El Real Madrid es el gigante y el campeón de la Liga Endesa. El conjunto blanco se subió a las espaldas de un colosal Edy Tavares para derrotar al Barcelona (81-74), hacer buena la primera victoria en el Palau y sumar la segunda de manera consecutiva en el Palacio de los Deportes. Las cuentas son tan contundentes como el impacto de un Madrid resucitado en la final, que se lleva con absoluta justicia y le permite coronarse como vencedor.
El Madrid fue campeón porque fue, sin duda, el más fuerte. La exuberancia física del conjunto comandado por Chus Mateo y Pablo Laso diseñó una serie muscular y ahí, sacar bola fue una constante en los blancos. Los brazos de Tavares, las piernas de Hanga, las posaderas de Yabusele, la calidad de Causeur y los bemoles de Deck y Llull ejercieron de elemento diferencial también en un cuarto que fue definitivo para definir a los blancos como los ganadores de la guerra.
Aún resacosos por lo vivido en una noche mágica para unos y de pesadilla para otros en el Palacio, el céntrico coliseo madrileño volvía a vestirse de blanco y morado para la batalla que podía acabar con la guerra o alargar la batalla ya con fecha de caducidad, el miércoles en el Palau. El aficionado madridista que llenó, un día más, la grada del Wizink, se negaba a volver a ceder el factor cancha y el match ball para hacerse con la Liga y en la presentación de ambos equipos lo dejó en los sentidos. Pitada, monumental, para el Barça de Mirotic, y recibimiento por todo lo alto para los de blanco.
El encuentro podía estar en muchos lados y empezó estando del mismo del que acabó el tercero. El Madrid de la energía, el de Hanga y Yabusele, el de Deck y Causeur, comenzaba golpeando ya que era el único que podía anotar. La energía de los merengues taponaba una y otra vez, no literalmente, a un Barça que sólo anotaba por medio de Mirotic en una ocasión. El marcador era casi ridículo porque el Madrid también empezó a perder y a fallar tiros. No había nada, salvo Tavares.
Tavares golpea primero
El coloso de Cabo Verde volvió a contar con una minutada de inicio y su primer cuarto se resumió a la perfección… en la perfección. Ocho puntos sin fallo en el tiro, cuatro rebotes y tres faltas recibidas para 13 de valoración. Él hacía la diferencia mientras el talentoso Jokubaitis trataba de reducirla al máximo en un cuarto de mínimos y en el que el Madrid tomaba la primera ventaja. 13-10 en el primer descanso.
En una tarde de puro sentimiento, la inspiración de los jugadores especiales vale doble. Hay muchos jugadores buenos pero no tantos cuyas canastas valen más que dos o tres puntos. Las que tienen un peso emocional en el partido no las anota cualquiera, pero sí puede hacerlo Sergio Llull. Un día más, y un día más después de un mal inicio en el tiro, el ’23’, el Jordan del Palacio, se sacó de la manga un triple y un 2+1 consecutivos de los que el público aún no se ha recuperado, hizo explotar al Palacio y junto a su inseparable Rudy –otro triple para él–, subió por primera ventaja por encima de los diez.
Un partido de mínimos
Sin embargo, como decíamos, no era un encuentro brillante de ninguno de los dos bandos, más allá de retales, y con ello el Barça pudo meterse de nuevo en el encuentro. Dos triples, de Mirotic y Exum, se sucedieron mientras Poirier, de nuevo con impacto positivo, no llevaba al marcador su cosecha de personal desde la línea. Dos fallos blancos y dos aciertos azulgrana. El luminoso volvía a cerrarse con minutos aún para el descanso.
Los minutos restantes antes de poner camino a los vestuarios respondieron primero a la lógica del primer cuarto, con el inabarcable Tavares de nuevo en cancha para reabrir el cajón anotador del Real Madrid, y con Kuric como profesor de los menos tiradores del Barça. El jugador más parecido a Carroll sobre la pista viste de azulgrana y él fue el que abrió la veda para una remontada a base de lanzamientos exteriores en la que colaboraron Calathes y Exum, ambos con habituales problemas de tres, pero que dejaban el partido en un pañuelo (34-33).
Responde el Barça
El Barça mandaba en los triples y el Madrid tiranizaba en la zona. Esta nueva realidad debía confirmarse en una segunda parte de la que la continuidad de la virtud y las mejoras en el debe decidirían el ganador…. y quién sabe si el campeón. La sensación al descanso entre el madridismo presente en el Wizink Center era de oportunidad perdida pero, al fin y al cabo, seguían dominando en el marcador.
Los primeros minutos de segunda mitad respondieron al músculo y a la energía, la que ha puesto el Real Madrid durante toda la serie y que le ha hecho mejor. De nuevo con Tavares en modo coloso, el conjunto blanco se hacía gigante en defensa y ataque debido a su perro grande, el comodín ganador del partido. Edy abarcaba todo pero su ausencia apagaba al equipo, coincidiendo con los mejores minutos del Barça.
Real Madrid, campeón
Mirotic aportó a cuentagotas su calidad y Calathes hacía lo propio con una dirección de quilates. Esto, unido al desacierto del Madrid en los ataques de los últimos minutos, provocó que en el penúltimo ataque, el Barcelona se pusiera por delante por primera vez en el partido. La paradoja sólo duraría unos segundos, pues Poirier, desde la línea, devolvía el liderato por la mínima a los locales, que, sin embargo, ya contaban con el aviso del vigente campeón con sólo diez minutos por disputarse.
La emoción, la piel de gallina que tenían todos en el Palacio a excepción de los protagonistas, pasó a un segundo plano para el disfrute de las cualidades físicas de un inmenso Tavares. No basta con decirlo una, dos, tres o trescientas veces. El encuentro del coloso de Cabo Verde agarró el encuentro con sus gigantes manos y a base de puntos y rebotes dejó la sentencia en manos del fino, finísimo, Fabien Causeur, que con canastas jordanescas le puso el lazo a la Liga, que es blanco, blanco del campeón y gigante Real Madrid.