En una España democrática no cabe la manipulación
El Gobierno de Pedro Sánchez está ocultando las imágenes aéreas del 10-F grabadas por la Policía Nacional. Es más, la Delegación del Gobierno, dirigida por el ex secretario de Laicidad del PSOE, José Manuel Rodríguez Uribes, ha dado orden interna en los agentes de no proporcionar imágenes para evitar que la verdadera cifra de asistentes a la concentración vea la luz. Un número que, a juzgar por las imágenes grabadas desde los altos edificios del Barrio de Salamanca que han circulado de manera masiva por las redes sociales, dista mucho de las 45.000 personas establecidas de manera oficial por el organismo madrileño.
Por el momento, del vídeo grabado por las citadas aeronaves, sólo se ha proporcionado una foto fija, la cual no permite hacer una valoración real de la concurrencia ciudadana que acudió a pedir a Sánchez una inmediata convocatoria de elecciones. Un modo de proceder que, por otro lado, llama clamorosamente la atención, pues el perfil social de la Policía es muy activo y jamás silencia el material audiovisual del que dispone. El socialista, obcecado en camuflar el triunfo de los constitucionalistas, cree que la protesta organizada por PP y Ciudadanos tras conocerse la figura del relator internacional en la mesa de partidos con los independentistas no ha sido un ataque contra su Gobierno, sino contra su persona. Ciertamente, una sorprendente declaración que demuestra que Sánchez está tan seducido por el poder y, a la vez, tan aterrado con la posibilidad de perderlo, que ya no es capaz de discernir entre la realidad y la ficción.
El único objetivo del Gobierno, que ha sentido el descontento generalizado de los españoles contra las cesiones al separatismo catalán, es el de ocultar que la manifestación en Colón por la unidad de España celebrada este domingo fue un rotundo éxito. Una vez más el Ejecutivo ha caído en la opacidad, un atributo que se ha convertido casi en una marca personal de Sánchez, una práctica de manipulación que sólo ponen en marcha aquellos países que viven en una falsa y velada democracia, tal y como hemos visto en las últimas semanas con la crisis de Venezuela cuando el régimen bolivariano ha maquillado las cifras de personas que condenaban en las calles las acciones de Nicolás Maduro. Sánchez tiene que dejar de usar los instrumentos de los que dispone el Gobierno con fines partidistas y dar a conocer la cifra real de asistentes del 10-F, aunque ésta no sea beneficiosa para su supervivencia política.
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