Opinión
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La familia Goyanes y su verano más fatídico: tres muertes en 20 días

La muerte de un ser querido siempre es dolorosa pero, cuando esta se produce de manera repentina, lo es mucho más. El duelo por una muerte inesperada de un ser querido suele manifestarse, además de con incredulidad, con una sensación de irrealidad e injusticia por ese fallecimiento prematuro e inesperado, suponiendo para los familiares un proceso emocional de conmoción y negación.

Si a esto añadimos que hablamos de tres muertes repentinas en veinte días en una misma familia, la tragedia alcanza conmoción nacional como la que se produjo con las muertes de Carlos Goyanes, el pasado 7 de agosto a los 79 años de edad, y el 26 de este mes fallecía, también repentinamente a sus 46 años, su hija Caritina, a la que se fotografió el día 8 en el entierro de su padre. Previamente, el 25 de agosto, había fallecido su tío Tito Goyanes, hermano de Carlos.

Goyanes y Marisol

Para entender el dolor de todos y cada uno de los afectados, repasamos quién es quién en tan mediática y desgraciada familia a la que he conocido y tratado a lo largo de mi vida profesional.

No sólo porque el apellido Goyanes fue una institución en España, gracias a la figura de Manuel Goyanes, el gran patriarca de la familia, que dejó sus estudios de medicina para adentrarse en el mundo cinematográfico como ayudante de Benito Perojo, su suegro, ya que se casó con su hija Nena, madre de Carlos Goyanes, suegra de Cari Lapique y ex suegra de Marisol, fallecida el 20 de septiembre de 2020, a la edad de 99 años, convirtiéndose en productor cinematográfico. Fue el descubridor de Marisol, a quien transformó en un fenómeno de masas, ejerciendo como un segundo padre, llevándosela a vivir con sus seis hijos: José, Carlos, Mari Carmen, Ana, Rosa y Tato, en la madrileña calle de María de Molina número 5, en el mismo edificio en el que vivían Isabel Garcés, Lola Flores y la princesa Irene de Holanda, quien se casaría en aquella época con el príncipe carlista y aspirante al trono de España Carlos Hugo, el 29 de abril de 1964.

Aunque Marisol no fue siempre muy feliz, según confesó al bailarín Antonio, cuando éste pretendió casarse con ella: «¡Ay! ¿Por qué no me sacas de aquí?». Pero los planes del patriarca eran otros. Entre sus proyectos con Pepa Flores estaba casarla con uno de sus hijos para que la gallina de los huevos de oro se quedara en casa. Y la niña prodigio se hizo mayor, casándose con Carlos Goyanes Perojo. Pienso que fue su gran negocio y mi primer contacto profesional con los Goyanes. Tengo que confesar aquí que Pepa Flores se vistió de novia para mí la víspera de su boda con aquel traje de Silvan y el llamativo pañuelo a la cabeza, según el modelo mallorquín. Gracias a aquel favor, el mismo día de su boda, el 16 de mayo de 1969, aparecía vestida de novia en la portada del Hola de la que yo era redactor jefe. Siempre se lo agradecí. El matrimonio duro cuatro años escasos. Carlos había conocido a Cari Lapique, hija de los condes de Villamiranda, y quien sería su gran amor. Todo un acontecimiento social de primer orden. Carmen Franco ejerció de testigo y presentes los más famosos de la época con Pitita Ridruejo a la cabeza.

Cari Lapique, la tercera reina

Cari Lapique se convierte, según la revista Lecturas, en la tercera reina de corazones junto con Isabel Preysler y Nati Abascal. Pero no todo era felicidad en el matrimonio y en la familia Goyanes. Un tema relacionado con la Operacion Nécora lleva a Carlos Goyanes a la cárcel durante cinco meses por orden del juez Garzón. La imagen de Cari Lapique, el 5 de noviembre de 1990, ante la puerta de la cárcel madrileña de Alcalá Meco esperando la salida de su marido mereció la atención de toda la prensa. Aunque luego quedó en nada cuando Carlos estuvo dispuesto a mantener un careo con Portabales, de triste memoria. Mi querido e inolvidable Alfredo Fraile declaró que Carlos no estuvo jamás en una reunión con narcotraficantes. La Audiencia Provincial de Madrid lo absolvió.

