Opinión

El cinismo comunista impone nuevas ‘reglas’

Gracias a Dios, y a que somos un país del primer mundo con un estado social y democrático, una mujer se puede coger la baja laboral cuando tiene una enfermedad incapacitante, ya sea originada por un cáncer agresivo, por un dolor menstrual… ¡o por un uñero! A partir de ahí, todo lo que propone a este respecto la reforma de la Ley del aborto que se discute hoy en el Consejo de Ministros, es propaganda política, adoctrinamiento social y victimización de la mujer, y sobra que yo lo desenmascare porque ya lo hacen con más criterio la inmensa mayoría de las mujeres, a las que como siempre pretende manipular nuestra ministra con vistas a la sierra.

De todas maneras, esta absurda propuesta es una obra menor de quién se ha atrevido a crear géneros y a otorgar derecho a elegirlos. Solamente incidir en una cómica y grotesca paradoja relacionada con este tema, y es que, de acuerdo con la disposición propuesta, podría tener la baja por dolores menstruales alguien a quien se ha reconocido como mujer porque se siente así, aunque lo que en realidad sufra sea una orquitis, una fimosis o simplemente nada.

No obstante, hablar de esta chifladura, que suponemos que tendrá pocos efectos prácticos porque las españolas no se resignarán a estar enfermas cinco días al mes por prescripción legal, hace que se hable menos sobre el aspecto medular de la propuesta de Ley, que es permitir el aborto libre sin restricciones éticas o legales, abierto además a que lo realicen, sin consentimiento, jóvenes de 16 años.

Si el TC lleva doce años sin resolver el recurso sobre la Ley del aborto de 2010 es porque no se han atrevido a ser políticamente incorrectos y declarar su evidente inconstitucionalidad. La legislación (art.29 Código Civil) y la doctrina constitucional (STC 53/1985, entre otras muchas) consideran la vida del no nacido como un bien merecedor de protección, y, aunque pueda ese bien ser sacrificado por proteger un bien mayor, como proponía la Ley de supuestos de 1985, nunca puede quedar expuesto a los deseos ilimitados de las mujeres gestantes durante plazos absurdamente extensos del embarazo.

Pero, como ocurre en otros muchos casos (la educación es un ejemplo más), nuestros progres van cuando otros vuelven. Y ahora que los adelantos médicos (¡impresionantes las imágenes de las ecografías 3D!) demuestran que en pocas semanas de gestación los fetos, no es que tengan apariencia humana, es que son verdaderos seres humanos, nos empeñamos en ampliar, a costa de su vida, los derechos utilitaristas de las embarazadas. Ante esas evidencias científicas, históricos defensores del aborto se convirtieron en activistas de la defensa de la vida de los no nacidos, y países con legislación abortista empiezan a limitar su aplicación incondicional.

Y no se trata de imponer un acercamiento religioso. Se puede entender que cualquier mujer, que no tenga una limitación moral impuesta por su ética o por su religión, pueda practicar el sexo evitando la concepción, o incluso pueda eliminar en un corto periodo las células resultantes de la fecundación, pero no puede terminar con la vida de un nasciturus alegando el bienestar que tiene derecho a procurarse. Las sociedades realmente avanzadas han superado el utilitarismo radical, y autores como Peter Singer, que los catedráticos y profesores marxistas de los años 80 se empeñaban en que abrazáramos, han sido convertidos por la ciencia en reminiscencias filosóficas.

Pero en este tema son, de nuevo, los progres sociocomunistas los que prescinden de cualquier componente ético, igual que lo hacen en casi todas sus actuaciones. Es verdad que la ética, entendida como conjunto de las virtudes o los defectos morales, son propias del individuo y no de los colectivos, pero, como estamos viendo en la guerra de Ucrania, los 70 años del sálvese quien pueda del comunismo soviético inhabilitaron al pueblo ruso para el reconocimiento y respeto de los derechos de los demás, igual que para su evolución normal a la democracia. Ya no hay duda para nadie de que el comunismo es involución, no solo en el plano económico sino también en el moral; en definitiva, en el desarrollo integral de las comunidades humanas.

Y ahí está la principal impulsora de esta modificación legislativa, Irene Montero, que fiel con la nula ejemplaridad del dirigismo progresista, ha hecho de su vida personal muestra de todo lo contrario a lo que defiende para los demás. Inspirándonos en lo que José Sazatornil decía en la película de Ozores, no sabemos si es amoral porque es comunista, o es comunista porque es amoral.