La relación de Eduardo Chillida con la isla de Menorca
El vínculo de Chillida con Menorca se creó a lo largo de todos los veranos que pasó en la isla desde 1989
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Con motivo del centenario del nacimiento de Eduardo Chillida y en colaboración con la Sucesión Eduardo Chillida, ‘Chillida en Menorca’ celebra la profunda conexión del artista con la isla a través de una destacada selección de esculturas y obras sobre papel que incluye varias piezas creadas durante sus estancias en Menorca.
Con más de sesenta obras creadas a lo largo de medio siglo, desde 1949 hasta el año 2000, la exposición muestra toda la dimensión de la trayectoria del escultor. El concepto de la presentación, diseñado por el arquitecto Luis Laplace con especial atención a materiales locales, amplía el vínculo del artista con la isla y su entorno natural. La exposición se acompaña de un Education Lab desarrollado en colaboración con Chillida Leku y Menorca Preservation a través de Plastic Free Menorca.
Eduardo Chillida (1924 – 2002) es uno de los más destacados escultores españoles del siglo XX, cuya práctica pionera y variada reinterpretó la dialéctica entre materia y vacío, positivo y negativo, espacio interior y exterior. El vínculo de Chillida con Menorca se creó a lo largo de todos los veranos que pasó en la isla desde 1989. En ‘Quatre Vents’, la casa familiar que estableció con su mujer Pilar Belzunce en Alcaufar, creó un estudio al aire libre, donde encontró un espacio tranquilo para trabajar sus esculturas en tierra chamota, rodeado de campos con muros de piedra seca. Fue también en ‘Quatre Vents’, en un estudio con un ventanal con vistas al mar, donde trabajó en muchas de sus ‘gravitaciones’.
En Menorca, Chillida se dejó inspirar por la luz blanca del Mediterráneo, en perfecto contraste con la ‘luz negra’ propia de su País Vasco natal, tal y como él la describía. El artista encontró inspiración en la luz de la isla, las monumentales canteras al aire libre de marés y los monumentos del periodo talayótico, incluyendo los recintos de ‘taula’ en forma de T que inspiraron algunos de sus trabajos y fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2023. «La luz de Menorca es magnífica», afirmó el artista. «Esta isla tiene una historia preciosa, hay toda una cultura de la piedra muy interesante pero la isla también está llena de viento. Así lo he oído decir: Menorca, viento y piedras».
La exposición comienza con una selección de sus ‘Gravitaciones’ de gran formato, obras bidimensionales en papel que exploran las cualidades y limitaciones del espacio. Estos delicados trabajos en blanco y negro son el resultado de la superposición de capas de papel unidas por hilos y suspendidas para dejar circular el aire entre ellas. Junto estas obras, se presenta ’Mural G-56’ (1985), una pieza de gran escala que utiliza elementos gráficos en negro para continuar la misma exploración entre espacio positivo y negativo. En palabras de Chillida, ‘en la mayoría de mis esculturas se alternan lo positivo y lo negativo. Cada uno es de algún modo recíproco, disidente del otro’.
‘Chillida en Menorca’ muestra también una serie de las conocidas esculturas de acero y relieves de madera que enfatizan su interés por hacer visible el espacio a través de las formas que lo rodean. Chillida, que empezó los estudios de arquitectura, exploró a lo largo de su carrera conceptos como el límite, el espacio y la medida. ‘Proyecto para un monumento’ (1969) es un juego de escalas que enlaza con muchos de los monumentos públicos del artista. Su espacio interior se configura a través de tres bloques sólidos que encajan entre sí. En otras obras, elementos totémicos de una íntima escala humana continúan enfatizando la interacción entre las formas sólidas y el espacio negativo.
A lo largo de la exposición, una selección de obras se presenta sobre plintos hechos de marés, la arenisca utilizada para construir el edificio del siglo XVIII que alberga la galería. El concepto de la presentación ha sido desarrollado por el arquitecto Luis Laplace, que dirigió la restauración de Hauser & Wirth Menorca y el reacondicionamiento de Chillida Leku —el museo creado por Eduardo Chillida durante su vida— y que sitúa las piezas de arte en diálogo con el paisaje circundante y la arquitectura del espacio.
