Soy carnicero y ésta es la verdadera diferencia entre el pollo blanco y el amarillo: «Antibióticos»
¿Cuál es la diferencia entre el pollo blanco y el amarillo? Cuando vamos a comprar pollo, ya sea en la carnicería o en el supermercado, rara vez nos detenemos a pensar que no todos los pollos son iguales. Aunque a simple vista pueden parecer similares y sus valores nutricionales no varían demasiado, detrás de su color, sabor y textura hay mucho más de lo que imaginas. Las diferencias tienen que ver con la alimentación, el tipo de crianza y el tiempo que tardan en crecer, factores que afectan directamente la calidad final del producto que llega a nuestra mesa.
Un conocido carnicero, que comparte sus conocimientos y trucos a través de redes sociales bajo el nombre de «El As Carnicero», ha explicado con claridad cuál es la diferencia entre el pollo amarillo y el pollo blanco. Este experto señala que su forma de producción y su crianza influyen mucho en sus características. El pollo amarillo, por ejemplo, crece más lentamente y se alimenta con mayor control, lo que le aporta un sabor más intenso y una calidad superior. Mientras tanto, el pollo blanco, mucho más común y económico, suele criarse de forma industrial, creciendo rápido y reteniendo más agua, lo que afecta negativamente a su sabor y textura.
¿En qué se diferencian el pollo blanco y el amarillo?
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El pollo es uno de los alimentos más consumidos del mundo, pero pocas personas saben que el color del pollo no es sólo cuestión de apariencia, sino un reflejo de su crianza y calidad.
En primer lugar, el pollo amarillo, que a menudo encontramos etiquetado como «certificado», tiene un proceso de crianza que se extiende durante más tiempo. Esto significa que tarda más en alcanzar el peso adecuado para su venta, lo que influye en su textura y sabor. Además, su alimentación está más controlada, generalmente basada en piensos enriquecidos y naturales que incluyen ingredientes como el maíz, que aporta ese característico tono amarillo a la piel y la carne. Este detalle no solo afecta la apariencia, sino que también mejora el sabor del pollo.
Por el contrario, el pollo blanco, que es el más común y suele ser el más económico, proviene de criaderos industriales donde el objetivo principal es maximizar la producción. Estos pollos crecen rápidamente, en menos tiempo, gracias a dietas intensivas y técnicas que aceleran su desarrollo. Como resultado, su carne suele ser menos sabrosa y tiene una mayor retención de agua, lo que a menudo afecta negativamente su textura y jugosidad. Además, estos pollos suelen recibir más antibióticos para evitar enfermedades en un ambiente de crianza menos natural.
Calidad y sabor
Cuando hablamos de calidad, el pollo amarillo destaca por varias razones. Según el carnicero, este tipo de pollo contiene menos antibióticos debido a su crianza más pausada y controlada, lo que a su vez resulta en un producto más natural. Además, su carne tiende a ser más sabrosa y firme, gracias a la menor cantidad de agua que retiene. Esto se traduce en una experiencia culinaria superior, con un pollo que mantiene mejor su textura y sabor, incluso después de la cocción.
Por otro lado, el pollo blanco, aunque más barato y accesible, sacrifica algunos de estos atributos en favor de una producción rápida y masiva. Su carne suele ser más blanda y menos consistente, con menos sabor auténtico. Esta diferencia hace que muchos consumidores estén dispuestos a pagar un poco más por el pollo amarillo, valorando la calidad y la mejor experiencia gastronómica que ofrece.
El papel de la alimentación
Uno de los factores que más influye en el color y la calidad del pollo es su alimentación. La Federación Avícola Catalana confirma que el tono amarillo de la piel y la carne del pollo se logra añadiendo carotenoides en el pienso, sustancias presentes de forma natural en ingredientes como el maíz o pigmentos autorizados para su uso en la alimentación animal.
Estos carotenoides no sólo dan color, sino que también aportan ciertos nutrientes beneficiosos que pueden mejorar la calidad nutricional del pollo. Además, una dieta basada en ingredientes naturales y controlados suele favorecer un crecimiento más saludable y lento del ave, lo que repercute en una mejor textura y sabor.
En cambio, el pollo blanco se alimenta con piensos más estándar y, en ocasiones, menos naturales, diseñados para acelerar el crecimiento y reducir costes, lo que afecta la calidad final del producto.
En definitiva, aunque el pollo blanco y el pollo amarillo puedan parecer similares a simple vista, su producción, alimentación y tiempo de crianza marcan una gran diferencia en calidad, sabor y textura.
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