Durante los casi 50 años de matrimonio con Cari Lapique hasta su muerte han sido 50 años de felicidad, salvo el accidente de la cárcel y el infarto que Carlos sufrió en 2016 y que necesitó de una intervención para colocarle un marcapasos. Desde el día de su boda, el 20 de septiembre de 1975, se convirtieron en una pareja inseparable y con muy buenas relaciones. No hay que olvidar que Cari era una de las jóvenes de la alta sociedad como hija de los aristócratas Manuel Lapique y Caritina Fernández y Leincres y Liniers. Aunque el matrimonio Carlos Goyanes-Cari Lapique siempre ha protagonizado noticias amables, la muerte del patriarca y de su hija mayor Caritina, con tan sólo 19 días de diferencia, ha transformado a los Goyanes en la viva imagen de la tragedia.

Caritina era la hija mayor de Cari Lapique y de Carlos Goyanes. Siempre se distinguió por su discreción, dedicando su vida a su marido Antonio Matos y a sus dos hijos, Pedro de 13 años y MiniCari de diez. Era una mujer muy religiosa, nunca faltaba a misa los domingos, y presumía de su marido con el que llevaba casada 16 años. «16.000 millones de veces te volvería a elegir para recorrer este camino juntos». Su repentina muerte después de la de Carlos produjo un mar de lágrimas en la familia.

Carla, hija menor del matrimonio, ha sido personaje habitual de las revistas del corazón desde que fue imagen de la firma Don Algodón. Pero su nombre apareció, sobre todo, cuando se la relacionó con Fran Rivera, sólo un mes después del fallecimiento de Carmina Ordóñez. El famoso ex torero la ha apoyado en el último adiós a su hermana Caritina. La joven Goyanes, nacida en Londres, en 1983, estudió empresariales en París. En 2011 contrajo matrimonio con el empresario Jorge Benguria, al que conoció en una cita a ciegas. Son padres de tres hijos de 12, 10 y 5 años. Carla publicó un texto de despedida en el que decía: «Ten por seguro que voy a ser muy fuerte y voy a cuidar a tus hijos todo lo que me dejen como si fueran míos, voy a cuidar a mamá por las dos y voy a cuidar a Matos porque sé cuánto le querías. Eras única e irrepetible, la más generosa y la más disfrutona».

Entierro en Madrid

Aunque la gran tragedia familiar se produjo en Marbella, el cadáver de Caritina y las cenizas de Carlos fueron trasladados a Madrid. En la sala 17 del tanatorio de La Paz, en Tres Cantos, fueron velados entre numerosas coronas de flores blancas y posteriormente el funeral, concelebrado por cuatro sacerdotes, ante el féretro que contenía los restos de Caritina y la urna con las cenizas de su padre, que recibieron cristiana sepultura.

Chsss…

«Repeler sistemáticamente a los migrantes es un pecado grave», ha dicho el Papa Francisco. ¿Por qué no los acoge en el Vaticano?

Me ratifico en mis asquerosos prejuicios sobre la disparatada ley trans y «esa majadera autodeterminación de género», como escribe la admirada Rosa Belmonte.

En las clínicas de Estambul se ha puesto de moda más que aumentar el tamaño de los pechos, el del culo.

Normal. En las revistas españolas de esta semana nueve mujeres, algunas muy famosas, que aparecen en sus páginas, lo hacen mostrando con todo descaro el culo antes que las tetas.

Me ha sorprendido el ataque y descalificación que ella hace de la más famosa presentadora de TV, al calificarla de «un cinismo editorial fuera de todo control cuando habla». Mujer, te estás pasando…

La Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea se ha manifestado contra la famosa diseñadora por tres joyas a las que califican de «obscenas, ofensivas y altamente irrespetuosas» porque en el centro de ellas aparece… una vulva.

Aun a riesgo de que me califiquen de «ruin» y «racista» como a García Albiol, cuando trata de frívolos, irrespetuosos y provocadores a los africanos que desembarcan de los cayucos en Canarias exhibiendo sus móviles, comparto su opinión. Y lo digo yo, que tengo en casa a dos mujeres marroquíes que son personas ejemplares.

Lo peor de cumplir años es que «los amigos se van muriendo», según el compañero Pedro Cuartango. ¡Qué te voy a decir, querido! Voy a cumplir… 93 años.

Y el pobre, instalado en un décimo puesto en la F-1, entre la decepción y la resignación después de haber sido campeón del mundo. Hay que saber retirarse a tiempo, querido.

¡Muy bueno lo tuyo querida Isabel! «Sánchez miente siempre cuando habla. Y cuando calla… también».

Tan indignados están con su padre que han finalizado los trámites para quitarse el apellido. Esperemos que, cuando fallezca, no reclamen su fortuna.