Junto con la materia, el propio acto de crear fue un concepto crucial en el trabajo de Chillida. La mano fue el tema más cercano del artista y su herramienta más inmediata para trabajar de forma gráfica o escultórica —representaba todo lo hecho a mano. Un tema recurrente en su obra, una serie de dibujos presenta estudios de manos, en las que encontró un elemento vivo donde investigar el espacio a través del movimiento de los dedos, que se abren y se cierran en un intento de atrapar lo que los rodea. Rechazando la utilización de moldes, Chillida resaltó la irregularidad material de las obras creadas en manipulación directa con sus manos, como las esculturas en tierra chamota.
En Menorca, Chillida modeló muchas de sus ‘Lurra’ – una serie de esculturas llamada así por la palabra ‘tierra’ en euskera. Están hechas en tierra chamota, un tipo de arcilla que puede cocerse en grandes bloques sin resquebrajarse. Chillida se sintió atraído por esta propiedad del material y exploró sus infinitas posibilidades de forma que permitía. En trabajos como ‘Lurra M-32’ (1996), las finas incisiones revelan patrones de líneas rectas y circulares. En otras piezas como ‘Lurra M-13’ (1995), las incisiones penetran de tal manera que revelan el espacio interior, transmitiendo una sensación de liviandad. Los títulos de las obras conectan su lugar de origen: aquellas con una ‘M’ en el título están entre las que hizo en el estudio de Menorca, mientras que las que tienen una ‘G’ fueron hechas en Grasse, en el sur de Francia, donde Chillida se familiarizó con el material.
También hecha de tierra chamota está la serie ‘Óxidos’, con obras de color y textura distintivos debido al uso de óxido de cobre negro y un doble proceso de cocción. ‘Óxido G-78’ (1985) presenta motivos geométricos abstractos, similares a los realizados en sus dibujos en tinta y en ‘Mural G-56’. En esta pieza, se dibujan en ambas caras, invitando al espectador a experimentar la sensación espacial creada con la obra.
La parte final de la exposición pone de relieve la pasión del artista por los fenómenos naturales. Desde sus inicios, Chillida incorporó las formas orgánicas a sus obras sobre papel y esculturas en acero, y enfatizó las cualidades naturales de los materiales con los que trabajaba como el granito, el alabastro o el fieltro, entre otros. Un ejemplo de esto es la pieza en granito ‘Escuchando a la piedra III’ (1996), en la que el artista retiró tan solo lo justo para revelar la forma y enfatizar la impenetrabilidad de la piedra. Igualmente, explorando la versatilidad del acero, la escultura ‘Lotura XXVII’ (1992) (nudo o unión en euskera) está compuesta de piezas longitudinales creadas en la fragua, sin moldes, y manipuladas para abrirse y envolverse en sí mismas, habitando pausadamente el espacio con una calidad arbórea.
Habiendo crecido junto al océano Atlántico, Chillida recordaba pasar horas contemplando las olas y se refería al mar como su maestro. ‘Homenaje a la mar IV’ (1998), de la serie de piezas que Chillida dedicó a personajes o fenómenos que le inspiraron, evoca la escarpada costa cantábrica a través de formas geométricas talladas en alabastro en contraste con una base de piedra en bruto. En diálogo con esta escultura se encuentra ‘Homenajea la arquitectura II’ (2000), una referencia a la exploración constante de Chillida sobre las formas —ya fueran orgánicas o arquitectónicas— y su estructuración en el espacio.
Ubicado en diálogo con el mar Mediterráneo encontramos ‘Proyecto Peine del viento I’ (1966). Este estudio forma parte de la serie más importante del artista, que culmina con la instalación de tres esculturas de acero colosales en la costa de San Sebastián, un trabajo que fusiona materiales, tierra, mar y aire. Con sus brazos tentaculares abrazando el dinamismo de los elementos, la obra es una invitación a mirar.
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