A cuatro patas
«Cada respiración que tomes, cada movimiento que hagas, cada atadura que rompas, cada paso que des voy a estar observándote».
The Police. Every Breath You Take.
¿Miedo?
Yo diría que todos los géneros musicales han denigrado, de forma más o menos sutil, a las mujeres, incluso la ópera y el ballet; y que toda la historia hemos sido acariciadas por la arbitrariedad, y algo acosaditas las féminas. Sin embargo, ahora que están pitando los sonidos urbanos, reguetón, trap… A los que se han sumado cantantes tan populares como Shakira y Rosalía, me permito dedicarles unos instantes de análisis.
Como saben los gurús de nutrición, bienestar y salud dicen que «somos lo que comemos»; pues yo esto lo llevo a la moral y a la educación sentimental: eres lo que consumes intelectualmente. Eso.
Coincidirán conmigo en que ustedes (o sus hijos) escuchan estas canciones sin ser del todo conscientes de lo que transmiten… ¡Qué más da! Las cosas de la existencia, mujeres, celos, desamor, sexo y deseo. Sí, eso ¡viva la vida! y videoclips testosterónicos con señoras agitando el (cada vez más grande y artificial) culo en pompa, donde más que cosificación, yo les diría que estamos ante una animalización de nuestra sociedad, con una repelente tendencia a olvidar la ganancia antropológica, la adquisición de la posición erecta y volver al mono, dando la espalda a la bipedestación, o, mejor dicho, el trasero.
Lenguaje sexista, pechugas al peso y misoginia… ¡Es horrible! Pero peor que eso es el hecho innegable de que la mujer en la música y los bailes populares de hoy se conduce a cuatro patas. Y sabe Dios, que yo no tengo nada en contra de la lascivia… Pero sí mucho en contra de la involución y, aún más, de lo feo.
Aclaro: no escribo desde el pacatismo y la gazmoñería; puedo valorar y hasta disfrutar el barriobajerismo bien tirado, si es estético, inteligente, si es oportuno.
Y, como es sabido que para alcanzar el conocimiento y la verdad (esa que nos hace libres) hay que dudar, les diré que hay muchas modernas archi defensoras del perreo que piensan que el reguetón produce rechazo entre los privilegiados porque alumbra sobre espacios que preferimos mantener en la penumbra. Xenofobia, sexofobia y clasismo. Y que en realidad nos empodera (bailar sueltas, con margen de maniobra, libertad de movimientos, frente a los estilos musicales que se bailan agarrados). Eso dicen.
¿Y si a ella le gusta que le den duro? -preguntan-. ¿Y si el reguetón, pese a su deriva zafia y simiesca, promueve la igualdad, es decir, la hipersexualizacion de todes con sus culonas perreando desinhibidas, no para la satisfacción masculina, sino para la propia?
Por cierto, Shakira, la nueva diosa del power femenil, se prepara para el lanzamiento de otro impúdico tema (que se estrena el 2 de febrero), junto a la colombiana Karol G, y que promete hacer las delicias de nuestras adolescentes. Niñas desnortadas, revestidas (con poquita tela) de una falsa madurez que no entienden, y que se acercan a sus límites en la jactancia impaciente de igualarse a los chicos.
Pienso que no, que esta cultura musical que vino, se quedó y perdurará, forma parte de la destrucción contemporánea de la cultura misma. Tan nefasta para las mujeres como para los hombres en su versión menos sofisticada, donde nos denigra como sociedad (hombres primitivos, dependientes, emocionalmente inmaduros, masculinidad frágil, adicciones…) Que nos animaliza, y, en definitiva, que nos iguala por abajo (con el macaco). Que para los adultos es grosera, pero para los adolescentes que viven para rebelarse y ser aceptados al mismo tiempo, es lesiva.
Por cierto, me he reído investigando sobre el rasgo juvenil de búsqueda de sensaciones asociado tanto con los adolescentes como con los animales mocitos: los estudios exponen que los ratones adolescentes expuestos al alcohol beben más cuando están rodeados de otros colegas adolescentes con bigotes.
Conclusión, suba el volumen.
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