El mundano gesto de tomar un café que se transforma en plátanos y leche en una guardería de Etiopía
Compartir un café. Piensen, ¿cuántos toman al día? Se trata de un gesto sencillo, un movimiento cotidiano que compartimos con amigos o en soledad. Incluso hay quienes no toman café porque no les gusta, pero lo piden en la barra porque así es como se comparten un rato de asueto, charla o risas con alguien. Con Share a Coffee For, el café no se toma encima de una mesa ni ante una taza real, sino a través de una cafetera virtual a la que poder donar el precio de lo que cuesta un café para ayudar a diversos proyectos solidarios muy concretos. Su café de la mañana puede transformarse en plátanos y leche para una guardería en Etiopía o libros para un colegio en Nepal.
Isabel Ramos y Melania Arias son dos mujeres sonrientes y serenas, al menos así lo transmiten. Nos sentamos y me miran, esperan la entrevista discretamente mientras me dicen que “les haga preguntas sencillas”. Reímos. Ya lo verán, el proyecto que han creado bajo el nombre de Share a Coffee For, tiene un engranaje bien engrasado, bien pensado, exigente y sencillo de entender.
Al abrir la web, hay un total de 9 tazas humeantes de café de diferentes colores y cada uno de estos colores está dedicado a un proyecto distinto: medio ambiente (verde), ayuda humanitaria (azul), infancia (rosa), educación (naranja), mujer (morada), animales (marrón), social y emergencias (amarillo), personas mayores (gris) y salud (rojo).
Los cafeteros solidarios pueden hacer donación al proyecto solidario que deseen y desde Share a Coffee For lo hacen llegar a las ONGs con las que trabajan. Avisamos, no sin antes hacer una auditoria muy concreta del tipo de proyecto que va a defender ante sus donantes y hacer un seguimiento muy detallado de lo que se hace con ese dinero.
Digamos que hacer una donación a través de Share a Coffee For es un sello de calidad y compromiso. Y es sencillo, se dona a través de PayPal o tarjeta bancaria.
Hace alrededor de un año estas dos amigas de la universidad dejaron sus trabajos profesionales y montaron su propia agencia de comunicación, publicidad, diseño y redes sociales. “Pero hubo un momento en el que dijimos”, señala Isabel, “vamos a volcar todo esto que sabemos en crear una plataforma con la que ayudar a los demás”. En este preciso momento surgió la idea de crear esta cafetera virtual “que funciona sobre todo gracias a las redes sociales”, concluyen.
“Quisimos poner fácil a la gente que cada día, si quiere, puede hacer un pequeño gesto para ayudar a los demás”. Por eso, explican, “pensamos en la idea del café, algo que haces todos los días, que no cuesta nada y que lo tienes como gesto cotidiano con el que ayudar a otro”. Estos son los llamados cafeteros solidarios.
Quería comenzar con una frase que veo una y otra vez en el estado de WhatsApp de un amigo y cuando conocí Share a Coffee For me vino galopantemente a la cabeza: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”. Antes de que terminara la frase, ellas ya se habían unido al unísono. Sin duda, también la conocían. ¡Cómo no!
Se trata de una afirmación que les es familiar y que está íntimamente ligada con el lema/emoción/corazón de Share a Coffee For. “Sí”, afirman con rotundidad. Isabel explica que “es un poco el pilar en el que se sustenta el proyecto. Si todos hacemos un pequeño gesto cada día, igual podremos cambiar el mundo. ¡Quién sabe!”. Melania, por su parte, reafirma las palabras de su amiga y socia. “Nos apoyamos, además, de la fuerza motora de la pasión y de creer en lo que estás haciendo con el corazón, siempre con el corazón”.
Están de acuerdo al afirmar que pueden definir la evolución del proyecto con solo una palabra: “Brutal”. Melania explica que al principio Share a Coffee For nació bajo un solo color, buscando ayuda para los refugiados crearon la taza azul y la solidaridad de los cafeteros. “Estábamos recaudando fondos para llevarlos al campo de refugiados de Caláis (Francia), uno de los mayores asentamientos que esperaban pasar a Reino Unido”. Y a partir de ahí “todo hizo ¡pop!”, exclama Isabel entre risas. “Ahora tenemos 9 tazas de colores porque vimos que funcionaban muy bien, ¿por qué no van a funcionar en infancia, salud o animales? Queríamos ayudar a proyectos solidarios que lo están haciendo muy bien y que necesitan nuestra ayuda”.
