Hacer España
Leía el pasado 2 de enero el conjunto de ignominias, falsedades y manipulaciones sectarias e interesadas vertidas por determinados elementos de la progresía radical (apoyados por la progresía “no tan radical”) con respecto a la conmemoración, en Granada, del 525º aniversario de la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos en 1492, conocida como la Toma de Granada.
James Allen, poeta y escritor inglés afirmó que “No hay mal en el universo que no sea el resultado de la ignorancia”.
El problema reside en que esa conjunción de maldad e ignorancia no repercute en quien padece semejante mal, sino que vertida sobre la sociedad desde las instituciones acarrea dramáticas consecuencias.
No voy a entrar en profundidad a refutar los pueriles argumentos que contra dicha conmemoración se han vertido, pues resulta inútil y estéril. Tan solo baste, a modo de ejemplo, preguntarse si, I) Resulta fascista una conmemoración que se celebra desde hace más de 500 años bajo todos los regímenes y formas políticas incluida la II República? II) Es fascista una conmemoración cuando el fascismo apareció 430 años después? III) Es imperialismo el periodo de los Reyes Católicos cuando y desde Granada especialmente, penetró con exuberancia el verdadero pensamiento europeo? IV) Se puede hablar de genocidio cuando históricamente fue el Rey Boabdil entre sollozos, quien abandonó la plaza? V) Se puede afirmar que quienes defendemos un hecho histórico de trascendencia como la Toma de Granada fomentemos “el odio y la intolerancia” cuando, si no se hubiese producido, hoy nos encontraríamos con un sistema que dilapida a las mujeres, ahorca a los homosexuales y decapita a quienes no profesan la religión oficial? Y como estos, podríamos aportar decenas de argumentos que desde la lógica que siempre impone la historia llenaría de vergüenza a quienes sin tenerla, expanden desde el púlpito de la ortodoxia política y moral, exabruptos y mentiras (Pablo Iglesias tildó de “patrioterismo rancio, inculto y reaccionario” a los defensores de la conmemoración).
Aquellas naciones que afrontan, asumen y defienden su pasado sin avergonzarse tienden a crear sociedades más justas y por lo tanto, más libres.
No es posible hacer España sin educación. No es posible hacer una sociedad libre sin cultura. Ninguno de los problemas que hoy nos acucian quedará verdaderamente resuelto sin no solucionamos antes la educación de nuestros jóvenes.
Cuando hoy se habla de modificar la Carta Magna sin que los que lo proponen, se atrevan o no sepan decir que hay que modificar, yo propongo devolver las competencias en educación al Estado. Dejar la instrucción de nuestros jóvenes en manos de aquellos que manipulan la historia por zafios intereses ideológicos fue un error desde el principio, que ha supuesto como en Cataluña, que por lo menos una generación se haya educado en el odio a España y en el resentimiento hacia todo lo que significa la gran nación a la que pertenecemos.
Hemos padecido en distintos puntos de nuestra nación y desde hace décadas un vacío educacional que por mucho “Pacto por la Educación” que se alcance, únicamente se alcanzará pactar “la forma”, dejando “el fondo” en manos de una ideología recalcitrante y manipuladora, en unos casos, o en manos del independentismo antiespañol en otros.
La Leyenda Negra, como propaganda contra nuestra Nación, que empezó a fraguarse a partir de mediados del siglo XVI, nació fruto de la envidia histórica de franceses, holandeses y en menor medida de los italianos. Se trató de una conjura exterior y fue dura, pero más dura fue la complicidad de aquellos cainitas españoles que se sumaron a ella. Desde hace años vivimos una nueva leyenda negra, más difícil de combatir pues tiene su génesis en el interior de España. Se trata de una nueva leyenda que procede de sectores ideológicos inquisitoriales y fanáticos.
Ya no podemos recuperar lo que hemos perdido ni devolver la verdad a las generaciones educadas en la ignorancia y el odio. Pero si estamos a tiempo de rectificar el rumbo y hacer España desde la cultura, la educación y la verdad, sin miedos, complejos ni traumas.
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