Un ejemplo de quien puede gobernar a partir del día 27: demagogia y miseria moral
Las declaraciones de varios dirigentes de Podemos, vía Twitter, tras la donación de trescientos veinte millones de euros del empresario Amancio Ortega a la sanidad pública para tratamientos contra el cáncer no solo demuestran lo ya conocido, su indignidad moral, sino lo más bajo a lo que se puede caer por unas migajas de votos, por una limosna de impúdica parcela de poder. Sobrados de ira saltaron los dirigentes de Podemos, salpicando de ponzoña las redes sociales con comentarios como los de “Isa” Serra, candidata a la Comunidad de Madrid, cuyo aporte intelectual radica en que “La sanidad pública no puede aceptar donaciones de Amancio Ortega.
Se debe financiar con impuestos. Los mismos que esquiva y elude Inditex. 600 millones en tres años”. Pobre “Isa”, que erudición la suya semejante a su afición por “grafitear” y destrozar cajeros automáticos. Y mi favorito, el siempre adusto y agrio Echenique, cuya pócima para trasladarnos al “paraíso”, el comunista, claro, lo encontramos en que “Si en España hubiera un impuesto de solidaridad a las grandes fortunas como el que hubo en Francia hasta 2017, Ortega pagaría 750 millones CADA AÑO. Así se entiende mejor”. Este frescales debería saber qué si en España hubiera un “impuesto moral” destinado a los grandes “jetas esclavistas”, no tendría euros para pagar la multa más que merecida por tener a un asistente personal sin contrato y sin cotizar a la Seguridad Social. Así, sí que se te entiende.
Y como no, el que faltaba para cimentar más si cabe el edificio de la majadería supina. Pablo Iglesias, que nos alecciona pontificando que “(…) una democracia digna no acepta limosnas de multimillonarios para dotar su sistema sanitario, les hace pagar los impuestos que les corresponden y respetar los derechos de sus trabajadores”. Más apropiado y además verdad sería afirmar que una democracia digna no debe aceptar consejos de quien desde su “Taifa de Galapagar” defiende y cobra de un régimen, el bolivariano, con las manos manchadas de sangre que cercena la vida, entre otros, de sus trabajadores. Que fácil vomitar desde la trinchera oscura de las redes sociales. ¿Tendrán la valentía de manifestar lo mismo mirando a un enfermo de cáncer a la cara? No lo dudo, sé que no.
Frente a ellos nos encontramos con el empresario, orgullo para España un hombre hecho a sí mismo. Labró su merecida fortuna desde abajo. No viene de familia. Oculto en un rincón de Galicia y velado de la vista pública. La timidez de un grande que solo emplea su mente en dar y crear. Paladín de la dignidad y el mejor embajador de lo que la verdadera España es capaz de conseguir. Con su acto, ha querido devolver a la sociedad lo que entiende que esta le ha proporcionado, cuando lo conseguido es fruto únicamente de su esfuerzo, denuedo y trabajo.
Los negocios de Amancio Ortega han dejado a las arcas públicas en los últimos cinco ejercicios algo más de 11.200 millones de euros. Para alcanzar dicha cifra, los despojos podemitas deberían trabajar 155.555 años, apoltronándose en el sector público, viviendo del patrimonio de todos, única manera con la que “existen” y languidecen. Nos encontramos ante el mejor y más nítido escaparate de lo que puede ser la gobernanza territorial de España a partir del lunes 27 de mayo. El afán desmedido de una izquierda tan apesadumbrada por los menesterosos que a todos nos quiere como tales. Verdaderos pregoneros de la falsedad y del engaño. Altavoces de la miseria, conseguidores de la penuria que sutilmente utilizan como medio para controlar a los incautos. Abanderados de los “sin nada”, mientras nos quitan lo poco ganado con un único afán: controlar y ordenar la vida de todos. En los comicios del domingo nos jugamos, sin duda, el gobierno de nuestra libertad.
Ya lo advirtió Ronald Reagan: “La primera obligación del Gobierno es proteger a la gente, no dirigir sus vidas”.
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