre cinco y seis meses hasta que se resuelva el suplicatorio planteado por el Alto Tribunal español, disfrutarán de un estatus parlamentario que es un dislate democrático.
El desembarco de la delegación independentista no defraudó. El abultado sequito compuesto por familiares, simpatizantes, miembros del gobierno catalán y prensa muy amiga, pretendía lograr despertar la atención de los adormilados burócratas europeos. Victimas de su provincianismo ignoran que la bradicardia institucional es una de las claves que explica la propia supervivencia del proyecto. Europa es genéticamente no impresionable, la quietud preside su código deontológico. La única perturbación en la “Fuerza” ha sido el Bréxit y, por eso, que Nigel Farage haya defendido a los fugados calificando a los independentistas de “euroescépticos” es un resbalón de proporciones importantes. Hemos pasado de la internacionalización del procés a la internacionalización etílica del procés.
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