Opinión

¿Cuánto pueden tragar las bases del PSOE?

El PSOE es un partido con 145 años de sangrienta historia bolchevique, golpista, terrorista y corrupta; una ciénaga pestilente a la que no son ajenos ni sus militantes, ni sus votantes. El PSOE del golpe de Estado de 1934, de los asesinos del diputado Calvo Sotelo, de las 92 checas donde violaban, torturaban y asesinaban a quienes querían, el PSOE que robó el oro del Banco de España, el de los terroristas del GAL y los ERE de Andalucía, es el mismo PSOE que con Pedro Sánchez libera a etarras y amnistía a golpistas a cambio de siete miserables votos con los que aferrarse al poder. Un partido que siempre se ha asociado con todos los enemigos de la democracia española, que tiene sus cimientos construidos sobre más de 5 millones de españoles que son capaces de votarles pase lo que pase «con tal de que no gobierne la derecha».

Los votantes del PSOE son una masa ignorante, sectaria, aborregada y desinformada que se creen todo lo que les cuentan manipuladores como Silvia Intxaurrondo y Xabier Fortes en TVE, o María de los Ángeles Barceló, en la Ser. Y que se ríen con las gracietas de El Gran Wyoming o David Broncano; permaneciendo voluntariamente ignorantes de toda la información sobre la inmensidad de corrupción que rodea a Pedro Sánchez, quien solamente necesita argumentar que no son nada más que bulos de la ultraderecha para que, entre los suyos, todos queden satisfechos. Causa asombro lo que escuchamos cuando, en cualquier manifestación progre, los comunicadores acercan un micrófono para preguntar a los anónimos votantes del PSOE y siempre todos les dicen lo mismo: que no se creen nada de lo que se está publicando. Bulos, fachosfera y máquina del fango, un argumentario que sería considerado un insulto a su inteligencia por cualquiera con más de 12 años de edad, es tragado con patatas por la masa adocenada que siempre votará al PSOE.

Pero las bases del PSOE no son esos borregos desinformados. La militancia socialista, la que tiene derecho a voto en las primarias, está formada por los afiliados que pagan más de 100 euros de cuota al año, que son aquellos que a cambio reciben una contraprestación mucho mayor. Alcaldes y concejales de pequeños municipios, consejeros, asesores, secretarios, directores generales, dirigentes de empresas públicas, etcétera, a los que tenemos que suponer informados de todo lo que la UCO de la Guardia Civil y la Justicia están desvelando en relación con la infinidad de casos de corrupción que apuntan a «El 1» de su partido.

Empezaron tragándose una tesis doctoral plagiada que habría sido suficiente motivo para forzar la dimisión de Pedro Sánchez en cualquier democracia occidental y detrás de esa rueda de molino han venido una esposa imputada por cuatro delitos que esconden la acomplejada necesidad de Begoña Gómez de aparentar ser universitaria sin serlo; un hermano más flojo que el sastre de Tarzán, imputado por malversación al ser contratado por la diputación socialista de Badajoz para pagarle un sueldazo a cambio de que no diera ni un palo al agua; un fiscal general imputado por revelación de secretos para perjudicar a Isabel Díaz Ayuso; un exministro Ábalos implicado en todos los escándalos de venta de carísimas mascarillas defectuosas durante la pandemia; y hasta el portero de un club de alterne que le custodiaba los avales con los que se pudo presentar a las primarias, ha sido encarcelado por cobrar comisiones a las administraciones socialistas.

Este viernes se celebrará el Congreso Federal del PSOE. Un Congreso que estará manchado por más fango que el que ha destrozado la vida de tantos valencianos en la DANA. En la entrada del Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla, deberían colgar un cartel con la misma advertencia que Dante sitúa a las puertas del infierno en su Divina Comedia: Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate, ¡Perded toda esperanza los que entráis! Los militantes del PSOE se volverán a tragar todos los orines que Pedro Sánchez miccione sobre ellos, porque, si fueran dignos y honrados, no serían socialistas.