Cruzada feminazi contra el rosa
La obsesión del Ministerio de Igualdad con el color rosa roza lo patológico. Su cruzada es es un ejemplo de sectarismo ideológico revestido de tintes surrealistas. Recordemos que en el polémico informe ‘Publicidad y campañas navideñas de juguetes’ el Ministerio de Igualdad, a través del Instituto de la Mujer, ya consideraba que esa tonalidad «oprime y reprime a las niñas», pero ahora se supera: dice que contribuye a «alimentar la división sexual del trabajo».
En una respuesta por escrito en el Congreso de los Diputados, a la que ha tenido acceso OKDIARIO, el Ministerio de Igualdad señala que «el color rosa va asociado a una tipología de juguetes que fomentan determinadas capacidades y/actitudes en la infancia, en detrimento de otras (por ejemplo, muñecas y cocinitas» y, por este motivo, «es un mecanismo que contribuye a perpetuar la socialización diferencial de género y, como consecuencia, a alimentar la división sexual del trabajo». La respuesta es para mandar a su autor/a al psicoanalista. Algún trauma de la infancia late en su interior para dar una explicación de esta naturaleza.
En su pregunta, las diputadas del PP Bea Fanjul, Marga Prohens y María Auxiliadora Pérez se interesaban por los datos «para justificar la denominada ‘opresión’ que tienen las menores de edad en nuestro país por el color rosa». La respuesta del Departamento ministerial de Irene Montero incide en que «en la publicidad de los anuncios catálogos y, especialmente de manera significativa, la publicidad que se hace en los puntos de venta, se utiliza recurrentemente el color rosa como estrategia de diferenciación y segregación».
Parece obvio que el problema no está en el rosa, sino en la cabeza de las responsables del Ministerio de Igualdad, que han llevado su ideología feminazi a unos extremos peligrosos: para la sociedad y, también, para su integridad mental. Eso de que el rosa «oprime y reprime» revela un fallo en la estructura del pensamiento. No están bien y lo peor es que quieren contagiarnos de su dolencia. Irene Montero quiere prohibirnos ver la vida de color rosa.
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