Cuando pregunto cómo eligen los proyectos a los que ayudar y qué requisitos deben tener, las dos sonríen y se miran entre ellas. “¡Es muy difícil!”, comenta Melania, “es una de las tareas más arduas porque hay que tener cuidado, te puedes meter en un lío”. Por su parte, Isabel explica que hay dos maneras de llegar a la ayuda de Share a Coffee For, “bien nos escriben pidiendo ayuda o proyectos que nosotras mismas hemos encontrado a través de otras personas o amigos”.
Nada se deja al azar ni se dejan llevar por el primer proyecto que llega, de hecho, son bastante exigentes. “Auditamos mucho el plan al que se va a ayudar porque los cafés que la gente dona se tienen que convertir en ayuda tangible, hay que cuantificar a qué se va a destinar ese dinero”, explica Melania.
Cree que lo que funciona de esto es que “la gente sabe en qué se va a convertir su café: en libros para una escuela, plátanos para una guardería, litros de leche, etc. Lo primero que hacen desde Share a Coffee For es saber cuánto tiempo lleva tiempo funcionando esa ONG, “que el proyecto al que vamos a ayudar está consolidado y luego hacer un seguimiento constante de la ayuda que hacemos llegar”. Explican que, gracias a las nuevas tecnologías, todo es mucho más sencillo de controlar porque “aunque estén en Costa Rica o Etiopía nos puedan hacer llegar las necesidades que van teniendo y que cuando se envía el dinero se pueda mandar un reporte de imágenes, videos, tickets y justificantes que nos permitan decir a la gente: ‘En esto se ha convertido tu café solidario’”.
Isabel comenta que esto “es un punto diferenciador de Share a Coffee For a aquella persona que dona, es nuestro compromiso, garantizamos que este café llega a destino. Por eso, que un proyecto esté dentro de esta cafetera es porque cumple una serie de requisitos muy estrictos, es que los tiene que cumplir porque, sino es así, no puedo ofrecerlo”.
A veces las organizaciones solidarias tienen que luchar contra el hándicap del poco control que el donante hace sobre su donación. ¿Realmente mi donación llegará a ese proyecto?, esta es una pregunta recurrente. Efectivamente, explica Isabel, por eso es “una labor tan ardua de investigación que auditamos y hacemos seguimiento”.
Y luego, además, crean toda la red de información alrededor de los cafeteros cuando mandamos la newsletter y les hacen partícipes del desarrollo del proyecto. “Nuestro deber es informarles en qué se convierten los cafés. Ahora pedimos leche para llevar a los comedores sociales de Madrid, concretamente estamos pidiendo 74 cafeteros solidarios para transformar esos cafés en leche. Una vez que esto haya pasado, se lo tenemos que contar”, defiende Melania.
“Es cierto”, prosigue, “que lo que pedimos es muy pequeño, pero podemos controlar que lleguen, por eso queríamos, además, que fuera una web digital y poder destinar la mayor parte de los recursos al destino. Es un café, pero que van bien destinados”.
Aquí no hay negocio, “no lo hay”, confirman mirándome con algo de sorpresa ante mi pregunta. “Somos las dos las que dirigimos esto, es una plataforma que ponemos al servicio de la gente con herramientas que nosotras conocíamos”.
Señalan que “hay mucha gente remando en la misma dirección”, pero confiesan que “no sólo eso, además, descubrimos que la gente de ONGs con las que trabajamos son personas que coges sus vidas, se van a Tanzania o Etiopía y se ponen a ayudar, sin más”. Isabel, optimista, expone que viendo esto “si se quiere, se puede hacer bien, porque hay gente que realmente es honesta y está trabajando en ayudar y que el destino final es que la ayuda llegue”.
No nos adormilemos, pero desde Share a Coffee For confirman que los españoles, a tenor de su experiencia, somos muy solidarios. Además, concluyen explicando que aquellas personas que donan, lo hacen porque “se han estado informando, sabe lo que está haciendo y cómo lo está haciendo. Llegamos a una comunidad que sabe lo que está sucediendo”.
En España, en definitiva, somos muy cafeteros.
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