Amnistía y amnesia
Acostumbrémonos a lo que hay, para que cuando llegue, al menos la advertencia haya hecho de calmante. Están blanqueando, edulcorando y santificando el perdón a quienes no merecen perdón, pero lo tendrán porque el poder, cuando lo manejan políticos sin principios y élites económicas sin ética ni moral, se convierte en el mejor analgésico contra las vicisitudes de la vida.
Hemos sucumbido como nación ante los enemigos que buscan destruirla. Mientras asistimos ensimismados al derribo de la democracia constitucional, que será sustituida por una autocracia con constitución, nos preparan el enésimo golpe a la dignidad de un país empobrecido de rebeldía y lleno de estómagos acomodados. El Pasok patrio es un reducto de intereses personales sin ganas ni credenciales para opositar al caudillo que dicta el fin de un partido para convertirlo en movimiento. Lo tiene todo para ello, el No-Do mediático, la ciudadanía anestesiada con circo del bueno, una oposición mansurrona (exiliada intelectualmente) y una élite económica cobarde y leal al BOE.
No hay socialismo bueno, valiente, ni rebelde, ni mucho menos decente. Dejemos ya de engañar al personal. Page habló de autoamnistía, González de la imposibilidad de amnistiar lo que la Constitución no permite amnistiar. Ambos pertenecen a ese PSOE protestón y quejica contra Sánchez, pero no pasan de coyunturales rabietas calculadas. A la hora de la verdad, partido, partido y partido. Y de ahí nadie se mueve, porque sin puerta giratoria, sólo queda el congelador que enfría egos y aspiraciones.
Situar en paralelo la Ley de amnistía de 1977 con la que ahora podría, y está en ello, perpetrar un gobierno en democracia, obedece a un delirio político y a una fiebre ideológica propia de trileros de bambalinas, de esos que pululan por los pasillos del Congreso y las teles ejerciendo de rasputines de la estrategia, ofreciendo análisis pagados por las mismas siglas que desde 2018 (¿o fue en 2004, o tal vez desde 1982?) lleva menoscabando los cimientos de esta nación de libres e iguales.
Que Puigdemont pida lo que quiera, que la amnistía será tan constitucional como anticonstitucional aplicar el 155, que se llama así por algo. Nos llenarán la mente de posibilismo en honor al progreso y la modernidad, mientras la Inquisición moral y la turba de fanáticos se dedican a buscar víctimas con las que alimentar al pueblo hambriento de carne, servil y sumiso. Han elevado tanto el umbral del dolor tolerable que ya nada nos parece insoportable. Nada es nada.
Un Gobierno no vale un país, sobre todo cuando el país es inventado y las causas que promueven su reconocimiento espurias e ilegales. La unidad de España nunca debe pasar por la concesión de privilegios basados en la idea de romperla. Pero pasará. Y los lamentos de cocodrilo será el ruido con el que los serviles, que sólo buscaban salvarse a sí mismos mientras veían arder todo a su alrededor, taparán el siguiente escándalo en nombre del progreso.
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