Ensayo de la III República

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Desde que en el año 2014 Podemos  irrumpiera en las elecciones europeas obteniendo cinco escaños en la eurocámara, hasta en seis ocasiones se ha convocado a los ciudadanos españoles a las urnas (las propias elecciones europeas de 2014, los comicios autonómicas y  municipales de 2015, las elecciones generales de 2015 y las de 2016, elecciones generales de 2019 y elecciones locales, autonómicas y europeas de 2019). Cuando Pedro Sánchez tome posesión como presidente del Gobierno si logra hacer cuajar las negociaciones con las diferentes formaciones políticas, España habrá vivido un cambio en la Jefatura del Estado, tres investiduras a la presidencia del Gobierno en menos de tres años y el Gobierno de la nación más largo habrá durado 19 meses. Además, durante este tiempo, nuestra nación ha hecho frente a dos referendos  ilegales en Cataluña, un intento de golpe de Estado y la institucionalización del desacato. La España de la nueva política no es precisamente un ejemplo de estabilidad.

Nada es nuevo. La I y al II Republica fueron un ejemplo de hasta dónde somos capaces de llegar los españoles alardeando de demócratas. Narraba Galdós en sus Episodios Nacionales sobre el parlamentarismo republicano que “las sesiones de las Constituyentes me atraían, y las más de las tardes las pasaba en la tribuna de la prensa, entretenido con el espectáculo de indescriptible confusión que daban los padres de la Patria. El individualismo sin freno, el flujo y reflujo de opiniones, desde las más sesudas a las más extravagantes, y la funesta espontaneidad de tantos oradores, enloquecían al espectador e imposibilitaban las funciones históricas. Días y noches transcurrieron sin que las Cortes dilucidaran en qué forma se había de nombrar Ministerio: si los ministros debían ser elegidos separadamente por el voto de cada diputado, o si era más conveniente autorizar a Figueras o a Pi para presentar la lista del nuevo Gobierno. Acordados y desechados fueron todos los sistemas. Era un juego pueril, que causaría risa si no nos moviese a grandísima pena”. Un espectáculo muy similar al que ofrecen nuestros parlamentarios un siglo y medio después.

La nueva política solo ha traído caos e incertidumbre. No obstante, en los últimos comicios se atisba un intento por volver lentamente a un bipartidismo imperfecto y desigual que puede arrojar algo de claridad y cordura. Por la izquierda, Pedro Sánchez ha logrado neutralizar a Podemos con la ayuda inestimable de Pablo Iglesias y, en el centro- derecha, los ciudadanos parecen apostar tímidamente por una reunificación en torno al espacio de los populares. Queda mucho trabajo por hacer, pero, cuanto antes abandonemos este lamentable ensayo de la III República, mejor para todos.

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