Opinión

Los datos confirman que Otegi era un terrorista de cuidado

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

La impagable información que la gran Leyre Iglesias está haciendo a la verdad y la justicia histórica, en honor a las víctimas del terror y al trabajo heroico de aquellos que lucharon contra la barbarie, merecía alguna gran distinción profesional de nivel, sobre todo, viendo a quién concede la cadena Ser medallas por hacer repreguntas a los líderes del centro derecha y la derecha.

Es tan impagable el servicio público de Leyre que, por fin, tenemos los testimonios y las pruebas acerca de la catadura moral y terrorista de Arnaldo Otegi, convertido años después en socio prioritario nada menos que del PSOE a cuyos militantes daba orden de secuestrar y asesinar, según testimonios de sus propios compañeros de la banda.

Hasta la fecha, el joven «gudari», que ahora exige a Hamás que libere al vasco secuestrado en un kibutz de Israel, sólo aparecía vinculado al secuestro del diplomático de UCD, Javier Rupérez y haciendo apología de la banda asesina. Resulta, insisto según sus compañeros cuyos testimonios fueron recogidos por los expertos antiterroristas de la Guardia Civil, era un jefazo de ETA cuyas órdenes asesinas no se discutían. 

Hace ya algunos años resultando presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero,  personaje fuera de registro cabal, le declaró «hombre de paz», aunque bajo su mandato se produjeran asesinatos como los de la T-4 (aeropuerto de Barajas entonces) que los terroristas trataron de volar. Ahora, este hombre de paz, queda retratado como lo que siempre fue: un terrorista de mucho cuidado y a ser posible no darle la espalda. Seguramente, a Pedro Sánchez, los datos irrefutables ahora conocidos, le importarán tanto como una higa seca, y no tardará en regalarnos alguna foto «histórica» fundiéndose en un abrazo como aquel que mandó liquidar a sus propios compañeros de militancia. Sacará su investidura con esos votos (y otros inconfesables) pero su figura quedará manchada para la historia.

Nada tiene de extraño que muchos socialistas (a los que conozco y trato) estén horrorizados ante lo que se avecina. Por de pronto, los votos de Bildu son los único que, por el momento, tiene asegurados Sánchez para seguir destrozando el Estado. ¡Todo un récord! Lleva cinco años blanqueando los sepulcros putrefactos de los bilduetarras; partícipes en la gobernabilidad de la nación que persiguen hace más de medio siglo destruir. Ahora parece haber llegado el momento de coronar a los herederos de ETA como lehendakaris en el pequeño territorio vasco.

Todo esto sucederá, sí. Pero lo ocurrido durante más de sesenta años es algo que ni Sánchez, ni Otegi, ni Zapatero, puede borrar. Aquello ocurrió como sucedieron casi mil asesinatos (muchos sin aclarar) y una diáspora de más de 300.000 ciudadanos de aquel territorio que tuvieron que escoger el exilio.

Ocurrió, Sánchez. Ocurrió. Aunque ahora Otegi pide a sus compañeros de Hamás que liberen al ciudadano Illaramendi. ¡Qué jeta! ¡Qué inmensa jeta!