Doncic es el Clásico (87-75)
Un partido que se resume en un triple. Un triple que resume a un jugador histórico. Último segundo del tercer cuarto y Luka Doncic, a sus 18 años, decidió seguir desafiando al baloncesto. Nadie confiaba siquiera en formar un ataque, pero el esloveno –que jugó con gripe, ‘a lo Jordan’– agarró el esférico en su zona, apuntó, e hizo temblar el Palacio de los Deportes con la mejor canasta vista en el recinto en lo que va de siglo. El resultado era lo de menos, pero el Real Madrid se impuso en el Clásico de Euroliga (87-75) a un Barcelona inferior…. y lo hizo porque, además de ser superior al eterno rival, cuenta con un jugador en sus filas que va a marcar una época en el baloncesto mundial.
El Real Madrid, para no romper con una maldición que se está convirtiendo en costumbre de dudoso gusto, arrancaba el partido con algunos jugadores de baja y otros entre algodones. Doncic, con gripe, esperaba su oportunidad en el banco, mientras que Campazzo, ‘resucitado’ tras el aparatoso esguince sufrido el domingo, le reemplazaba en el quinteto ultradefensivo de Laso.
La oportunidad de contar con especialistas como Taylor, Rudy, Tavares y el propio Campazzo, junto a un Thompkins desconocido –muy bien en defensa, desacertado en el tiro– provocó que los puntos tardaran en llegar al inicio. Los puso el argentino, ocho consecutivos, para ser exactos, demostrando un día más que el Real Madrid no se ha equivocado al repescarle.
Laso cuenta con muchos jugadores desgastados por el calendario, pero también con Carroll, que en las últimas semanas recuerda al de sus mejores tiempos. El técnico vasco, conocedor del talento anotador del menudo escolta, giró el ataque hacia él y Jaycee respondió con ocho puntos que, sumados a dos triples consecutivos de Doncic, lanzaron a los blancos en el marcador.
Felipe, con su oficio, había gobernado la zona, mientras que Rakim Sanders, poderosísimo alero, se encargaba junto a Heurtel de dar la réplica desde el exterior. No era el Clásico más brillante, pero sí de una calidad indiscutible. Antes del descanso, nuevo cabreo del respetable con las decisiones arbitrales. Desde la salida de Navarro el rasero bajó de forma ostensible, y el capitán culé se benefició para colocar a los suyos a sólo dos puntos cuando Rudy erró un imposible desde el centro del campo sobre la bocina del descanso.
La segunda mitad comenzaba con la tensión por las nubes y el devenir del partido aún por decidir. Doncic, aún en el banquillo, planeaba la fuga, pero sus compañeros, con Taylor y Thompkins como ejecutores, se adelantaron para romper la barrera de los 10 puntos, con Sanders como único escollo enfrente. Fue el Real Madrid de los terceros cuartos, el del ataque mortífero y la defensa asfixiante, prácticamente inmejorable.
La ventaja ascendía con prudencia pero sin pausa y Doncic llamaba la atención con sus asistencias, el entrante perfecto antes de la prueba final, lo nunca visto en el Palacio, un triple kilométrico que entró con precisión quirúrgica en el aro mientras la bocina ponía la banda sonora a la obra de arte. Simplemente Luka Doncic. Él solo vale un Clásico.
Vida después del canastón
A pesar de que el partido estaba encarrilado, el Barcelona se negó a sacar bandera blanca antes de tiempo y comenzaron la remontada desde el caos que supuso una trifulca entre Campazzo y Navarro, saldada con una técnica para ambos que eliminó al argentino, uno de los grandes nombres de la noche en el Palacio.
Con cuatro minutos por jugarse, un triple de Oriola colocaba al Barça de nuevo a nueve puntos, y el Madrid sobreexcitado por todo lo sucedido y clamando a los árbitros algo más de mano dura en la zona rival y menos en la propia. El miedo a una nueva derrota por la mínima ya se respiraba entre la afición madridista, pero el hijo del baloncesto, de nombre Luka y apellido Doncic, regresó de su breve pausa para volver a hacer magia y dejar, por el camino, a Víctor Claver por los suelos.
El golpe ya fue demasiado duro para el Barcelona, que no supo responder a un nuevo golpe de varita de Doncic, y emocionante para el Real Madrid, que pudo celebrar tranquilo una victoria épica comandada por el más joven y talentoso capitán de barco jamás conocido.
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