Hay 8.000 pueblos en España, pero este manjar de dioses sólo puedes pedirlo en uno de ellos
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El plato típico que sólo se come en Cádiz y provoca rechazo en el resto de España
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En España hay mil formas de hacer turismo: visitar catedrales, castillos o museos. Pero si no se baja al bar, falta lo esencial. La gastronomía no es sólo parte del viaje, es la forma más directa de conocer un sitio. Y en los pueblos, eso se multiplica.
En Sigüenza, si no pruebas el aperitivo, es como si no hubieras estado. Es parada obligatoria. Y, además, hay uno que sólo se puede encontrar allí.
Este es el manjar que sólo se encuentra en este pueblo de España
Este aperitivo gusta a quien lo pruebe. Se llama fino seguntino y perdigacho, y sólo se piden en Sigüenza. No hay versión en Madrid, ni reinterpretación en otras capitales gastronómicas.
El fino seguntino no tiene nada que ver con el vino de Jerez. Se sirve bien frío, en vaso largo con hielo a rebosar, y lleva ocho partes de gaseosa, una de vermut rojo (mejor si es de Reus), y un toque de «fuerza», que es como llaman allí a la espuma de cerveza. Esta es una bebida refrescante, suave, y con ese punto justo que no marea.
Junto a la bebida, viene el perdigacho, una tosta sencilla pero sabrosa. Pan crujiente, tomate rallado o alioli, y una anchoa abierta en mariposa, siempre con la cola. En ningún sitio la preparan igual, y lo curioso es que nadie sabe de dónde viene ese nombre. No sale en la RAE, pero si pides un perdigacho en Sigüenza te entienden.
La historia real del trago más típico de Sigüenza
El fino seguntino fue creado en 1947 por Boni Anguita, barman del pueblo, a petición de un torero apodado El Fino, que quería algo que le animara, pero sin pasarse. Y así es como surgió un trago que ha pasado de generación en generación sin perder su esencia.
A día de hoy, sigue siendo la bebida estrella en Sigüenza. Hay bares que lo sirven en tubo, otros en vaso ancho. Algunos usan marcas locales como Segontia, otros prefieren cambiar el vermut. Pero la idea se mantiene.
Qué ver en Sigüenza
Una vez se ha pedido el fino seguntino con su perdigacho, lo que queda es dejarse perder por las calles. En Sigüenza, el paseo es parte del plan. Aquí se camina despacio, sin rutas planeadas, porque a cada paso sale algo: una plaza o una iglesia.
Lo más habitual es empezar por la Catedral, el Castillo-Parador, la Plaza Mayor o la Casa del Doncel. Son paradas casi obligadas, pero lo mejor llega cuando uno se mete por las callejuelas de las Travesañas y empieza a descubrir sin buscar. La mezcla de estilos arquitectónicos, los restos de otras épocas y la tranquilidad del entorno hacen que todo se vea con otro ritmo. Ideal para ir en pareja, en familia o incluso con los más pequeños.
Y cuando ya aprieta el calor o las piernas piden descanso, está la Alameda. El parque urbano donde se cruzan vecinos, turistas y terrazas. Es buen sitio para tomar algo, sentarse un rato o simplemente mirar con tranquilidad.
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