Santiago Abascal: La voz de la España que grita ¡basta!
Las firmes convicciones de Santiago Abascal no pudieron cohabitar con el pragmatismo desideologizado que Rajoy imprimió al PP. Ahora, el partido que fundó, Vox, está llamado a lograr una representación histórica.
Santiago Abascal (Bilbao, 1976) siente el peso de la responsabilidad por anchas que sean sus espaldas. “Yo no tengo vocación política”, dice. El único hijo varón de Santiago Abascal Escuza, nieto del alcalde de Amurrio Manuel Abascal, sería hoy guardia forestal si ETA no se hubiera interpuesto en su camino. Tenía sólo nueve años y todo lo que podía desear en la Sierra Salvada («donde yo he sido más feliz, en el monte, con mi primo, en sitios donde no nos encontrábamos con nadie») cuando el cartero de Amurrio, amigo suyo, fue asesinado. “Comprendí que quienes mataban no querían matar a una persona. Querían matar a España. El cartero era un símbolo”. Así es cómo decidió consagrar su vida a la política, cuenta el hoy líder de Vox a Fernando Dragó en su libro “Santiago Abascal – España vertebrada”.
Si el monte era la Arcadia del jovenzuelo Abascal, el infierno lo padecía en el pueblo porque su padre, harto de ver a guardias civiles asesinados, decidió comprometerse en política junto a las siglas del PP. Osadía que no pagó con la vida de milagro, pero que le condenó a vivir amenazado de muerte. Los cócteles molotov se estrellaban a diario contra la fachada de su tienda.
Abascal sería hoy guardia forestal («En el monte es donde he sido más feliz») si ETA no se hubiera interpuesto en su camino
Convertidos en objetivo de ETA, los Abascal se fortalecieron. No sólo perdieron el miedo. El padre transmitió al hijo que la patria es lo más importante; el hijo aprendió del padre que la libertad no es un regalo, sino una conquista. Y que debes defenderla si pretendes disfrutarla.
Con dieciocho años, Santi Abascal tomó dos decisiones. La primera, hacerse con una licencia de armas para proteger a su padre (compró una pistola Smith & Wesson que sigue acompañándole a día de hoy). La segunda, afiliarse al PP, donde fue presidente de las Nuevas Generaciones del País Vasco y alcanzó su primer cargo público (concejal de Llodio) con 23 años. Después sería diputado del parlamento vasco y miembro de la junta directiva nacional del partido. Todo con José María Aznar al frente del PP.
Las firmes convicciones de Abascal no pudieron cohabitar con el pragmatismo desideologizado que Rajoy imprimió al PP. Tras un breve período en el que Esperanza Aguirre le cobijó en la administración madrileña, Abascal rompió su carnet con el PP en 2013 y junto a otros referentes morales como María San Gil y Ortega Lara puso tierra de por medio.
Fueron años complicados. Su matrimonio se había roto a la vez que fracasaba el negocio abierto con su pareja: un bar en el que lo perdió todo. Tuvo que entregar al banco el adosado que ambos habían adquirido con una hipoteca en Murguía (Álava) y pasó a vivir solo de alquiler en Madrid.
Cuando se atrevió a fundar Vox, tampoco tuvo la suerte de cara. Las elecciones europeas de 2014 demostraron que se avecinaban malos tiempos para el bipartidismo. Pero la oportunidad sólo fue aprovechada por Podemos. Poco más de 250.000 españoles confiaron en Vox, insuficientes para darle siquiera un escaño.
Las firmes convicciones de Abascal no pudieron cohabitar con el pragmatismo desideologizado que Rajoy imprimió al PP
Lo peor estaba por llegar. En las generales de 2016, con el PP más débil de la historia hasta entonces, Abascal se quedó en 46.781 votos. Todo parecía perdido para un partido que no conseguía que su voz fuera escuchada. Fue entonces cuando el independentismo decidió jugar su órdago a un Estado al que detectó endeble. Y el golpe en Cataluña, sumado a la tibieza con la que Rajoy lo encaró, proporcionaron a Vox la misma munición que la crisis económica y la corrupción a Podemos. Los de Abascal tuvieron su propio 15-M en Vistalegre, donde “los dioses de la progresía, del mayo francés, del relativismo moral y de la socialdemocracia empezaron a cambiar”, escribiría Dragó al día siguiente. La derecha sin complejos había llegado para quedarse.
«Ante la ilegitimidad de la secesión sólo cabe la fuerza, toda la fuerza si es necesario»
A tres semanas del 28-A, no hay sondeo que pronostique para los de Abascal menos de dos millones de sufragios cuando tres años atrás, en las elecciones de 2016, se tuvo que conformar con menos de 50.000. “No deja de resultar paradójico -ha escrito el profesor José Ignacio Torrreblanca- que el continuo empeño del independentismo catalán en señalar la naturaleza franquista y autoritaria de la democracia surgida de la Transición haya tenido como efecto permitir al nacionalismo español superar el franquismo y dotarse de un nuevo sentido”.
Porque es España, el amor a la Patria, como le gusta decir, el impulso que hizo a Abascal abandonar el monte por el compromiso político y la piedra angular sobre la que Vox se ha levantado. “Mira, tú de mayor podrás ser lo que quieras -le explicó un día a uno de sus cuatro hijos-. Serás de izquierdas y a mí no me gustará, pero lo aceptaré. Serás ateo, porque la fe es un don y la tienes o no la tienes, y también lo aceptaré, aunque preferiría que la tuvieras. Podrás salir del armario, y yo te querré igual. Pero lo que nunca te perdonaría es que te volvieras contra España. Eso sería como si nos traicionaras a mí y a mi padre”.
Según un estudio, la preocupación por la unidad de España es el motivo que moviliza al 51,9% de los votantes de Vox. Otro 23,7% sitúan esta inquietud en el segundo lugar. Sólo el 9,7% mencionan la inmigración, por ejemplo. Son españoles que en Abascal escuchan una determinación desconocida. “Ante la ilegitimidad de la secesión sólo cabe la fuerza, toda la fuerza si es necesario. Aquí no hay un debate democrático. La secesión es un robo, una agresión. Un expolio. Un latrocinio. Y como tal debe tratarse”, explica en ‘Hay un camino a la derecha’, libro de su asesor Kiko Méndez-Monasterio.
Abascal deberá derrotar el discurso del voto útil frente a Sánchez para volver a hacer historia tras la irrupción de Vox en Andalucía
Abascal compite el 28-A con otros dos candidatos que también levantan con energía la bandera en defensa de España: Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (C’s). La derecha constitucionalista preocupada por la amenaza independentista llega a la cita electoral fragmentada como nunca antes lo hizo. Con la implacable ley D’Hondt dispuesta a guillotinar miles de votos en media España para perjuicio de ese interés compartido que es alejar del poder a la colección de separatistas declarados (ERC, PDeCAT, PNY y Bildu) y emboscados (Podemos) que aupó a Sánchez a la Moncloa.
Que, llegado el momento de depositar la papeleta en la urna, miles de sus potenciales votantes cedan al discurso del voto útil es el último obstáculo que deberá superar Abascal para llegar al Congreso volviendo a hacer historia cinco meses después de la irrupción de Vox en Andalucía.
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